El patrimonio histórico, artístico y cultural de México es no solo prenda de inagotable valor, sino manifestación de orgullo, identidad, memoria histórica y de un legado milenario que no deja de sorprender a propios y extraños. No hay punto de nuestra diversa geografía donde no exista un referente de nuestro asombroso pasado. La riqueza estriba en la pluralidad que nació del mestizaje entre americanos y europeos que se fundieron en una nueva raza, pero también de las semejanzas y diferencias entre sí de las antiguas civilizaciones precortesianas, todo lo anterior, como reza la enorme placa de granito que se alza entre la iglesia de Santiago de Tlatelolco y los vestigios de la zona arqueológica del lugar, haciendo alusión a la caída de México-Tenochtitlan y a la conquista y que afirma que : “ no fue triunfo ni derrota, sino el doloroso nacimiento del México mestizo de hoy”.
Entre las graves obligaciones que asumió el México independiente, estuvo la de preservar su pasado, prueba de ello, entre muchos ejemplos se dio la disposición del primer presidente Guadalupe Victoria de crear el Museo Nacional Mexicano. Si bien los españoles intentaron a sangre y fuego borrar el pasado prehispánico con Cortés destruyendo Tenochtitlan o Fray Diego de Duran quemando los códices mayas, el nuevo Estado tuvo la responsabilidad de rescatar y preservar el acervo precortesiano, pero también el virreinal.
En este tenor, surgió un problema de primer orden, y lo fue el robo, el saqueo y el expolio de los tesoros de México, el cual ha sido constante desde 1821 hasta nuestros días, primero fueron extranjeros que, bajo el argumento de explorar el territorio, saquearon antiguas ciudades cubiertas por la selva o la inexpugnable vegetación. De ahí se dieron casos como el de los invasores norteamericanos prendiendo fuego a los retablos virreinales para fundir el oro, emulaban a los expedicionarios de Cortés en las jornadas previas a las Noche Triste. Desafortunadamente tanto el patrimonio prehispánico como el virreinal han sido afectados sin cuartel. Los documentos tampoco son una excepción, códices, cedulas, decretos, cartas y libros de inestimable valor también son blanco de los delincuentes.
Hoy con enorme pena, hay patrimonio sustraído ilegalmente o robado en domicilios particulares, colecciones privadas, archivos, bibliotecas, casas de anticuarios, de subastas e incluso en museos en Estados Unidos y Europa. Entre los criminales en la materia, a los aventureros e invasores se suman deshonestos custodios de sitios y monumentos, campesinos o indígenas amparándose en su ignorancia o miseria, mayordomos, capellanes y párrocos, así como traficantes históricos tales como el finado norteamericano Everett Rassiga, especializado en arte maya, quien inventó el “Samsonite Cut” que no era otra cosa que cortar estelas mayas para adaptarlas a la medida de una maleta de la marca Samsonite y así poder traficarlas al extranjero.
El Estado Mexicano ganó algunas batallas a Rassiga y logró recuperar por ejemplo una fachada maya proveniente de Campeche que ahora se exhibe en el Museo Nacional de Antropología. A Rassiga se sumó su inescrupuloso pupilo, el delincuente costarricense Leonardo Patterson quien no ha tenido empacho en declarar que ha robado miles de piezas prehispánicas a México. El atentado a nuestro patrimonio ha llegado incluso a extremos como el del “robo del siglo” cuando la madrugada del 25 de diciembre de 1985 fueron sustraídas 140 piezas del Museo Nacional de Antropología, las cuales por fortuna fueron recuperadas en su totalidad en 1989 y los ladrones aprehendidos.
Pero lo ocurrido en el Museo Nacional de Antropología no es la única historia con un final feliz, quiero compartir dos más de ellas acontecidas en el Estado de Morelos. La primera se dio en el histórico pueblo de Tlayacapan, enclavado en los altos morelenses, Tlayacapan cuenta con una iglesia y convento del siglo XVI consagrados a San Juan Bautista y que son patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Resulta que, desde su apertura, el claustro del convento contó en sus muros, con un soberbio lienzo de manufactura europea, de la Escuela Flamenca y que según los expertos data de fines del siglo XV o principios del XVI. Representa a San Agustín con sus atributos de Obispo entregando su corazón al niño Jesús quien está en el regazo de Virgen María.
El 12 de diciembre de 1954, el párroco del lugar, Pedro Camacho Soto, aduciendo que fueron instrucciones del Obispo Sergio Méndez Arceo, entregó el cuadro a unos desconocidos, dijo que lo iban a “retocar” a la Ciudad de México y que en 15 días lo regresarían. El cuadro nunca volvió y no fue hasta 1984 cuando fue descubierto en la Pinacoteca Virreinal de San Diego en la Ciudad de México. Una destacada promotora cultural en Morelos, dio cuenta de ello pocos años después al entonces gobernador del estado Antonio Riva Palacio, quien a su vez informo al presidente Carlos Salinas de Gortari, a los pocos días en una gira relámpago a Tlayacapan el presidente acompañado del gobernador restituyó el histórico y valioso lienzo a la comunidad.
El pasado viernes un Hércules de la Fuerza Aérea Mexicana aterrizó en el aeropuerto de Cuernavaca, los aviadores trajeron a casa el espectacular “Monumento 9” o “Monstruo de la Tierra” un bajorrelieve olmeca de 2,500 años de antigüedad y de dos metros de altura. El monumento que tiene una perfecta oquedad al centro que justamente representa la entrada al inframundo, está adornado con relieves alusivos al Jaguar, animal principal en la cosmovisión olmeca y mesoamericana, así como a la flora de Chalcatzingo, su sitio de origen y principal asentamiento olmeca en el centro de México, mismo que floreció entre los siglos VII y V antes de Cristo. Chalcatzingo destaca por su imponente entorno natural, sus petrograbados y juegos de pelota.
Fue descubierto después de deslaves en el cerro tras las lluvias en 1934 e investigado por la arqueóloga Eulalia Guzmán. En algún momento alrededor de mitad del siglo XX, el monumento fue robado y enviado a Estados Unidos. En 1968 la revista especializada “American Antiquity” dio cuenta de su presencia en el vecino país. Recientemente fue ubicado en Manhattan y autoridades de ambos países gestionaron su repatriación a México. Ahora estará en exhibición en el antiguo Palacio de Cortés, Museo Regional del INAH en Cuernavaca, Morelos para volver a Chalcatzingo, su hogar.
Historias como las anteriores no solo nos llenan de júbilo, sino no nos dan muestra de que la defensa y rescate de nuestro pasado y patrimonio artístico, histórico y cultural no solo es una tarea posible, sino obligada para quienes amamos a México y creemos en nuestra memoria histórica como un firme elemento para reconstituir el tejido social.