José Luis Parra
Alfonso Durazo tuvo una semana para el olvido. El incendio en la tienda Waldos de Hermosillo, que cobró la vida de 24 personas, es más que una tragedia local. Se convierte en una quemadura de tercer grado a la imagen de quien todavía se ilusiona con relevar a Rosa Icela Rodríguez en la Secretaría de Gobernación. Y aunque sus operadores se esmeren en rociar pomadas discursivas para mitigar los daños, el tufo a negligencia y oportunismo político no se disipa.
El sonorense quiere venderse como bombero, pero actúa como pirómano.
En vez de atender la crisis con humildad, su primer instinto fue culpar a la Comisión Federal de Electricidad.
Un tiro en el pie. En CFE no cayó nada bien la imputación, menos aún cuando las primeras versiones técnicas apuntaban a otra dirección. Un gobernador que aspira a ser el vocero de las crisis no puede darse el lujo de errar tan groseramente en su narrativa inicial. Menos cuando detrás hay cadáveres y responsabilidad compartida.
Porque, a ver: ¿esa tienda debería estar abierta? ¿Tenía salidas de emergencia, rutas de evacuación, condiciones mínimas de protección civil? Las preguntas no las hace la oposición. Las formulan los propios grupos disidentes de Morena en Sonora, que cada vez se sienten con más cancha para recordarle a Durazo que su liderazgo estatal está tan desgastado como su anhelo nacional.
La versión, además, de que a miembros de su familia —incluido su hijo— les habrían retirado la visa estadounidense, es dinamita en medio del incendio. Un rumor que crece porque nadie lo desmiente de frente.
Un silencio que alimenta versiones y mina la imagen de quien pretende volverse interlocutor de la 4T con el vecino del norte.
Hasta hace semanas, Durazo todavía se promocionaba como el mejor perfil para sustituir a Rosa Icela. Se vendía como un operador completo: con experiencia federal, control político y relación con los gobernadores. Ahora se tambalea por su propia torpeza, la falta de reflejos, y el enojo de varios jugadores internos que lo consideran un peligroso trepador. Martí Batres, Zoé Robledo, Lázaro Cárdenas Batel y hasta Omar García Harfuch observan el incendio con helado en mano, esperando que el gobernador se termine de consumir solo.
Y todo por querer jugar adelantado. El que se mueve no siempre sale en la foto. A veces sale en la esquela.





