La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Sin cartas credenciales para el 2024, es un auténtico canciller en-bajada
A su paso por la secretaría de Gobernación, la senadora Olga Sánchez Cordero, fue acotada al máximo por el presidente López Obrador, en los corrillos políticos era considerada una suerte de florero, sus funciones las ejercía Julio Scherer Ibarra.
Al parecer, el canciller Marcelo Ebrard, llegó al mismo punto de inflexión que la ex titular de SEGOB, las decisiones (bueno, ocurrencias), en materia de política exterior se toman en Palacio Nacional y los dos principales asesores del mandatario son su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller y su vocero, Jesús Ramírez Cuevas.
El nombramiento de embajadores, ‘la pausa’ en las relaciones con España, el asunto del penacho de Moctezuma y la carta de respuesta a los eurodiputados, entre otras cosas, fueron temas de los que Marcelo se enteró por la prensa o como dijeran a nivel de cancha: no lo pelaron.
Por el contrario, lo único en lo que se ocupa el supuesto estratega de la diplomacia mexicana, es en tratar de enmendar el tiradero que deja el tabasqueño con sus voladas.
Ante tan oscuro panorama, Ebrard debe tomar la decisión de renunciar o, en su defecto, seguir ‘aguantando vara’ (con la falsa ilusión de obtener los favores del patrón) y esperar a que lo corran, lo cual sería una humillación mayúscula.
Con fama de funcionario eficaz, fue utilizado para resolver la compra de vacunas, pero ante el crecimiento de su imagen, el Tlatoani optó por desinflarlo, además de desautorizarlo en público, estampándole en la cara la demoledora frase: aquí mando yo.
Muy triste el papel del susodicho, si todavía aspira a jugar la sucesión, tiene que mostrar independencia, de lo contrario, terminará su carrera en la 4T de lamentable forma.