Francisco Rodríguez
El engaño de Marcelo Ebrard a Andrés Manuel López Obrador es gigantesco. Le ha dicho que el gobierno de Donald Trump se está cayendo con su cuerno para ayudar económicamente a los países centroamericanos –y evitar con ello que migren a Estados Unidos y pasen por nuestro país–, pero eso es falso. Lo peor es que el Presidente de la República le ha creído y hasta lo ha presumido ante la visita aquí del mandatario salvadoreño hace un par de semanas.
¿A qué está jugando el todavía canciller de la 4T? ¿Por qué sus reuniones con el secretario de Estado Mike Pompeo han sido a puerta cerrada, sin un solo testigo? ¿Será, acaso, que siguiendo los pasos de su mentor, el ya desaparecido Manuel Camacho, crea problemas para después resolverlos y llevarse todos los méritos?
¿Ha pasado desapercibido en Palacio Nacional que Ebrard haya establecido compromisos a espaldas del Presidente? Todo indica que no. Que ya no.
Paso a paso el engaño a AMLO se fue construyendo desde una quincena antes de que el nuevo régimen entrara oficialmente en funciones, donde “las dio sin que se las pidieran” siquiera, cual se diría en la jerga estrictamente diplomática.
Fue en Houston, en efecto, la tarde el 15 de noviembre de 2018 cuando en una reunión “de trabajo” con Pompeo y con otros funcionarios del gobierno de EU, quien poco después sería secretario de Relaciones Exteriores aceptó ¡que México recibiera en su territorio a los migrantes de Centroamérica en tanto se dirimía en juzgados si eran o no aceptados en el vecino del norte!
Nadie podía creerlo. Ni siquiera Pompeo, quien durante semanas lo había demandado del gobiernito de EPN y se había enfrentado a las resistencias del –¡vaya paradoja!– entreguista Luis Videgaray.
De esa reunión en la ciudad texana se informó que había sido para hablar de los preparativos para recibir a la delegación oficial que acudiría a la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México, bla, bla, bla…
Nueve días después, el 24 de noviembre, The Washington Post publicó la existencia del acuerdo aceptado por Ebrard para que México se convirtiera en “tercer país seguro”. Una evidente filtración del Departamento de Estado para medir la confiabilidad de lo pactado por Ebrard en Houston, a quien aún le regatean confianza por haber sido promotor del voto chicano a favor de Hillary Clinton, la contrincante electoral de Trump.
La entonces legisladora Olga Sánchez Cordero tuvo que salir al quite. Desmintió al diario de la capital de EU… ¿aún a sabiendas de que el periódico que fue de la familia Graham decía la verdad?
“What!”… la sorpresa de Sánchez Cordero
Ya en funciones el gobierno de AMLO, México y Estados Unidos –a través de sus respectivas cancillerías– dieron a conocer un comunicado conjunto en el cual se lee que el gobierno de Trump destinará 5 mil 800 millones de dólares a sus proyectos en el llamado Triángulo Norte centroamericano, así como otros 4 mil 800 para sus proyectos de apoyo a empresas privadas, de los cuales 2 mil millones se quedarían en México para inversiones en su frontera sur. Recursos, pues, aprobados por el Capitolio y anunciado a principios de este año del Señor.
Se dio después un par de reuniones entre la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero y su contraparte la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirjsten Nielsen. En la primera, celebrada a finales de febrero, en Washington, la funcionaria mexicana, recibió la noticia de que, desde mediados de noviembre, Ebrard ya había aceptado que México tuviese la calidad de “tercer país seguro”. Obvio, puso “cara de what!”.
Se lo reiteró Nielsen en el segundo encuentro, celebrado a finales de marzo en Miami, Florida. Ya más suavecita, la ex ministra de la Corta de Justicia aceptó que nuestro país sí brindaría ayuda migratoria a quienes pretenden cruzar la frontera México – Estados Unidos.
El peor engaño, que EU apoya el plan de la CEPAL
Llegó junio. Y con él la amenaza arancelaria del anaranjado Donald Trump. La velocidad con la que Ebrard se fue a Washinghton, aún a sabiendas de que Potus –President of the United States– y su secretario de Estado Michael Pompeo iniciarían una gira por Europa.
Espero a que regresaran. Lo hicieron el viernes 7 de junio. Y la tarde de ese día el titular de Relaciones Exteriores del gobierno de AMLO fue citado en el Departamento de Estado, a donde llegó a la carrera. Ahí, en una habitación segura –a prueba de escuchas de cualquier tipo– Ebrard sostuvo una charla telefónica con Pompeo, de la cual surgió el comunicado conjunto de esa fecha. Aquí se nos dijo –y lo repitió el Presidente en una “mañanera”– que el canciller mexicano había negociado el documento durante horas y en la Casa Blanca. No fue verdad. Apenas unos minutos y en el edificio del washingtoniano barrio de Foggy Bottom, donde se ubica la oficina de los encargados de las relaciones internacionales de Estados Unidos.
Y otra falsedad. Ebrard vino a contar a México que había conseguido el apoyo de Estados Unidos al plan de México con El Salvador, Guatemala y Honduras –originalmente lanzado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la CEPAL–, cuando en realidad el gobierno de Trump sólo mostró sus simpatías hacia el mismo.
Los recursos que, según Marcelo, se comprometieron entonces son los mismos que se anunciaron el 18 de diciembre de 2018, justo los que usted leyó líneas arriba. Ni un dime más. Ni siquiera un penny. Justo eso. Lo aprobado por el Congreso desde el año pasado.
Emocionado, el Presidente AMLO lo volvió a presumir durante la visita del presidente salvadoreño Nayib Bukelle en la última decena de junio. Y hasta le pidió a Ebrard que hablara ante los micrófonos sobre ello.
Cínicamente, Ebrard volvió a mentir en esa otra ocasión, aunque sabe que de parte de Estados Unidos sólo hay “simpatías” y no dinero.
Este domingo, otra vez a solas con Pompeo
Si el 7 de junio la llamada telefónica de Ebrard con Pompeo fue sin testigos en una habitación segura del Departamento de Estado, este domingo en el edificio Tlatelolco de la Cancillería mexicana la reunión con el secretario de Estado también fue a solas.
Sin testigos.
¿Por qué?
¿A qué está jugando el todavía canciller de la 4T? ¿Por qué sus reuniones con el secretario de Estado Mike Pompeo han sido a puerta cerrada, sin un solo testigo? ¿Será, acaso, que siguiendo los pasos de su mentor, el ya desaparecido Manuel Camacho, crea problemas para después resolverlos y llevarse todos los méritos?
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