LA HABANA, CUBA. – De seguro el régimen castrista estuvo esperando durante estos últimos meses que el pueblo reaccionara ante la terrible situación de la Isla, la misma que vivió la Unión Soviética cuando el socialismo se disolvió en 1989.
No obstante, el gobernante cubano, al referirse a las protestas, las consideró “una cobarde provocación que intenta desestabilizar a la nación”, en vez de analizar la bancarrota del socialismo, sin echarle la culpa al “bloqueo”.
De acuerdo con CubaNet. el domingo 11 de julio, bastante cerca de aquel 26 de julio de 1956, cuando ocurrió el acto terrorista más criminal de la historia de Cuba, perpetrado precisamente por los hermanos Castro, el pueblo cubano dijo basta y salió a las calles espontáneamente, desarmado y valiente, para gritar lo que es su derecho.
El gobernante cubano alega entonces que quienes alientan estas manifestaciones no quieren el bien para Cuba, y utiliza cínicamente la pandemia y el miedo para evitar las protestas.
Díaz-Canel llegó tarde a la repartición de la precaria maleta castrista. Lo vi asustado, con el rostro descompuesto, haciendo de tripas corazón, repitiendo como Fidel que “las calles son de los revolucionarios”.
Al gobierno castrista siempre le convino que los cubanos que no quisieran vivir bajo el comunismo emigraran, y para eso puso en práctica una política maquiavélica.
Los trágicos episodios de emigración irregular, ilegal y desordenada que provocaron tantas veces Fidel y Raúl Castro, les venía siempre bien. Salían de aquella “escoria”, es decir, de quienes nunca lograron doblegar. Y, además, provocaron que miles de hombres, mujeres y niños murieran en el estrecho de la Florida o en las selvas de Centroamérica.
¿No organizaban salidas masivas para deshacerse de los cubanos que podían ser enemigos suyos, cuando hacía crisis el socialismo? ¿Acaso el régimen no contribuye actualmente a que los cubanos de la Isla viajen hacia el exterior por terceros países, donde muchos han caído en las manos de traficantes para ser víctimas de robo, violación y muerte?
El castrismo para nada acepta que la política migratoria de EE. UU. haya salvado a cientos de miles de cubanos que huían del comunismo. En cambio, la llama “un instrumento de hostilidad hacia nuestro país, que tiene como objetivo desacreditar y desestabilizar a la Isla”.
Incluso tienen el descaro de llamar a la emigración ―nunca al exilio― “sensible temática” y responsabilizar a Estados Unidos, país que ofrece refugio a alrededor de dos millones de cubanos, de la debacle ocasionada por los Castro y continuada por Díaz-Canel.
¿Es que los mandamases cubanos no son capaces de reconocer que su gobierno se desacredita a sí mismo?
La verdad es muy sencilla: el Gobierno cubano se enfurece cuando ve que Estados Unidos limita el envío de remesas a Cuba, que ha dejado de otorgar anualmente entre 60 000 y 80 000 visas a los cubanos que, para el régimen, significa perder potenciales emisores de remesas y ganarse probables manifestantes contra el comunismo.
La dictadura también se enfurece cuando son devueltos a la Isla cientos de cubanos que arriesgaron sus vidas para llegar a suelo estadounidense mediante una travesía por mar con riesgos de naufragio y muerte. Echar a los cubanos de su patria, esa ha sido la mayor estrategia del régimen desde hace más de 60 años.
AM.MX/fm
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