Nunca se ha tenido una idea concreta sobre lo que debe contener una reforma educativa en México. Sus operadores han sido simples gazapos diletantes que han destrozado toda esperanza. Que han dado muestras de una supina incompetencia, al menos en los últimos ciento cincuenta años. Si alguien tuviera otro dato, este escribidor se lo agradecería.
El último secretario de Educación o Instrucción Pública de Don Porfirio fue Justo Sierra Méndez, El Maestro de América, un hombre cabal y visionario. Gente de su tiempo, fue influido hasta la médula por las ideas francesas positivistas que siempre fueron la base de cualquier Imperio y Dictadura. Sin embargo, la inauguración de la Universidad Nacional, significó su pase a la historia.
De ahí, al obregonista José Vasconcelos, un sujeto con una importancia personal que rebasaba su pequeña estatura. Un publicista desaforado de su tarea, reducida a imprimir libros de leyendas clásicas, para distribuirlos en un país de analfabetas, en un país que necesitaba saber leer, antes que poder balbucear letras clásicas.
Un individuo de poca monta. Aventurero político agigantado por sus sueños de grandeza, que ante la menor amenaza dejó colgados de la brocha a los que creyeron en él en aquella frustrada aventura contra la imposición callista del Nopalito Pascual Ortiz Rubio, otra ocurrencia del sistema.
En décadas, nada cambió
Los secretarios de Educación del maximato son absolutamente prescindibles, igual que los del cardenismo, excepción hecha de Narciso Bassols y de sus afanes por la enseñanza “socialista”… a la mexicana, claro está.
Dos veces titular de la SEP, en el alemanismo y lópezmateismo, Jaime Torres Bodet, siempre fue dominado por extrañas pasiones, siempre protegidas a cal y canto por el poder. Entusiasmado con sus efebos, dominado por los caracteres masculinos, acabó suicidándose en su escritorio después de escribir sobre un papel de estraza: “yo ya no vivo, sólo finjo que vivo”, inmediatamente después de una frustración pasional por demás prohibida en aquellos tiempos. La creación del SNTE, en su primer periodo, y los Libros de Texto Gratuitos, sus aportaciones más reconocidas.
Agustín Yanez, un buen novelista, que había hecho un buen gobierno en su tierra natal, Jalisco, pero que de educación no tenía el menor norte. Él se desenvolvía mejor entre los grupos que buscaban la interlocución con un sistema acasillado y autoritario. Hombre distante de las aulas. Nunca estuvo frente a grupo.
Víctor Bravo Ahuja, en el echeverriato, fue el ridículo en monstruo. Hombre dedicado a cuidar a sus muchachitos, dio pie a la gran vergüenza nacional de querer perorar ante el cadáver de José Revueltas y las imprecaciones de la totalidad de la izquierda reunida, pasó a la historia como una escandalosa befa.
SEP, premio de consolación
Jesús Reyes Heroles, magnificado por sus beneficiarios, vino de su juvenil diplomado de España a repetir una serie de retintines dizque intelectuales, para adornar sus discursos con latiguillos infumables y harto conocidos, productos simples del refranero español y de los escritores republicanos, a los que siempre negó la cita de pie de página. Fue de todo y sin medida, José José dixit.
Miguel González Avelar, un buen mexicano, autor de libros simpáticos y reveladores del carácter del burócrata culto. Nunca estuvo frente a grupo y jamás esbozó una idea sobre algún intento de política educativa, ni cómo debía influir ésta en una idea de Nación.
Fernando Solana Morales, descendiente de una dinastía de editores honrados, tuvo la suerte de ser secretario General de la UNAM en tiempos del gran rector Javier Barros Sierra, a quién se le puso la historia en bandeja de plata. Tuvo la suerte de aparecer junto a él en una fotografía inolvidable de la primera manifestación contestataria intestina, y de ahí, a ocupar todos los puestos posibles. Recién fallecido, Solana fue banquero estatal, canciller, Secretario de Educación, de Economía, embajador itinerante, asesor privado de conglomerados trasnacionales que aprovecharon en grado sumo su experiencia y relaciones que había establecido desde Tlatelolco con firmas gabachas, para hacer los mejores negocios.
Nunca propuso una sola idea de profundidad en el tema educativo. Se dedicó, como sus antecesores, a administrar el sistema educativo, hecho pedazos por la descentralización llevada a cabo por Reyes Heroles, quien sólo quería más tiempo para sus etílicas aficiones, haciéndose pasar como interlocutor del gobierno con sus eternos y atinados detractores.
Bartlett y Zedillo, la usaron como escala
Manuel Bartlett, prófugo de la justicia gabacha, que le cobraba sus impertinencias en el destape de las decenas de franquicias del narco, asunto al que se dedicó , al percatarse que se habían despedazado sus ambiciones presidenciales, fue un fiasco educativo. Peón de Córdoba Montoya, duró en la SEP el tiempo necesario…
…para que transcurriera el calendario electoral y poder largarse a Puebla para hacerla de gobernador, en busca de protección estatal y fueros, que lo inmunizaran para que la espada de la venganza de ambos lados del narco , el gabacho y el local, no cayera sobre su cabeza. Ahora es senador –posición comprada por sus miedos–, habilitado por sus víctimas de siempre, pontificador de todo, un cínico redomado. Tartufo de profesión.
Ernesto Zedillo, encarnación de los traidores, llegó a la SEP para hacer sombra. Para esperar que la sociedad secreta de Yale, “Huesos y Calaveras” se agazapara y esperara la ocasión propicia para deshacerse del infeliz Colosio y ungirlo Presidente. Una verdadera desgracia que no merecía ningún país.
Los panistas, desastre total
Miguel Limón Rojas, todo un esperpento. Manejado por todos los intereses posibles que lo hicieran permanecer en todos los frentes, hizo todo lo que estuvo a su alcance para hacer fracasar cualquier intento educativo. Destrozó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y de paso, corrompió las bases del Programa de Carrera Magisterial.
Llegó la “alternancia”panista. Una de las peores ocurrencias del “alto vacío” guanajuatense fue poner al frente de la SEP a un rechoncho regiomontano, impulsado por el Grupo Femsa, de nombre Reyes Tamez (?), que nunca tuvo una peregrina idea sobre política educativa. Casi un analfabeta, hizo demasiado daño.
Alonso Lujambio, la carta fuerte del calderonato, enviado a la SEP en busca de negocios y cajas chicas para disfrute y solaz del beodo moreliano. La “Estela de Pus” y las costosas y ridículas celebraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional reflejaron el horror de su idea de la educación y del país.
Acabó cómo senador, sólo para ser arrastrado lastimosamente por su viuda, sobre una silla de ruedas en el recinto de la llamada Cámara Alta, con un montón de huesos derruidos, con el único propósito de cobrar los mayores estipendios del pago de marcha de una vida improductiva y falaz.
Chuayffet, centralizar los pago$
La nueva era priísta del peñanietismo enseñó el cobre con la imposición en la SEP de su “estrella vacía”, el rarito Emilio Chuayfett, ungido operador de las cuestiones sociales del Grupo Atracomulco. Como todos ellos, sólo dedicado a lo suyo, a robar. Lo primero, quitar de en medio a la líderesa que se oponía al atraco, llenándola de infundios y bajezas, propias de su estructura mental “diferente”.
Acusándola de oponerse a un proyecto de reforma educativa que sólo era un gafe financiero: concentrar las nóminas de los maestros de todo el país, para aprovecharse de sus intereses mensuales, una suma multimillonnaria, que le permitiría ser el adalid de la depredación entre los avorazados mexiquenses.
Como pasa en estos casos, al no poder explicar el objetivo de la reforma educativa, ni sostenerse en el programa de evaluación de los docentes, ni afrontar como hombre las crecientes manifestaciones de descontento –que le cubría el compadre presidencial Luis Miranda con el beneplácito y las “maletas” de Los Pinos– fue vergonzosamente destituido, igual que cuando quiso hacerla de brazo fuerte, desde la Secretaría de Gobernación zedillista.
Lo peor, El Niño Ñoño Nuño
Pero venía lo peor: el arribo del aventurero de siete suelas, El Niño ñoño Nuño, que se habilitó contra todo pronóstico en la SEP, y ganó perdiendo. Dando bastonazos de ciego a diestra y siniestra, ha podido alborotar aún más un avispero que hierve en todo el país. Que sólo exige diálogo, pero eso es lo más caro para un improvisado: no tiene con qué argumentos dialogar. Se exhibiría más de lo que ha logrado con sus impertinencias y babosadas cotidianas.
Nuño es el indicado para llevar al país directo al desastre social durante el proceso electoral federal del 2018. Está hecho a la medida para lograrlo. Porque van a estar en juego sus ambiciones personales, su indudable ascendencia en el peñanietismo y su manifiesta incapacidad para afrontar el creciente descontento contra un régimen carroñero y desquiciante.
Nunca alguien mejor para lograr ese objetivo. Hecho a la medida hasta para desangrar al país. A todo eso, ¿y la reforma educativa? ¿Qué es?
Índice Flamígero: Parece chiva loca en tienda de Swarovski: ahora metió sus infantiles manitas en el Instituto Politécnico Nacional y, tras ires y venires, adscripciones de la institución de educación superior a una y otra oficina burocrática, El Niño lo consiguió: ¡Tiene en paro a 10 escuelas vocacionales, equivalentes al bachillerato! No está el horno para bollos, y Nuño alebresta al magisterio y, ahora, a la comunidad politécnica. ¿Acaso su verdadera tarea es la desestabilización social? De ser así, ¡chapeau!. El titular de la SEP es, entonces, un marxista leninista de cepa a quien se le da muy bien eso de “agudizar las contradicciones”. + + + Y en temas internacionales, El Poeta del Nopal ironiza hoy sobre los decires de la precandidata Hillary Clinton de que “apoya el enojo de la sociedad con respecto al caso Ayotzinapa y pidió a los mexicanos unirse ante la crisis de derechos humanos que atraviesa el país, pues casos como el de los 43 normalistas desaparecidos es indignante: ‘Si yo estuviese en el gobierno mexicano no descansaría hasta descubrir lo que pasó’, declaró visiblemente alterada…”, según nos cuenta don Alfredo Álvarez Barrón: “Cuando en tono preocupado / por nuestros muertos aboga / es como nombrar la soga / en la casa del ahorcado; / basa su pobre enunciado / en alguna ley proscrita / pero la piedad irrita / si no tiene fundamentos, / sus deplorables lamentos / ya nadie los necesita.”
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