José Luis Parra
Claudia Sheinbaum dice que todo está bien, que las leyes antilavado son fuertes, que las tres instituciones señaladas son pequeñas, que no hay pruebas suficientes… pero el pánico no entiende de comunicados ni de ruedas de prensa.
El misil que lanzó el Departamento del Tesoro de Estados Unidos cayó en tierra mexicana y la onda expansiva está lejos de detenerse. En el sector financiero el temor es real. El efecto dominó no es solo un titular llamativo: ya comenzó a rodar la primera ficha.
CI Banco, Intercam y Vector están bajo la lupa. Pero los rumores apuntan más alto: se menciona por lo bajo un banco mexicano, más grande, más expuesto y más vulnerable.
Y mientras tanto, las sofipos, las sofomes y los flamantes neobancos tiemblan. Su control antilavado es tan sólido como un castillo de arena en temporada de huracanes.
Desde Hacienda, la Asociación de Bancos de México y hasta la AMIB intentan calmar los ánimos, pero lo que comunican no tranquiliza. Al contrario, pone nervioso hasta al más estoico. Y cuando un sistema bancario entra en modo paranoia, comienzan las auditorías de emergencia, las renuncias estratégicas y los bloqueos preventivos.
Gabriel Regino lo dijo claro: el problema no es solo técnico, es político. ¿Dónde está el titular de la UIF? ¿Por qué no da la cara? ¿Por qué dejan sola a la presidenta en un tema que es pólvora pura?
Y de fondo, un dato inquietante: la comunicación de Hacienda contradice la narrativa del Tesoro. ¿Colaboración bilateral o cada quien por su lado?
Alondra De La Garza Erives, especialista en antilavado, sentencia con precisión quirúrgica: “No da certeza de absolutamente nada”. Y lo más preocupante es que tiene razón.
Lo que viene no es bonito: salidas masivas de clientes, bloqueos internacionales, auditorías invasivas, desconexión de corresponsalías, y un regreso sutil —pero real— de mercados negros.
El sistema financiero mexicano no solo está en riesgo por las entidades señaladas. Está en juego la credibilidad completa del aparato bancario. Y si las operaciones existieron y no se detectaron, será el reconocimiento tácito de que no tenemos herramientas, ni personal, ni control.
Pero qué importa, si aquí seguimos con la política del avestruz, enterrando la cabeza mientras la tormenta ruge encima.
La historia financiera de los próximos años podría comenzar con una duda razonable… y terminar en un colapso anunciado.