Por David Martín del Campo
El calendario se está sobrepoblando de festejos, y con ello el jolgorio de los chamacos armando “puentes” escolares. Día de la Bandera, Día de la Madre, Día del Maestro, 5 de Mayo, 15 de Septiembre, y ahora el 26 de septiembre, la famosa “noche de Iguala” en 2014, cuando la policía local apresó a un centenar de estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, de los cuales 43 nunca más aparecieron.
Efemérides que enlutecen o contagian gloria a la ciudadanía. La bandera a media asta o tremolando a todo lo alto, según sea la fecha. El Himno Nacional entonado, o el minuto de silencio requerido por el diputado Hernández… porque en mis tiempos de estudiante surgía la réplica infaltable: “¡No un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha!”. Bueno, sí.
A las efemérides cívicas se añaden las celebraciones del Evangelio, impostergables y obligatorias: la Navidad, la Semana Santa, el festejo de la Virgen de Guadalupe, que también son oficiales. Siempre hay algo que conmemorar, y bendita sea la memoria recordando los momentos fundamentales del calendario.
Estamos por conmemorar el día insigne de nuestra democracia moderna. Como algunos recordarán, aquel 2 de octubre de 1968 ocurrió la terrible “noche de Tlatelolco” en que fue aplacada una manifestación estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas. Diez días depués el presidente Gustavo Díaz Ordaz inauguraba los XIX Juegos Olímpicos en una ciudad pacificada, luego de las refriegas que acompañaron al movimiento estudiantil de aquel año.
No es ningún secreto que en aquellas movilizaciones participaban –de manera encubierta– militantes de la izquierda, principalmente del Partido Comunista.
Cuando ocurrió la masacre de Tlatelolco, muchos de ellos fueron encarcelados y aquello sería la simiente del movimiento, largo y sinuoso, que desembocaría en la apertura política de años más tarde… la fundación del PMT, del PST, la legalización del PCM, las fusiones electorales del PMS, PSUM, el FDN, el PRD y Morena, hoy en el poder.
La consigna era: “Dos de octubre, no se olvida”, y ahora vivimos las consecuencias de aquellos desplantes reivindicativos, luego de probar y comprobar que la vía armada para la transformación social era inviable.
Y vino el 10 de junio (de 1971) –otra efeméride aciaga–, que puso en guardia al gobierno de Luis Echeverría, receloso de repetir la estrategia de Díaz Ordaz. De ese modo se abrió a una izquierda suavecita, amiga de las Naciones del Tercer Mundo y del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. Lo sentenció Carlos Fuentes en una proclama: “Echeverría, o el fascismo”; y lo nombraron embajador en París.
La efeméride del 5 de Mayo celebra la única victoria militar mexicana contra la invasión del ejército francés, comandado Napoleón III. La del 13 de septiembre (de 1847) conmemora la batalla del Castillo de Chapultepec donde murieron los seis cadetes denominados “niños héroes”, tras cuya derrota el general Winfield Scott izaría la bandera norteamericana en Palacio Nacional, donde se negociaría la paz con la cesión de los territorios de California, Arizona, Colorado, Nevada, Utah, Nuevo Mexico, Texas y buena parte de Oklahoma y Kansas.
El 19 de septiembre es una efeméride celebrada con el sonido aterrador de la alerta sísmica. Luego de los terremotos de 1985 y 2017, coincidiendo en la fatídica fecha, el suceso pone en guardia a la población del centro y sur del país, recordándonos que vivimos en territorio telúrico donde tiembla en cualquier momento, y que remite al terremoto del 7 de junio de 1911, día en que el ejército revolucionario ingresaba a la ciudad de México, recordado en aquella famosa expresión: “Cuando Madero entró, hasta la tierra tembló”.
El 12 de octubre, “Día de la Raza” que celebraba el Descubrimiento de América, ya no es celebrado con aquella emoción escolar, sino con abominiación contra España. El 20 de noviembre, día de la Revolución, es algo más que la avenida principal en medio país, pues fue nuestra gloriosa Tercera Transformación de la que resultó ganadora (a la larga) el PRI; hoy casi extinto. Una efeméride más, pues.