Cicuta
Jaime Flores Martínez
Viernes 18 de julio del 2025.-Convencidos los habitantes del mundo que —oficialmente— Estados Unidos no está en guerra, resulta inocultable el enfrentamiento que se registra en las alturas del poder.
¡Donald Trump y Elon Musk están trenzados!
Y aunque alguien pudiera desestimar este pleito, entonces tendría que subrayarse que Trump es el político más poderoso del mundo y Musk el hombre más rico del planeta.
Además, muchos opinólogos coinciden al señalar que Elon Musk es el zar de la tecnología y tiene información clasificada que ni siquiera la tienen ni los militares de más alto rango de Estados Unidos.
Cicuta insiste que, aunque Estados Unidos no está en oficialmente en guerra, la batalla entre Musk y Trump podría traer consecuencias devastadoras.
Elon Musk es el magnate de la tecnología y la inteligencia artificial y ya lanzó advertencias directas e indirectas a Trump.
Luego de la aprobación del “Plan Fiscal Trump 2025” en el Senado el pasado día 6, se reavivó la guerra entre ambos.
Según Musk (al igual que muchos legisladores incluso republicanos) ese plan deteriorará más la economía estadounidense.
Afirma que bajo el pretexto de reactivar la economía y reducir impuestos a los ultra ricos, lo que hace Trump es debilitar la regulación sobre empresas tecnológicas y existe el riesgo de abrir nuevas puertas a los combustibles fósiles.
Musk, que en el pasado coqueteó con el trumpismo por conveniencia económica, ha roto lanzas con el actual presidente y ya lo advirtió en su cuenta de X: “No permitiré que este país retroceda al petróleo ni al nacionalismo retrógrada”.
Esa amenaza no quedó solo en el terreno político. En el Pentágono se filtró que Musk ya limita de forma selectiva el uso de su red satelital Starlink en apoyo a aliados europeos.
¡Se pone del lado contrario!
No es exagerado afirmar que Musk tiene un poder indirecto, aunque real sobre el ejército estadounidense. Sépase que la corporación Starlink es estratégica para la comunicación en el campo de batalla: Ucrania lo ha usado para operaciones contra Rusia y —según información oficial— el Departamento de Defensa firmó contratos multimillonarios con SpaceX para sistemas de lanzamiento y redes satelitales seguras.
Si Musk decidiera sabotear o condicionar ese acceso por intereses personales o políticos, el Pentágono tendría un problema estructural inmediato.
No existe una red alternativa con igual cobertura, velocidad y estabilidad, en pocas palabras, Estados Unidos no tiene plan B.
El enfrentamiento entre Trump y Musk no es nuevo, aunque ha escalado a niveles preocupantes.
En julio de 2022, antes de ser “amiguísimos” Trump llamó a Musk “otro mentiroso de los negocios” y dijo que “debería arrodillarse por los subsidios que le dimos”.
Resulta que días antes, el CEO de Tesla (Musk) cuestionó la legitimidad presidencial de Trump en 2020.
Ya en tiempos recientes, Musk sugirió que Trump fue uno de los protegidos del fallecido Jeffrey Epstein un magnate acusado de reclutar mujeres para ofrecerlas para darles placer a los acaudalados.
Con esa declaración Musk sacudió a la élite política y —desde ese momento— la guerra no declarada entre ambos ha sido constante.
Habrá que subrayar que el choque no es solo ideológico ni económico sino una colosal lucha de egos.
Trump se ve a sí mismo como el salvador de América. Se ve asimismo como un outsider enfrentando al “Estado profundo”.
A su vez Musk se cree el visionario que guiará a la humanidad a Marte, un genio incomprendido por la mediocridad del sistema. Ambos se sienten imprescindibles. Ninguno cede. Y el país —y quizá el mundo— están en medio del campo de batalla.
¿Quién ganaría?
La respuesta no es sencilla. Trump tiene la política, las bases radicales, los tribunales y medio Partido Republicano.
Musk tiene la tecnología, el dinero, la influencia en los mercados y acceso directo al aparato de defensa.
Si se trata de ganar una elección, Trump tiene la ventaja. Pero si el enfrentamiento se traslada a los sistemas de poder duro (inteligencia artificial, espacio, telecomunicaciones), Musk podría asestar golpes letales.
En última instancia quien perdería sería la democracia, porque ninguna de estas figuras actúa desde una ética cívica.
Lo hacen desde la ambición y el control. Si la política se somete al chantaje tecnológico y la tecnología amenaza con sabotear la soberanía, el mundo entraría a un ciclo de inestabilidad nunca antes visto.
La confrontación entre Trump y Musk no es anecdótica: es la señal de que el poder ha dejado de estar en manos del Estado y que el siglo XXI no será dominado por presidentes, sino por algoritmos y multimillonarios desatados.
Estados Unidos —y el mundo— deberían encender las alarmas. La próxima guerra no será con tanques, sino con satélites, tweets y códigos.
Positivo
Qué bueno que la renuncia del teniente coronel Julián Leyzaola Pérez a la Secretaría de Seguridad de Mexicali fue asumida positivamente por los regidores del gobierno en la capital del Estado de Baja California.
Al menos los regidores de oposición recibieron complacidos el anuncio de Leyzaola al señalar que su renuncia obedecía a cuestiones personales.
Lo cierto es que con Leyzaola los niveles de inseguridad no disminuyeron y por eso la decisión fue bien recibida, incluso por la sociedad mexicalense.
Será por presiones externas, por decisión personal o por órdenes de los jerarcas del gobierno, pero Leyzaola presentó su renuncia y esta fue bien recibida. Por algo será.
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