Claudia Rodríguez
Si el presidente Enrique Peña Nieto está en la tarea de su “gira del adiós” y de una “rendición de cuentas” muy a modo en entrevistas para la Televisión y apenas una en la Radio, la que si acaso nos enviará una sonrisa fingida de despedida; será la señora Angélica Rivera, a quien ya poco se le ve con su esposo en actos públicos, e incluso en días de descanso.
Es cierto que la señora Rivera no es parte ni del Ejecutivo, ni de la Administración Pública Federal, lo que ella tomó muy en serio al rechazar luego de arribar a Los Pinos en el 2012, la dirección general del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y cederlo a Laura Vargas Carrillo, esposa del hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, entonces designado titular de la Secretaría de Gobernación y aún en la gracia de Peña Nieto. La nombrada “Gaviota” por su papel protagónico en una telenovela de Televisa, apenas si ocupó en el DIF, un cargo honorario.
Pero si creíamos que Rivera no sería protagonista en este sexenio, nos equivocamos.
No podremos recordarla en un rol de llamada “primera dama” asistiendo al necesitado, como no haya sido coreografiado. Ni siquiera asistía regularmente a las juntas del DIF. Lo suyo eran los reportajes para distintas revistas de sociales, los viajes fuera del país, los vestidos, zapatos y joyas de marcas exclusivas.
Pero sí hay una cereza envenenada por la que de por vida se recordará a la ahora esposa de Peña Nieto, será por supuesto, la compra de una mansión por casi 90 millones de pesos y cuyos constructores –Grupo Higa– trabajaron en obras por licitación directa o de concurso de manera continua en el Gobierno mexiquense de su esposo y en los primeros años de esta Presidencia.
Cuando Angélica Rivera grabó un video para YouTube –que se hizo más que viral—con la idea de explicar que la llamada Casa Blanca, ubicada en las Lomas de Chapultepec, Ciudad de México; no se obtuvo con fondos públicos como se había señalado, sino con su personalísimo ahorro, fruto de 25 años de su trabajo en Televisa, muy pocos le creyeron. Tal vez ni siquiera encontraron rasgos de credibilidad en tales imágenes, quienes escribieron el documento leído.
Desde aquel momento dejó claro públicamente, que ella sólo era la esposa de Peña Nieto y que le molestaban los señalamientos.
Pero seguro alguien tuvo que pagar y muy car, el haber expuesto así a Rivera para salvar el pellejo de otros tantos, incluido el del presidente Peña Nieto.
Hubiéramos agradecido que al menos en una de sus apariciones mediáticas, en donde ella y hasta sus hijas fueron objeto de distintos reportajes, se hubiera enunciado algo de profundidad y de contenido social frente a la tremenda desigualdad, violencia e inseguridad que se vive en México, su país.
Pero ella eligió el camino suave, sin tropiezos para su vida de oropel en donde lo que importa es el decorado de sus propiedades, sus hijas y los lugares del mundo que ha visitado –he ido de compras— por ser la esposa de Peña Nieto.
Lo suyo fue ser un objeto decorativo y nada más, incluso la comidilla social con sus desplantes públicos para su esposo, quien lleva la investidura presidencial; pero igual, él las contestó u obsequió en varias ocasiones.
“La Gaviota” ya hasta hizo mudanza –por ciento Presidencia anunció en 2016 que se regresó la casa millonaria al Grupo Higa.
Seguro veremos a la señora Rivera esporádicamente: el 15 de septiembre en la noche de “El Grito” y en el día de entrega de la banda presidencial de Enrique Peña Nieto a Andrés López Obrador, o tal vez el último acto no lo conceda..
Si se despide lo hará a su estilo.
Adiós “Gaviota”. A volar.
Acta Divina… “Tengo la capacidad económica y recursos propios”: Angélica Rivera para intentar explicar la compra de su Casa Blanca.
Para advertir… Seguro Peña Nieto es muy suertudo al casarse con Rivera, hasta venía con dote de Televisa.
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