Jorge Miguel Ramírez Pérez
El 2018 ha sido un año fuera de lo común en lo que se refiere al manejo de la cosa pública. Sin duda lo mas relevante fue la elección de julio que despojó del poder al PRI, creo para siempre, porque en esta ocasión se les cayó el sistema, por supuesto no el electoral; sino el sistema político que se significó como la última etapa del agotado proyecto de la vieja revolución.
Independientemente que el triunfador fue López Obrador ya le urgía a México un cambio de régimen, es decir desplegar una reingeniería cualitativa mas allá del cambio de personas, una maquinaria que fijara nuevos objetivos y métodos para salir de escollos que en décadas de políticas fracasadas o mal planeadas desde su origen, requerían una visión renovada.
Porque el cambio a través de las reformas estructurales no fue suficiente, era necesario pero con adecuaciones limitantes en nuestro país y no como calcas de recomendaciones de economías de mercado, que erróneamente suponían mecanismos de competencia equilibrada y no los senderos retorcidos que se hicieron comunes, en los que los funcionarios eran los monopolizadores de los beneficios, es decir los únicos que hacían los negocios,
Ese enfoque de usar el dinero de los contribuyentes en lograr negocios propios mediante reglas hechas a ese propósito, lo que incluye leyes, también erigió un aberrante sistema de simulación que de ser un simple recurso de teatralidad para ocultar malas operaciones del gobierno, se convirtió paulatinamente en el centro filosófico para las malas prácticas de todo programa; carreteras con sobre precio, obra cobrada no ejecutada, incluso ficticia; programas simulados en agua, agricultura; y gastos excesivos en evaluaciones y falsos poderes autónomos sobre pagados; sueldos exagerados sin ninguna justificación y muchos etcéteras. No podía continuar eso así.
Ese balance negativo de las últimas décadas que yo no reduzco a una simple culpa del neoliberalismo, como se quiere hacer ver; sino al resultado del nacionalismo revolucionario de la última etapa, es decir desde Echeverría hasta la fecha, inflando la burocracia y la deuda para financiar el excesivo gasto corriente y los apoyos sociales, que son electorales; tenía que sucumbir y lo ha hecho. Sencillamente ya no puede ese adefesio conseguir más dinero para seguir simulando que lo bueno también cuenta.
Con todos esos errores creo, que de todas maneras el capitalismo en sí, prevalecerá.
López Obrador tuvo el acierto de visitar en 18 años los pueblos improductivos de México y además canalizar hacia su persona, la fuerte percepción de poder combatir la corrupción, especialmente cuando la PGR de facto sacó de la contienda a Anaya. Se quedó sin rivales. Lo demás es historia, la generosidad del electorado se excedió y se llevó el Congreso.
Eso parece que fue sorpresivo aún para López Obrador y la agenda se amplió en asuntos mas complejos, entre ellos retener ese poder dentro de tres años, mediante seguir inscribiendo el nombre del hoy presidente, so pretexto de la consulta de revocación del mandato.
Pero un balance de los últimos días, de manera escueta señala cosas positivas pero mal manejadas como el acuerdo de quitar el fuero, en el que le faltó pericia a Pablo Gómez o el fracaso de la negociación con los sueldos de los jueces que la Sra. Sánchez Cordero no pudo resolver. No digamos lo del recorte de las comisiones bancarias, que no se logró por un pobre manejo de parte de Monreal.
Otro asunto que se reconoció como error y no lo era, se refiere a retractarse en reducirles presupuesto a las universidades públicas que en la realidad gastan mucho en ciertos privilegios y su productividad es baja; atendiendo indicadores de peso como el registro de patentes donde tienen un bajo rendimiento; sin hablar de que esas universidades fueron el vehículo tanto para actuar como partidos políticos, como para armar las “estafas maestras” que requieren ser investigadas y ventiladas públicamente.
Me parece que en lo referente a los indicadores que se manejaron para la ley de Ingresos la gente de Urzúa fue excesivamente optimista: un barril a 55 dólares, cuando está en 46; el dólar a 20 todo el año, cuando está arriba de esa cantidad y la inflación a menos de 4 % cuando en realidad no es así. Por lo pronto la gasolina en enero escalará para mostrar que una cosa es prometer y otra muy diferente actuar.
Otras decisiones como lo sucedido con la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco, encierran mucha controversia, y los argumentos de costos exorbitantes de los que habla López Obrador, necesitan mas que su opinión para tener carta de legitimidad; porque la consulta simulada ancló al nuevo gobierno a las malas prácticas del pasado del tipo manipulador. De hecho, el asunto obliga a definir que es algo no necesariamente definido en todas sus consecuencias, a lo que habrá que añadir además, cuentas claras de las pérdidas y la decisión de cómo se absorberán.
Reducir algunas delegaciones, racionalizar el exceso de personal, establecer regiones con estímulos fiscales y habilitar el istmo, sus puertos y la zona fronteriza son algunos de los temas pendientes que se espera se manejen con oficio y profesionalismo para lograr lo que se busca.
Lo ideal es siempre dar la cara ante las adversidades y ser cautos en las luchas que tienen el perfil de revanchas. El asunto de los Moreno Valle está pendiente y la experiencia dice que se convierten en temas obsesivos.
Lo que me parece que lleva al encono es el tipo de discurso que se presta a la división; porque finalmente incluso los países comunistas que desestructuraron el régimen de propiedad, lo que generaron fue ante todo la ruptura de las cadenas de la convivencia, que aún perduran después de los fracasos socialistas. Daños que persisten.