Norberto Maldonado
El mundo de la tecnología avanza a un ritmo que sorprende a muchos. Dentro de este universo en constante evolución, el blockchain ha emergido como una estrella en ascenso, prometiendo revolucionar la manera en que interactuamos no solo con la información y los bienes digitales, sino también con los bienes físicos. Sin embargo, como en todo avance disruptivo, surge la pregunta necesaria sobre su regulación y marco legal, así como las implicaciones económicas que pueda llegar a tener.
La experiencia nos ha enseñado que adoptar masivamente cualquier tecnología requiere de un proceso adaptativo de muchas dimensiones. Desde los inicios del internet hasta la llegada de las redes sociales, cada avance tecnológico se ha acompañado por un periodo de ajuste en el que las legislaciones y regulaciones luchan por mantenerse al día. En el caso del blockchain, este proceso no es diferente. Las autoridades y expertos legales se encuentran actualmente navegando en un mar inestable, tratando de entender y articular un marco normativo que fomente la innovación, sin sacrificar la seguridad.
Sin embargo, la tecnología blockchain es más que solo una moda pasajera. Su capacidad para proporcionar una base segura y transparente para transacciones y registros digitales ha estimulado tendencias que no pueden pasarse por alto. Desde la cadena de suministro hasta el manejo de activos, las aplicaciones del blockchain se ramifican en muchísimas industrias. La vanguardia en este sentido radica en la tokenización, es decir, en las unidades digitales emitidas de activos físicos, lo cual permite a inversionistas tener fracciones de bienes raíces o incluso obras de arte. Esto abre puertas a una democratización de las inversiones, al tiempo que desafía la noción tradicional de propiedad.
La propuesta es clara: regular sin sofocar. Es importante que los gobiernos y organismos reguladores adopten un enfoque proactivo que reconozca las ventajas de que el blockchain puede fomentar la investigación y la colaboración interdisciplinaria. Esto podría alisar el camino hacia un marco legal que celebre los avances tecnológicos mientras aborda preocupaciones legítimas, como el lavado de dinero y la evasión fiscal. Además, la educación y la divulgación son fundamentales para que las partes interesadas comprendan plenamente las implicaciones y los riesgos.
Los a favor son innegables. La implementación generalizada del blockchain tiene el potencial de reducir drásticamente la burocracia y los costos administrativos en múltiples sectores. La transparencia inherente a esta tecnología podría conducir a sistemas más equitativos y confiables, ya sea en la distribución de ayuda humanitaria o en el proceso de votación. Además, la descentralización puede empoderar a comunidades marginadas al brindarles acceso a servicios y acciones financieras que anteriormente estaban fuera de su alcance.
Sin embargo, no todo es un camino de rosas. La falta de regulación podría convertir el blockchain en un paraíso para la actividad delictiva. La volatilidad de las criptomonedas plantea preguntas sobre su estabilidad como medio de intercambio. Además, la necesidad de energía para validar transacciones blockchain ha generado preocupaciones sobre su sostenibilidad en un mundo cada vez más consciente del cambio climático.
Con lo dicho, queda claro que el blockchain puede cambiar nuestras vidas y desatar un nuevo paradigma económico. Sin embargo, para que pueda ser usado a nuestro favor, debe ser protegido y cultivado con sabiduría. De inicio, la regulación adecuada es esencial para garantizar que sus beneficios superen con creces sus desafíos. Como país, debemos abrazar la innovación mientras equilibramos las responsabilidades legales. En esta encrucijada entre potencial y cautela, México tiene la oportunidad de liderar el camino hacia un futuro donde el blockchain no sólo es una herramienta tecnológica, sino también una fuerza transformadora que impulsa nuestra economía y sociedad hacia horizontes más democráticos y esperanzadores; uno en el que usamos la tecnología en nuestro favor.