La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
¡Fukuyama, Fukuyama! We have a problem
La tensión que ha provocado el envío de tropas rusas a su frontera con Ucrania, reedita la Guerra Fría, que se vivió desde el fin de la 2ª Guerra Mundial hasta la desintegración de la Unión Soviética y con ello del Bloque del Este.
El expansionismo impulsado por Vladimir Putin, pasa por la necesidad de tener el control del Mar Negro y con ello, comenzar a revertir el déficit de salidas al mar que tiene la actual Rusia, cuya mayor parte de costas dan al Pacifico Norte y al Círculo Polar Ártico.
En la teoría geopolítica de Mackinder, Ucrania es considerada un Centro-Corazón o Área Pivote y, desde tal perspectiva, su dominio territorial permite anexar otras regiones (y contener incursiones), como ya ocurrió con el Imperio Ruso y la extinta URSS.
En este contexto, las amenazas de Estados Unidos y sus aliados, en el sentido de aplicar las sanciones más duras de que se tenga memoria, contra el régimen de Putin, en caso de que consumen la invasión, parecen no ser suficientes para disuadir al mandatario ruso.
En efecto, las advertencias no tienen el mismo resultado de otro momento, debido a la existencia de un poderoso tercer interesado: la República Popular China.
Bajo el liderazgo de Xi Jinping, el país oriental ha desarrollado el suficiente poder para subsanar los potenciales daños a la economía rusa y, en su momento, cobrar el favor e imponer el concepto de Una Sola China.
Por lo pronto, el hipotético anschluss ucraniano, implica la creación de un Estado-tapón y con ello, un freno a la ‘otanización’ de Europa del Este (esa, es otra historia), además, permite la reunión de dos potencias antagónicas, en el este y sudeste asiático.
Los movimientos de Putin, incluyen un reordenamiento geopolítico que no se contiene con boicots comerciales. Quizá, el tío Joe, sea testigo del fin de su país, como cabeza del bloque hegemónico. El tiempo dirá.