MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Sabrán el licenciado López Obrador y et al el origen del chayote y sus acepciones?
Mire usted. Utilizar al adjetivo chayotero para denostar a los periodistas obtuvo ese nivel para calificar de corruptos a quienes, reporteros, articulistas, académicos y a todo aquel ciudadano que no comulga con el señorpresidente Andrés Manuel López Obrador y lo critica en medios de comunicación, en las redes que, ¡vaya paradoja”, han servido a estas huestes cibernéticas lópezobradoristas para insultar, dividir y descalificar al vecino de enfrente mediante un bien armado ejército de jóvenes duchos en estos menesteres.
Por supuesto, hay de chayos a chayos tal cual fue y ha sido la praxis en la aportación de este recurso que puede ser en efectivo o en especie, mediante jugosos contratos. Nunca ha sido tabla rasa.
Pero, en aquellos días en los que el licenciado López Obrador hacia sus pinitos en el PRI tabasqueño, para dirigentes seccionales como él que estaba matriculado en la Facultad de Ciencias Política y Sociales, avecindado en la casa del estudiante tabasqueño en la colonia Santa María la Ribera, había una partida que se entregaba mensualmente y condicionada a portarse bien y disciplinados con el gobierno estatal priista.
¿Era chayo? Sin duda, como el que se entregaba mensualmente o por evento a los reporteros no necesariamente bajo determinadas recomendaciones; era un acuerdo no escrito pero bien entendido y había fuentes de información en las que el embute era un salario bien remunerado, porque el gobierno se había constituido en el Gran Patrón Sustituto, tanto que las empresas periodísticas, todas, sabían que la mayoría de los reporteros recibían ese complemento económico.
Este es un tema del que, no obstante, cada quien lo aborda como quiere o lo evita porque así lo dicta su conciencia. Pero nunca fue vergüenza en esos días de salarios que no cubrían, como hoy en muchos casos prevalece, las necesidades de un periodista que vive de la profesión, que es reportero y debe cubrir varias actividades y tener buena presentación; aunque lo hay que piensan que ser de avanzada o de izquierda implica trabajar con camisetas y chalecos de probada aversión al jabón. En fin.
Lo cierto es que lo mismo el vocero presidencial Jesús Ramírez que la señora Sanjuana Martínez, directora de Notimex, o José Antonio Álvarez Lima, capitán del Canal Once y Jenaro Villamil, jerarca del SPR, han cobrado un chayote o embute en cualquiera de sus representaciones ya en efectivo, en depósito por tareas prestadas, en un presente domiciliado por cumpleaños o como cumplido, en un viaje con viáticos a cargo del erario federal o estatal, una cena no precisamente en una fonda del Centro Histórico, un espacio en el avión presidencial o en el ocupado por la fuente presidencial y hasta de la CFE o de la Secretaría de Marina.
El que esté libre de culpa que lance su primer embute…
Porque estos personajes que utilizan el adjetivo chayotero no saben ni de qué diablos hablan, mucho menos el licenciado López Obrador a quien, en sus términos irreverentes y de quien lanza la piedra y esconde la mano, de las medias verdades y las posturas de infidente que violenta las leyes, bien se le puede considerar como Presidente Chayotero.
Chayoteros, fifís, conservadores, golpistas, hampones… epítetos con los que el señorpresidente estigmatiza e insulta un día sí y otro también a los periodistas que se desempeñan como reporteros, articulistas, comentaristas en los diversos medios de comunicación, pero igual a quienes lo critican. Y de su mano, impune, la pléyade youtubera que lee las preguntas mañaneras aleccionadas, sembradas, porque no hilan una frase motu proprio mas sí la palabra chayotero.
Pero estaba con el caso del licenciado López Obrador quien, en estricto sentido, no está exento de portar la etiqueta, si de acusar haber recibido y recibir recursos para ejercer su profesión o tarea. Chayotero.
Y es que, desde aquellos días en que salió de Tabasco en 1991 rumbo al entonces Distrito Federal, para protestar por el que consideró fraude en al menos seis alcaldías, al frente del denominado Éxodo por la Democracia, la pregunta que nunca respondió es quién o quienes le financiaron la marcha que duró del 25 de noviembre de 1991 al 11 de enero de 1992, cuando al frente de un nutrido grupo de tabasqueños llegó a la Ciudad de México.
¿Quién sufragó los gastos de ese periplo que no costó unos cuantos miles de pesos? ¿Pagó de su bolsa a la que quincenalmente alimentaba como dirigente del PRD tabasqueño? Bueno, hay que recordar que también fue dirigente del CDE del PRI, y lo que cobraba no era un salario cualquiera.
Cobraba chayos que le aportaba Manuel Camacho Solís, jefe del entonces Departamento del Distrito Federal; el movimiento de López Obrador recibía apoyos económicos y en especie que, en buen castellano y como él lo entiende, se trataba de un chayo.
A razón de qué el DDF de esos días de 1992 y 1994 alimentó las bocas que pastoreaba López Obrador para protestar en la capital del país por actos cometidos en Tabasco, por qué entonces sí demandaba la intervención de la Secretaría de Gobernación en asuntos de competencia estatal que ahora rechaza que él, Presidente, y la Secretaría de Gobernación intervengan en el caso de la Ley Bonilla del estado de Baja California.
¿Será que el licenciado López Obrador es filántropo de la política? Leandro Rovirosa Wade, el poeta Carlos Pellicer, el maestro Enrique González Pedrero, Manuel Camacho Solís y hasta Fernando Gutiérrez Barrios dieron a López Obrador un chayote. O, ¿quién sostenía sus movilizaciones con aportaciones no comprobables?
Filántropo y faquir. Populista que vive del chayote que recibe como aportación para su causa. Habrá tiempo para hablar del chayo, para que no se espinen la boca quienes lo usan para insultar. Conste.
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