Luis Farías Mackey
La mecánica acaba por cansar y enfadar. Termina convertida en ruido, aturde, como la estática, es sólo tráfico y presencia obsesa en redes; un circuito de vanaglorias, delirios, espejos, fruslerías.
Diga lo que diga la presidente, se reproduce en redes con una omnipresente intensidad y en términos heroicos e epónimos: “una histórica gira”, igualita a la de todas las semanas; “nunca antes”, y es el mismo lugar común de siempre; “fustigó”, “puso en su lugar”, “exhibió”, cuando son las mismas descalificaciones distractoras y los mismos destinatarios; “inédito acaecimiento”, igualito al acaecido ayer, antier, antes de ayer y sígale hasta que la memoria se agote.
En lugar de argumentar en favor de su primer paquete fiscal, arremete contra Calderón con las mismas cantaletas de siempre; no contesta a la pregunta sobre las muertes de marinos que todo México se cuestiona, porque ofende a los deudos, como si preguntar ofendiera más que la muerte misma y su contexto.
¡Ah!, pero en las redes sus huestes se desgarran las vestiduras y mecen los cabellos en elogios y ponderaciones cuál si hubiese ganado ella sola la Segunda Guerra Mundial, o descubierto la cura del cáncer.
Pero no es lo que diga la presidente, escupa Noroña, pontifique Monreal, o bien pretenda ser la gracejada (es un decir) de Adán Augusto, el histerismo (es una afirmación) de Andrea Chávez, o el histrionismo de la Brugada o de Rosa Icela; es el aparato espejo distractor y festejo que despliegan en automático y en exceso; la sobre ponderación de lo intrascendente, el encomio de lo frívolo, el fervor a lo canalla, lo gastado de sus mantras, lo absurdo de sus argumentos, lo predecible de sus bilis, lo abrumante de su repetición por mil y una voces hasta la saciedad. Puede ser la sobreactuación de Ávila, lo sobreexposición de Juncal -que jamás postea sobre sus responsabilidades para las que fue electa-, el dedito insoportable de Epigmenio o los ridículos lamentables de Zaldívar; todos reciben la misma sobre acogida, la obscena sobre reproducción y extra aclamación, el tumulto digital, la abyección uniformada.
No sólo hay sobre exposición y displicencia, hay sobre enaltecimiento y fingimiento. Nado sincronizado, batuta.
El método es apabullar, el descontón y patada, luego sobre exaltar lo obvio, enaltecer lo trivial, glorificar lo vulgar, cantar hosannas a lo mediocre y repetitivo (no estás sólo Noroña), y la industria del espejo: yo te hecho porras, tú me echas porras, todos nos echamos porras. ¡Somos unos chingones! Sigamos así, nadie ni nadie nos detiene, ¡arriba la 4T”.
Pero en su Babel sólo hablan entre ellos, se co-ponderan y se co-creen, se consienten; el resto de México predice a leguas el contenido de sus posteos, de sus festejos y triunfalismos, de sus críticas y ataques, de sus distractores y miserias.
Las redes se abultan como sus egos y autoengaños, pero cansan, enfadan y a nadie nuevo convencen.
Y sabrá Dios a cuántos desconvencen.