Luis Farías Mackey
Nadie sabe para quién trabaja. Cuando Antonio Solá hizo popular la frase “es un peligro para México”, jamás pensó en que le estaba dando a López Obrador la estrategia para llegar a la presidencia de la República.
López supo entonces que le temían.
Es muy probable que el miedo sea algo muy profundo en él. Jamás lo sabremos, pero de lo que no tenemos duda es que el temor es su único instrumento.
Resalto el aserto: López Obrador gobierna con el miedo. Todo su gobierno, política pública, programa social y acción política se basa en el temor: Dar para que le teman y para que teman que les deje de dar.
Siendo joven, González Pedrero lo nombró presidente del PRI en Tabasco y empezó a tomar presidencias municipales hasta que las renuncias de munícipes obligaron a Don Enrique (González Pedrero) a detenerlo: “me estás incendiando el Estado”. Fue ésta la primera señal de su poder de miedo.
Perfeccionó su acción haciéndola negocio plantándose en el Zócalo de la Ciudad de México por un problema de pepenadores del Centro Tabasco e inaugurando la feria de bolsas de papel estraza —hechas luego símbolo de la Transformación por su hermano Pío— a cambio de desalojarlo. Salinas, Camacho y Ebrard jamás pudieron predecir que con su entuerto entregaban sus almas al cobrador de derecho de piso de la Nación.
Se sucedieron luego las tomas de pozos petroleros, de la jefatura del Distrito Federal sin tener residencia, del desafuero por violentar un amparo, de Reforma y, finalmente, de la presidencia de la República.
Así se convirtió, oficial e indiscutiblemente en el cobrador de derecho de piso sin igual.
Su instrumento es el miedo. Lo experimentó con los presidentes municipales de los municipios indígenas de Tabasco, lo perfeccionó con González Pedrero, a quien refundió, con Payan de La Jornada, en el Senado de la República. Ya para entonces lo había ejercitado con Salinas, vía Camacho y Ebrard, a quien aún mantiene domesticado en calidad de corcholata, le seguirían Zedillo y su escudero de fina estampa, Moctezuma, de tan triste memoria. Llegarían Fox y otro escudero sin estampa siquiera, Creel, con su desafuero desaforado. En el camino hizo comer de su mano a Slim, traicionó a Cárdenas, chamaqueó a Porfirio, se tragó al PRD e hizo de la política nacional rehén de sus odios y rencores.
Ya encarrerado y sabedor del miedo que genera, soltó aquello en la convención bancaría de “a ver quién les amarra el tigre”, doblegó a Peña Nieto, pactó con Videgaray y Trump en tándem, canceló el NAIM como prueba de su capacidad de infundir miedo y sometió al SAT, a la UIF y a la Fiscalía General en sus perros de casa.
El aeródromo en Santa Lucia, la refinería en Dos Bocas y el ecocidio maya, salpimientan su inoculación del miedo. La seguridad nacional, el combate a la corrupción y el austericidio son sus muletillas de rigor.
No podía faltar el asalto al poder Judicial con la persecución—renuncia de Medina Mora para hacerse de cuatro ministerios en la Corte y la chamaqueada a la voracidad mezquina de Saldívar con el garlito de su absurda eternización. Para hacerse del Congreso le bastó rifar en subasta candidaturas a diputados que desconocen lo que es la dignidad y la República. Así nos va.
Al PT, PES y Verde los escupió sin masticar. Movimiento Ciudadano supo distanciarse de él a tiempo. A los medios nacionales y empresarios de permisos, licencias y concesiones los cooptó desde el primer día, sin necesidad, siquiera, de mostrarles al tigre.
CIDE, CONACyT, Notimex, CNDH y demás instituciones autónomas o pensantes las mató de austeridad, omisión o mediocridad. A los fideicomisos los confiscó, los presupuestos los llevó a subejercicios para hacerse de sus recursos, a los gobernadores o los ignora, o los copta o los humilla —esto último con especial fruición sobre los suyos— , a SEDENA está por asimilarla a la Guardia Nacional.
Su gabinete no es uno de floreros y corcholatas, lo es de terror. Su política social no es clientelar, es de chantaje, de ahí que no quiera ninguna estructura comunitaria entre él y el beneficiario, no es el de los beneficiarios un derecho, es una intimidación sujeta a la fidelidad electoral.
Sí, nuestro amigo Antonio Solá le dio la clave: es un peligro para México por el miedo que con él reina.