Héctor Calderón Hallal
Un nuevo partido hace falta en México.
Necesitamos un partido que arrastre con el ejemplo… y no que extorsione con caridad pública a los humildes, a los necesitados.
Un partido que no atropelle con voracidad hegemónica a los diferentes… a los que no estamos de acuerdo con ese poder centralizado, como el que está armando ya el actual partido en el poder.
Ocupamos los mexicanos un partido que sea la síntesis de las aspiraciones de la sociedad mexicana en su lucha histórica por la paz, la armonía, el progreso material y humano; que se pronuncie y legisle, por el valor de la familia y su determinante influencia en la formación temprana de las nuevas y los nuevos mexicanos.
Un instituto político, nuevo, vigoroso, adecuado al nuevo lenguaje del mundo; que configure su estrategia de acción y difusión en base a la defensa y promoción de los derechos humanos de las personas y del respeto a las minorías del conglomerado poblacional; en base a la tolerancia y la igualdad entre los que son diferentes… más no desiguales frente a la ley.
Un partido que propugne por una política permanente de equidad de género e incorporación plena de la mujer a la vida productiva y política del país.
Un partido que gestione oportunidades de desarrollo, crecimiento y progreso material y humano en general para todos los ciudadanos, en función directa de su esfuerzo, de su mérito, de su trabajo constante y honesto… más no del progreso que llega con el abuso de la fuerza, de las influencias burocráticas, del clientelismo electoral, del derrame de sangre joven e inocente a través del estruendo de las armas y del crimen en cualquiera de sus expresiones.
Un partido que luche por devolverle el valor a las leyes, al respeto por lo ajeno, al valor de la persona, sin descuidar el valor de la célula comunitaria y de las tradiciones ancestrales del pueblo mexicano.
Necesitamos una agrupación conformada por hombres y mujeres conscientes de la realidad social en que vive la ciudadanía y, sobre todo, que incluya siempre en todas sus plataformas y planes de gobierno, la mejora continua de la educación de los mexicanos, con programas modernos; en concordancia con la realidad mundial y sus necesidades de actualización de contenidos, de tecnología y de vinculación con el mundo real y productivo…
Un partido que no traiga del pasado, modelos educativos que adoctrinen en las ideologías ya superadas por el hombre en las últimas décadas; aquellas que solo privilegiaron la mediocridad como valor colectivo y el regreso de las “universidades-fábrica” de mano de obra barata y de desempleados.
Hace falta un partido, que surja de ese montón de escombros que quedaron de la oposición aliada y que recoja el malestar de la sociedad civil por todos los actos de abuso, ilegalidad, mezquindad, ineficacia y cobardía del actual Gobierno Federal.
¿Será un solo gran partido el que se forme?… O ¿Serán varios partidos los que surjan en su calidad de ‘renovados’… que aprovechen la infraestructura, la historia y hasta el padrón nada despreciables con que cuentan?… ¿Surgirán nuevos líderes o dirigentes prestigiados?… ¿Continuarán los líderes actuales?
Ya se sabrá.
Por lo pronto, así como fue voluntad de la ciudadanía mexicana, el resultado de su voluntad reflejado en las urnas el pasado 2 de junio… es también voluntad de los mexicanos, que haya un nuevo partido por lo menos, que los defienda; que busque y consiga ser el contrapeso electoral del actual y hegemónico partido en el poder, ‘Morena’. O que se refunden… o se fundan los actuales.
Porque los principales deberes de todo partido político son buscar respuestas a los problemas de la ciudadanía… y también dar esperanza de encontrarlas, cuando más nebuloso sea el camino o anegado el medio para conseguirlas.
Aunque de momento aun se antoja difícil pronosticar el ‘apellido ideológico formal’ que habrá de asumir el nuevo megapartido político en formación, en el caso de que se logre amalgamar al centro derechismo (PAN) y a la centro-izquierda (PRI) en un solo instituto nuevo y competitivo.
Estos comparten los mismos genes en los apellidos “Popular” y “Republicano”, por ejemplo. Y son de entrada las categorías taxonómicas más adecuadas y propicias para un partido que se proponga volver al poder y gravitar en torno al centro del espectro político.
Deberá ser un partido -básicamente- Popular que defienda las causas del pueblo al margen de estratos y divisiones entre sí….
Y deberá ser defensor del régimen Republicano, consagrado en su Título Segundo, Capítulo Primero “De la Soberanía Nacional y de la Forma de Gobierno” de nuestra Carta Magna, que en sus artículos 40 y 41, establece el régimen interior de gobierno: Republicano; constituido en una república federal, democrática, representativa y participativa.
Así como la división de poderes: “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión” …
Ambos partidos comparten -y han sido garantía de su observancia- este principio constitucional ahí contenido:
No obstante, sus diferencias entre sí se dan notoriamente en los siguientes apelativos: Mientras que el PRI es Revolucionario, Socialdemócrata, y quizá Laboralista; el PAN es Nacionalista, Socialcristiano… y quizá Independiente (Independentista o Ciudadano) como eminentemente pro empresarial;… pero en las circunstancias actuales todo se puede fundir y fundar.
Como se observa, las coordenadas se dan en tres atributos fundamentales: El PRI y el PAN son Republicanos, Federalistas y Populares. En esa posible intersección de algunos de esos tres conjuntos, se podrían dar las “llaves” o combinaciones.
De ahí podría derivar la nueva nomenclatura o nombre de un eventual partido de oposición formado a partir de la unión de estas dos fuerzas históricas… que muchos analistas prevén casi imposible.
Pero urge el cambio de página.
¡Es tiempo de cambiar!… ¡De adecuarnos!… ¡De modernizar la vida de los partidos de oposición!
No permitamos que más tragedias sociales, como la posibilidad de un conflicto armado mayúsculo al interior del país o, el incremento de la tasa de homicidios o incluso, la comisión de un magnicidio inútil y deplorable, se conviertan en la razón de nuestra lucha… evitémoslas.
El poder de los sentimientos y las ideas de la militancia como de la sociedad mexicana misma, no debe subestimarse…
Y si se le ha de cambiar el nombre, el logotipo y hasta los colores de un partido… Implicaría ello su desaparición y un nuevo parto institucional.
Pero… ¡Hagámoslo!… Será el menor de los costos.
Porque un nombre es solo una herencia de nuestros padres, de nuestros abuelos; no define lo que somos… lo que nos define como personas, como líderes y como instituciones… son nuestros actos… nuestro desempeño, nuestra voluntad de cambio permanente… nuestro espíritu de servicio, patriotismo y fraternidad.
Se sabe de antemano que, para esta enorme tarea transformadora, propios y extraños deberemos luchar contra las formalidades que son ya disfuncionales en la vida interna de nuestros institutos políticos; habremos de luchar contra los métodos arcaicos y las prácticas añejas de los partidos… ¡Pero nunca lucharemos contra el instituto mismo, ni contra su esencia!
Y nuestros adversarios -y enemigos, que también se tienen- disfrazados de críticos álgidos, podrán destrozar nuestra reputación con propagandas malsanas… pero nunca destruir ni ocultar la verdad de lo que somos y de lo que hemos construido a lo largo del tiempo para la Nación y para el pueblo mexicano.
Y seamos sinceros… objetivos:
Donde haya poder habrá envidias, campañas de desprestigio soterradas… actos de mezquindad al interior de la institución y, sobre todo, ingratitud hacia el dirigente y la dirigencia en general.
Al dirigente que rinde cuentas en un proceso electoral adverso, se le cargan todos los errores habidos y por haber.
Se le señalará con todos los descalificativos; las más de las veces de manera injusta. Se le llegará a satanizar en medios donde la verdad es “relativa”.
Pero recuérdese que vendrá otro dirigente después del que se vaya… con nuevas reglas y lineamientos; al que pasado el tiempo se le tratará del mismo modo o igual que al anterior. No obstante, un partido no es solo su dirigente … o su dirigencia.
Y la victoria o la derrota electoral de ese partido y de sus candidatos está condicionada por muchos factores. En algunos procesos como el que pasó en junio en México, factores ajenos a los perfiles, al talento, a la preparación, al apellido o al grupo al que pertenece ese político que aspiró al cargo de representación popular… y hasta ajenos al desempeño histórico de la marca o franquicia política que respaldó a cada candidata o candidato fueron determinantes del resultado.
Este tuvo que ver básicamente con el desarrollo de una contienda desigual, donde el Poder Ejecutivo destinó recursos financieros, políticos, culturales, logísticos y de seguridad, de manera deliberada para conseguir ese abrumador y ofensivo resultado para la democracia… y que apabulló a la oferta opositora este año.
Y hay que decirlo con todas sus letras también:
Así como ningún líder espiritual es puente directo hacia Dios y el paraíso… ningún dirigente por antonomasia o de forma automática, puede garantizar de antemano los resultados electorales óptimos de un partido y sus candidatos… las condiciones políticas de cada época siempre marcarán la diferencia definitiva: hacia el triunfo o hacia la derrota.
Aunque siempre la voluntad, la entereza, la autenticidad de las palabras con que se dirige a sus bases y el amor legítimo hacia su organización política, harán siempre de un líder partidista, alguien que deje una huella difícil de borrar en la memoria y en el aprecio de sus militantes, simpatizantes, cuadros y miembros de su Comité Ejecutivo.
Nuestra obligación y nuestro destino es seguir desde la oposición cuestionando al actual Gobierno… dando la pelea; aunque el partido donde militemos la haga con un solo militante, o con solo un simpatizante o cuadro, que tenga la convicción, el valor … y el amor suficiente por el progreso y la armonía de México.
Autor: Héctor Calderón Hallal.
@CalderonHallal1;
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