Jorge Miguel Ramírez Pérez
La fama es algo muy apreciado por el hombre más en estos tiempos de las nuevas tecnologías de la información. Tener fama es semejante a tener poder y en ese sentido se vuelven las personas, como dicen algunas cuentas de las redes sociales, en una persona pública, ya no cualquier persona del montón. En alguien conocido que identifican en cualquier lugar hasta para pedirle una selfie, que se ha convertido en algo que sustituye un autógrafo.
En la entrevista que dio López Obrador a periodistas de Milenio, una que dará mucho material de que hablar, el candidato del Morena fue profuso en el tema de la fama; que en este caso advirtió, que lo suyo era ir por una, pero no una fama común o de alcance nacional, que ya tiene; sino una fama mundial porque va encabezar un movimiento, dijo -el más importante del mundo- arañando la gloria y el reconocimiento como dicen en el lenguaje chistoso “del mundo mundial”.
¡Ese es López Obrador en carne y hueso, a lo pelón!
Un individuo que lleva su vida relamiendo sus sueños de grandeza, que refleja una personalidad añejada en el síndrome del delirio de grandeza como cantaba el “Vivi” Hernández “soy Napoleón me siento león…” la versión vernácula, de: “They coming to take me away”.
Porque ese es el tema central: entender ¿qué tiene que hacer una persona para confesar en público, que va encabezar el movimiento mas importante del mundo?
Y me lo pregunto: ¿cuál es el costo de esa revolución, aunque le llame movimiento, que va a dejar chiquitas a las revoluciones cubana y bolivariana?
Porque López Obrador ratifica su catástrofe anunciada, como parte de la trilogía que el libro de texto le da a la historia de México: Independencia, Reforma y Revolución…. y ¿regeneración obradorista?
Es el corolario del terror en el que con esos objetivos, ahora sí, se explica la alianza con todos los violentos, los acuerdos con el crimen organizado como lo declaró en Guerrero; con las guerrillas que usan del secuestro como arma común de combate, en la figura emblemática de “Nestora” una de sus, candidata al senado y otros, que ya incluyó el líder del Morena, que no cantan mal las rancheras en materia de violencia.
Es inevitable que me venga a la memoria el nombre de Eróstrato, el griego que durante su vida persiguió la fama, fracasando como pintor, escultor, poeta y filósofo; y que en su locura por alcanzar el reconocimiento que se le negaba; y no le permitía alcanzar los umbrales de la gloria, decidió hacerse famoso por la vía destructiva e incendió el templo de Diana en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Así está López Obrador y lo peor: la gente que lo sigue, me parece que no escuchan todo lo que dice, porque si en verdad lo analizaran, se darían cuenta que insiste en causarle a los mexicanos un daño mayor de importancia mundial.
Los políticos mentirosos no mientan totalmente como se cree vulgarmente, se les sale lo que quieren, solo hay que escuchar o leer con cuidado, entrelíneas o directo. Sin querer dicen verdades. Unas que parecen buenas pero que encierran consecuencias malignas y otras que callan; éstas, la lógica tiene que descifrarlas y sus posibles implicaciones que van desde lo prudente hasta lo que parece ser extremo. Y se van comprobando con más intervenciones del sujeto que las revelan.
Porque no se crea mi estimado lector que Hitler, llegó sin apoyo popular. Todo lo contrario, sus discursos en defensa de la nación alemana y sus escritos en contra de la usura eran muy populares y sonaban bien a los oídos de los electores que votaron por él, pero se colaban sus intenciones reales y nunca ocultó sus proyecciones de importancia mundial para Alemania, y se los cumplió. ¡Si, señor Hitler le cumplió al pueblo alemán! los metió en la peor catástrofe de la historia de Alemania y de Europa. Hasta la fecha el mundo, no se repone las daños de lesa humanidad, del trauma de uno, que habiendo fracasado en todo como Eróstrato decidió incendiar el mundo.
Claro que Obrador no tiene los recursos para incendiar el mundo, en su maldad no le llega a los talones a los malos de la talla de Hitler, pero si tiene los suficientes recursos como para parecerse a Maduro o a Lula da Silva el tranzón de OHL, para ponerle fuego a lo poco que vamos alcanzando a pesar de otros, que en otra forma están enloquecidos también, porque no sueltan la maña de seguir succionando una vaca que creen solamente a ellos les pertenece.
¡Pobre México en la crisis lectoral!