Cualquier consideración política aparte, es oportuno reflexionar en torno al reciente desfile militar del 250 aniversario del Ejército de los Estados Unidos. Países como China, España, Francia o Rusia entre otros, suelen organizar vistosas e históricas paradas militares con motivo de las conmemoraciones de sus fiestas nacionales o aniversarios de sus victorias. México, a su vez tiene una destacada tradición al respecto y además de los desfiles del 16 de septiembre o 20 de noviembre, se recuerdan desfiles como la entrada de distintos ejércitos a la Ciudad de México: el Trigarante en 1821, el Liberal en 1861, los Revolucionarios en 1914 o bien el fastuoso desfile del Centenario en 1910.
Tradicionalmente los Estados Unidos, no llevan a cabo desfiles militares, algunos analistas lo atribuyen al hecho de que los norteamericanos no sienten la necesidad de hacer ostentación de su poderío bélico. Aquí viene a colación una anécdota ya referida anteriormente. Cuenta un distinguido Divisionario mexicano en retiro, que durante su etapa como joven jefe, fue comisionado como agregado militar adjunto en Washington. En una ocasión, y cerca de un 16 de septiembre, un homólogo norteamericano con el cual trabó buena relación, le comentó que estaba ansioso por ver la transmisión del desfile mexicano. El Divisionario, lo consideró una exageración de su amigo, dado el tamaño de la maquinaria bélica de los Estados Unidos y se lo mencionó, entonces el norteamericano repuso : “es que nosotros no organizamos desfiles como el suyo”.
Aun así, históricos desfiles no han estado exentos en la historia de Estados Unidos: al inicio de su vida independiente, presidentes como Jefferson, Madison, Van Buren y Polk celebraron el 4 de julio con paradas militares, lo cual después cayó en desuso. Al concluir la Guerra de Secesión en 1865, el triunfante Ejército de la Unión llevó a cabo la “Gran Revista” en Washington los días 23 y 24 de mayo. Al volver de la Primera Guerra Mundial en 1919, las tropas norteamericanas marcharon triunfantes en Nueva York y Boston, de igual forma lo hicieron por Broadway, los vencedores en la Segunda Guerra Mundial. Durante este último conflicto, también se realizó en Nueva York, la “At War Parade” en 1942.
Las inauguraciones presidenciales de Eisenhower y Kennedy merecieron desfiles de miembros de las fuerzas armadas, no así el retorno de los combatientes en Vietnam e incluso en 1976, al conmemorarse el Bicentenario de la Independencia Norteamericana, el presidente Gerald Ford, prudente no ordenó un desfile militar alusivo, para no avivar las protestas por el reciente conflicto en el sureste asiático. Finalmente en 1991, la victoria sobre Irak, significó un apoteósico desfile por las calles neoyorquinas.
En Washington el pasado sábado, la jornada comenzó con una ceremonia dentro del Capitolio, donde el presidente estadounidense bajó un estricto protocolo castrense y la ejecución de marchas militares, pasó revista a distintas escoltas y banderas de guerra. Más tarde, se llevó a cabo el desfile militar donde destacó una moderna tribuna ubicada en el National Mall, presidida por el presidente Trump acompañado de su esposa, su gabinete, mandos militares e invitados especiales.
Desfilaron 6,500 tropas, 150 vehículos, 50 helicópteros, entre los cuales sobresalieron los emblemáticos “Hueys”, los caballos de batalla en Vietnam, así como los modernos “Apaches”. Antes y a lo largo del día se llevaron a cabo espectáculos musicales y actos de promoción del ejército.
Al ser el ejército, la más antigua y extensa de las ramas de las Fuerzas Armadas Norteamericanas, la parada tuvo un significativo acento histórico, junto a las unidades actuales que marcharon a pie, desarmadas y en uniforme de campaña, se añadieron columnas de blindados que siempre son vistosas para el público que no cesa de aplaudir su paso, a los vehículos se unieron piezas de artillería. Sin embargo, la tarde sin duda alguna, se la llevaron los contingentes históricos, estos sí armados. Pasaron frente a la tribuna representando a históricas unidades: la artillería hipomóvil, las tropas del Ejército Continental, los soldados del Ejército de la Unión, la caballería que conquistó el oeste, la unidades de las dos guerras mundiales, particularmente los paracaidistas, los efectivos que pelearon en Corea y Vietnam, las tropas de “Desert Storm” y las que combatieron recientemente al terrorismo global. Cerraron con unidades del ejército actual y su proyección al futuro. Muy vitoreados fueron los alumnos de las academias militares, en primer lugar los cadetes de West Point, seguidos por alumnos de otras academias como la “Citadel” y el “Virginia Military Institute”. A diferencia de los desfiles militares en México, donde el paso de las tropas es acompañado por marchas y toques militares, el desfile del ejército norteamericano tuvo como fondo, música de rock.
Finalmente, es innegable qué la historia de los Estados Unidos, se ha formado alrededor de sus guerras, por ello para quienes pudimos observar el desfile allende las fronteras norteamericanas, más allá de cualquier consideración política, como ya se mencionó al inicio de estas líneas, y de los días convulsos que se viven en Estados Unidos y en otros puntos del planeta, la parada militar en Washington, representó un recorrido intenso, genuino y vigoroso a lo largo de un cuarto de milenio de historia militar.