Jorge Miguel Ramírez Pérez
Más de 200 mil personas de los empleados federales, entre los que hay funcionarios y quienes cobran por honorarios, serán echados por la Ley de Austeridad Republicana que el Congreso acaba de aprobar. Con la ventaja legislativa que tiene López Obrador con su partido, el Morena y aliados, fue la parte fácil de un proceso, que es traumático para los que se verán afectados, aunque muchos votaron o promovieron el cambio obradorista.
Suponen los que aconsejaron a López Obrador que ese recorte representa dos ventajas para el nuevo régimen, una, sacar del gobierno gente incorporada por el PRI y algunos aferrados que están desde que el PAN llegó, que son los menos. Y la otra, ahorrarse dinero para repartir algo de los ofrecimientos de campaña que los críticos ven que se achican cada día.
Pero, no son ciertos ninguno de los dos beneficios aparentes ¿porqué? Por la sencilla razón de que los despedidos se van a ir a los tribunales y tienen todas para ganar; claro que se las van hacer cansada, aunque ya hay disposiciones para que los términos sean expeditos.
Y sí, las liquidaciones son un hoyo difícil de cubrir de parte del gobierno porque una cosa es ir corriendo a la gente poco a poco, como le hacían antes, y otra cosa es apechugar de un golpe, doscientas mil liquidaciones para el año 2019. Eso es inaudito.
Pero además trasladar en automático el dinero del capítulo mil, para entregarlo a las filas de electores de julio que esperan su paga por jalar con Obrador y su partido; es hacer cuentas alegres.
Porque si hay algo dfícil es repartir dinero o beneficios sin salir raspado. Porque nadie va estar satisfecho, familias completas hacen cuentas también optimistas, de que por varias vías se van a formar para recibir su galletazo.
Cuando se enteren los que se frotan las manos, lo que dicen los que manejarán esos recursos de parte del nuevo gobierno, que procurarán que no se concentren los apoyos en unos cuantos, -práctica común de los grupos priístas- para que el beneficio se reparta, les va a dar el patatús.
Pero a las buenas intenciones hay que sumarle lo que sucede con todos los despedidos: se van a ir a la calle a formar en la oposición bullanguera, a vociferar ante los medios, que las chambas las quieren las nuevas autoridades como botín político para calmar a los fanáticos del nuevo jefe, que son personas sin perfil; que ya quieren bailar porque dicen ya les toca. Son los incalculables improvisados que además, no tendrán quienes les enseñen el oficio de la burocracia federal, como ha sucedido en otros gobiernos, que por lo menos, corrían a los que iban a sustituir, una vez que les medio aprendían parte de lo que se hacía, por supuesto no todo.
¿Y cuál es la realidad del gobierno federal en materia de personal?
Mi querido lector se la voy a tratar de simplificar:
Primero, se nombran los cuadros superiores por un solo motivo: el mas importante, confianza, como si se necesitara del silencio y la complicidad de antemano; los cuadros que siguen abajo, nombran a los propios por la misma mágica palabra, confianza y también, por recomendación o intercambio de favores, la ley le llama tráfico de influencias y hasta la fecha, nadie ha sido procesado por esa práctica común: se coloca en la nómina de un funcionario “amigo” a alguien que por parentezco u otra razon de conveniencia personal, no puede estar en la propia y luego, hay que devolverle el favor al que acogió al recomendado en condiciones similares
Segundo, se nombran asesores sagaces para sacar la información y sin ética, hacer compromisos de garantizar la permanencia con los que tratan de quedarse en el cargo, promesas que indefectiblemente no cumplirán, una vez que se sientan en posesión de las funciones productivas de la oficina, los asesores se vuelven verdugos y los corren y siguen cubriendo los puestos inferiores sin detenerse a analizar si son estructuras que se justifican o no, “hay que jalar a los cuates”.
Pero a la hora de hacer el trabajo no solo se trata de saber mas o menos del tema: hay que redactar informes, hacer análisis y prospectiva, organizar información y actividades.
Los asesores-verdugo, son séquito y los “cuates y cuatachas” son para la fiesta, no para la chamba, entonces es cuando se autoriza la partida de honorarios que es para los que se fletan con la chamba, sin base, y fuera de la estructura de mandos.
Con los de base Obrador no se va a meter, son otra cosa, no trabajan, no tienen perfil, son un club amafiado que pelea como perros las plazas para sus hijos que tampoco saben, ni quieren trabajar, bajo la figura del sindicalismo corporativo anacrónico. Son “ninis” privilegiados, con una beca hereditaria; dicen que ganan poco, pero son un friego y no ganan tan poco, tienen viajes, convenciones, pachangas deportivas y una suerte de privilegios, una forma de vida muelle sin responsabilidades; que tienen la causa común de hacer escarnio de los que si quieren trabajar.
Así que con la Ley van a correr a los honorarios que son los que sí trabajan.
Y van a dejar a los cuates para que ocupen la estructura inflada que dejaron los atlacomulcas del peñismo; la misma, sin analizar, sin renovar y sin racionalizar el modelo de la administración pública.
Y van a dejar a los de base. ¡Horror!
Error tras error, no cabe duda que la inexperiencia es hermana del despilfarro. No les va a alcanzar.
Y van a tener que posponer otra vez más lo prometido o de plano, hacer lo que hiceron los peñistas sin imaginación, y con intereses bajo la mesa en el negocio de las comisiones financieras: endeudar más a los contribuyentes.