Laberintos del Poder
Emilio Trinidad Zaldívar
A la chingada enviamos los mexicanos a los que nos engañan, manipulan, utilizan, mienten; también a los soberbios, prepotentes, falsos, arrogantes. A esos que dicen ser poseedores de la verdad absoluta y se creen infalibles, perfectos, únicos; a aquellos que se sienten dueños de todo cuanto sus ojos alcanzan a mirar y tuercen acuerdos, distorsionan la verdad, pisotean la ley que juraron cumplir, y escupen frases estúpidas y discursos huecos, que jamás sustentan con los hechos porque los suyo, suyo, es vivir en un mundo imaginario en el que son la salvación de la podredumbre humana.
Todos alguna vez hemos mandado a la chingada a una o varias personas. Yo lo hice recientemente con gente que se aprovechó de la buena fe y me engañó y utilizó. A veces no aprendemos de los ventajosos.
Pero volvamos al principio, al inspirador de este texto; ese extraordinario destructor de México, de sus Instituciones, de sus organismos “autónomos” que exigía respetaran y hoy los quiere aniquilar, y que en su tiempo nacieron para hacer contrapeso del omnipotente poder presidencial.
El personaje en cuestión, que ha sepultado a los poderes Legislativo y Judicial, carente de clase, fachoso, ignorante, torpe para hilar palabras, burlón, sin tacto, sin sensibilidad, se irá muy pronto a “La Chingada”. Ese rancho que así bautizó porque a él le encanta mandar a ese su lugar preferido, hasta a los familiares de fallecidos por la tragedia en el Metro.
Es Andrés Manuel López Obrador el presidente más falso, incoherente, iletrado, inmoral, cínico, testarudo y necio que hayamos tenido, y que al mentir, se llena la boca de mierda que distribuye entre sus lacayos y agachados colaboradores, para engañar a las masas de mexicanos que fincaron en él la esperanza en el cambio, y que al repartirles dinero y despensas para saciar su miseria y hambre, cree que está transformando México.
Despreciable para la mayoría, sigue pensando que tiene el dominio de la conciencia de muchos, los más, porque ganó una elección cuando estábamos asqueados por tanta corrupción, pero el país que aún mal gobierna, se encuentra en la más lastimosa de sus situaciones, ante una impunidad creciente, una corrupción desatada, una pobreza galopante, que invade todos los rincones de la nación.
Este país dolido por el pasado pero destrozado por el presente, podrá despertar para darle una buena lección a quien se imagina tocado por Dios, y si salimos a las urnas para detener su desorden, su estupidez, su desquiciada locura, podremos reencontrar la ruta extraviada.
El tabasqueño es el destructor de México. Es quien siembra discordia, odios, divisiones. Enfrenta, confronta, descalifica. Es la más peligrosa enfermedad que padecemos. No hay mayor amenaza que él.
Si los que se abstienen de votar van a las urnas y expresan como muchos lo haremos su repudio a un remedo de autoritario dictador, podremos modificar y corregir la ruta por la que nos lleva irremediablemente hacia nuestra destrucción.
Paremos al desquiciado, al enfermo mental que vive en un Palacio virreinal.
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