Joel Hernández Santiago
Una vez que se anunció el triunfo de la coalición “Juntos haremos historia”, la noche del 1 de julio de 2018, al día siguiente, el presidente de México entonces, Enrique Peña Nieto, desapareció del mapa político. Se hizo a un lado.
En los meses siguientes hacía cualquier cosilla por aquí o por allá pero prácticamente pasó a ser inexistente del mapa político y del mando. Prácticamente entregó el gobierno, sin más preámbulos, al candidato ganador, Andrés Manuel López Obrador…
Era como si Peña Nieto quisiera salir de todo esto lo más pronto posible. Dejar el máximo poder político de México e irse al extranjero. Divorciarse de su Primera Dama, Angélica Rivera, y comenzar una nueva vida lejos de este mundanal ruido. Fue como si antemano supiera quién sería el presidente y todo estaba dispuesto para que ocupara el cargo.
Se había reunido en varias ocasiones con López Obrador en Los Pinos, o en Palacio Nacional, aunque no hay duda de que también intercambiaron compromisos de manera subrepticia porque todo fue tenue para el tabasqueño.
De hecho Peña Nieto hizo muy poco, o nada, por hacer ganar a su partido político, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con el que había llegado a la presidencia luego de doce años de gobierno panista.
Y AMLO, ni tardo ni perezoso, comenzó a girar órdenes, a marcar rutas firmes, a decidir qué instituciones seguirían y cuales no; decidió que se descentralizaría el gobierno y las instituciones se irían repartidas a los estados, para desconcentrar a la ciudad de México… (No ocurrió al final); comenzó a decidir, a mandar, a ordenar, a girar instrucciones, a construir su propio gobierno cinco meses antes de que tomara posesión.
Peña Nieto lo permitía todo. Peña Nieto guardaba silencio. No intervenía en nada. No quería estar en el ajo político y mucho menos se hacía responsable del país aun cuando su compromiso constitucional concluiría la noche del 30 de noviembre de 2018: nada.
Peña Nieto ya había pactado con López Obrador favoreciendo su triunfo a cambio de impunidad post presidencia; mucho que se sabrá y se conocerá de todo esto y de sus pactos y acuerdos: Clío no es esa tía buena que todo lo ve y todo lo perdona; la musa de la historia todo lo registra y lo muestra en el momento oportuno.
En todo caso, Peña Nieto ya quería irse, y protegido. Como fue. Durante todo el gobierno de la 4-T.
Desde el primer momento, el 2 de julio de 2018, López Obrador ya tenía integrado su equipo de trabajo; equipo de transición, se llamaba. Estaban Julio Scherer Ibarra, Tatiana Clouthier, Marcelo Ebrard… tantos más, previo al anuncio de lo que sería su gabinete formal.
El 8 de agosto de 2018, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación validó la elección presidencial y declaró presidente electo a López Obrador con 30 millones 110 mil 327 votos (53.2 %). Al recibir la constancia de mayoría, dijo “Vivimos momentos estelares, históricos. Muchas han sido las enseñanzas del pasado proceso”.
El 9 de agosto se reunió con Peña Nieto en Palacio Nacional para dar inicio a los trabajos de entrega y recepción. Y de ahí en adelante se cubrirían los formulismos burocráticos y de ley, pero en realidad quien asumió la presidencia-electa fue López Obrador. Así que visto bien, gobernó poco más de los seis años que le correspondían. No importa.
Ya estamos casi seis años después. Ya sabemos si López Obrador es “el mejor presidente que México ha tenido”. Esto lo dijo luego de su toma de posesión. Hoy sabemos si fue así, o no.
Pero en todo caso lo que sigue es: ¿Hará lo mismo López Obrador con quien lo sustituirá en la presidencia del país? ¿Se hará a un lado enseguida de que ya se conocieron los resultados preliminares la noche de este domingo 2 de junio?
¿Dejará que la presidente electa tome las riendas de México a partir del 2 de julio de 2018? ¿Quién llevará a cabo el proceso de transición en su nombre? ¿Quién en nombre de la presidente electa? ¿Permitirá cambios en sus planes de gobierno y de infraestructura o institucionales como él hizo en los meses de la transición de 2018? ¿Gobernará a México la presidenta electa desde el 3 de junio?
Al parecer será muy difícil que así sea. El sentido del poder de AMLO es extremadamente arraigado y omnímodo y no da paso a que nadie ni nada se interpongan en su mando. ¿Su sucesora estará dispuesta a que así sea? De hecho, pronto podría ser presidenta electa de acuerdo con los Tribunales de lo electoral y las leyes mexicanas.
Los mexicanos estamos exhaustos. Hemos sido testigos de un proceso electoral extremadamente complicado, difícil, sangriento, como nunca antes en la historia contemporánea de México. ¿Qué sigue a todo esto? ¿López Obrador seguirá bajo esta regla de gobierno hasta el último día de su mandato el 30 de septiembre?… ¿Y después?… ¿Palenque?… ¿Cuba?… ¿Maximato?
Comienza un nuevo capítulo en la historia de México. La turbulencia ya está aquí. Los intereses políticos y criminales se han expuesto abiertos, en canal; más de 24 candidatos a elección popular fueron asesinados en unos cuantos meses; muchos muertos políticos colaterales…
180 mil homicidios dolosos; miles de muertos más por negligencia en la epidemia de Covid… Miles de desaparecidos. Miles de familias sumidas en el dolor. Salud como en Dinamarca. Educación sin educación… tanto más… Mucho más.
Sobre este tapete histórico se asentará la Silla del Águila Mexicana de 2024 a 2030.