Por María Manuela de la Rosa A.
12 de mayo del 2022.
La política como la diplomacia tienen modalidades muchas veces paralelas, no es de extrañar, puesto que de la política surge la instrucción diplomática; los mandatarios señalan el camino y es su responsabilidad el resultado obtenido.
En el 2008 el presiente colombiano, Álvaro Uribe y el francés, Nicolás Zarcosy conciliaron muy amigablemente respecto a las FARC, porque Zarcosy se comprometió de no sacar a este grupo guerrillero de la lista de grupos terroristas de la Unión Europea, pero luego invocó motivos humanitarios ante la ONU, para favorecer a las FARC, no obstante todo el daño que causó por décadas a Colombia, pero además aceptó la mediación de Hugo Chávez, dictador venezolano, quien intercedió para dar el estatus de beligerancia a las FARC. Y vemos que sucedió con la liberación de los guerrilleros, su empoderamiento, cobijado por Europa. Un doble juego que sin duda ha traído serias consecuencias.
Vemos como el mandatario sirio, Bashar Al-Assad también ha recurrido al doble juego, desde que tomó posesión en el 2000, luego de la muerte de su padre, declaró ante occidente y concretamente en reuniones con varios presidentes norteamericanos, que llevaría a Siria hacia la modernización, que liberaría a líderes opositores, que terminaría la represión contra quienes pedían democracia. Pero todas esas promesas fueron sólo para las cámaras, porque lo que si hizo fue liberar a los lideres de Al Qaeda y proporcionarles armamento, pensando que con ello podría controlar el terrorismo y usarlo a su favor, lo cual no sucedió. Y a lo largo de su mandato se ha dado a conocer por su característico doble juego.
Lo que ha sucedido es que el régimen sirio se ha vuelto cada vez más represivo y por lo visto el alumno ha superado al maestro. Siria actualmente carece de libertades civiles, hay una gran inestabilidad económica y de seguridad y el presidente, ciertamente vitalicio como una monarquía absoluta, se ha perfilado como uno de los más sanguinarios dictadores de Medio Oriente.
Y que podemos decir de Vladimir Putin, quien con discursos que distorsionan o, más bien, son opuestos a la realidad, trata de justificar la represión de que ha sido objeto su pueblo, donde no hay libertades. Ahora, con la invasión a Ucrania, pretende justificar sus ataques enarbolando la bandera de la libertad, a la seguridad nacional de la Federación Rusa, para proteger a Ucrania, cuando ha hecho todo lo contrario, destruirla. Y haciendo gala de una impresionante maquinaria propagandística, cultivó por años su imagen ante el mundo, proyectándose como todo un héroe y súper hombre, cuando su pequeñez lo está delatando en esta guerra tan desigual y abusiva contra Ucrania.
Que decir del dictador nicaragüense, Daniel Ortega, que llegó a la presidencia siendo un guerrillero que aparentemente luchaba por la democracia, por una sociedad igualitaria y con una ideología socialista, que dicho de paso, ha mostrado su total fracaso, un líder guerrillero que quiso acabar con el supuesto mal del capitalismo y ahora tiene a su país sumido en la miseria, con una crisis de seguridad e imponiéndose a través de la represión.
Y mientras en el discurso habla de igualdad, de libertad y del bien común, en los hechos arresta a los líderes opositores, acosa a los medios de comunicación y en julio del año pasado detuvo a cinco candidatos de la oposición, líderes del partido sandinista disidente y varios candidatos de la sociedad civil y del mundo empresarial. Haciendo alarde de nepotismo, pues su vicepresidenta es su esposa, Rosario Murillo (escritora, ¿dónde hemos visto eso?).
Ortega lleva 15 años en el poder y se aferra a él, seguramente siguiendo el proyecto de Siria, para asegurar un sucesor de su familia, tal vez su esposa o uno de sus hijos y éste a la vez, entregar el poder a sus descendientes. Muy socialista, muy igualitario, muy honesto, en realidad todo lo contrario, porque sus manos también están manchadas de sangre.
Y podríamos seguir mencionando ejemplos de dictadores cuya política y diplomacia se caracteriza por el doble juego. Y en México tenemos un vivo ejemplo, el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien públicamente habla de equidad, de la prioridad a los pobres, de su oposición a la política norteamericana, del pueblo bueno, pero en los hechos vemos que la población sufre desempleo, la inflación difícilmente se controla, la seguridad es el problema más grande, porque diariamente asesinan a más de cien personas, los secuestros han aumentado, y nadie se escapa, porque hasta el Ejército está en la mira de los delincuentes, ya en Zacatecas apareció un militar asesinado y exhibido en un puente, se están volviendo comunes las persecuciones a militares y elementos de l Guardia Nacional, sin que estos puedan hacer nada y es que no es porque no puedan, sino porque en el momento que disparen contra cualquier individuo de la delincuencia organizada, el reclamo por sus derechos humanos no se hace esperar y el militar irremediablemente es condenado por abuso en sus funciones.
¿Quién quiere perder su libertad así? Y lo irónico es que se les impide cumplir con sus funciones, la Guardia Nacional fue creada para mantener el orden interno, pero el presidente ha dicho infinidad de veces que la delincuencia organizada tiene sentimientos, que se les debe combatir con abrazos y no con balazos. Pero además, se ha reunido amistosamente con ellos, con sus familias, sobran testimonios, audios, videos, los narcotraficantes deben estar libres, según AMLO para mantener la paz, pero, ¿de cual paz hablamos? No hay mexicano que no haya sufrido en carne propia, o algún familiar o amigo cercano que no haya sufrido algún ataque por parte de los delincuentes. La impunidad reina en México. Pero en el discurso, en sus muy comentadas “mañaneras”, todo es felicidad, paz, buenas noticias. Propaganda en donde la hipnosis de adoctrinamiento surte efectos.
El y todos sus seguidores, las cámaras legislativas en su conjunto, han tratado como traidores a la patria a los grupos opositores, pero qué más traición que dejar indefenso a su propio pueblo, qué más traición al dejar a niños enfermos de cáncer morirse por falta de medicamentos, qué más traición que despedir a médicos mexicanos y contratar a extranjeros, es anticonstitucional, pero las leyes sos soslayadas.
El gobierno de la ciudad de México, a cargo de una de las mujeres más cercanas al presidente, contrató en el 2020 a 585 “médicos” cubanos que no tenían título y obviamente no cuentan con permiso oficial ni de su gobierno para ejercer la medicina, lo que ilustra la gran irresponsabilidad con que se conducen, pero además, se erogaron 255 millones de pesos, esto es, cada pseudomédico cobró casi 436,000 pesos, un salario muy alejado del que cobran incluso especialistas del sector salud. Si eso no es traición a su país, qué lo es.
Además, durante su reciente viaje a la isla, el presidente López Obrador anunció la contratación de unos 500 médico cubanos, supuestamente para cubrir el déficit que se tiene de médicos, cuando en realidad han despedido a miles de médicos y especialistas que trabajaron exponiendo su vida durante la pandemia.
Y en un doble juego, el presidente mexicano públicamente intercede para que presidentes de países dictatoriales participen en la Cumbre de las Américas, a celebrarse el próximo 10 de junio, amenazando con no ir si no participan todos los países de América y el Caribe, como Venezuela y Cuba. Pero aquí el doble juego, sí irá el canciller mexicano, por lo que México definitivamente participará en la reunión. De verbo pero no in facto.