Emilio Trinidad Zaldívar
Soy yo y luego México. Soy yo y la historia. Soy la reencarnación de Dios, pero también, de Juárez, de Madero. De Villa, de Zapata. Soy el nacimiento mismo de la perfección. Nada si no soy yo antes. Nada camina y avanza si yo no lo impulso y domino.
La patria es patria a partir de mí y gracias a mí. Soy la voz cantante que todo lo puede. Soy luz y por eso en mí se basa la verdadera esperanza de México.
¡Qué bien luzco frente al espejo con mi cabello blanco!
Veo el traje un poco arrugado y mi vientre algo pronunciado pero aún así todos me ven carismático.
Mientras me arreglo, recuerdo por qué y para qué estoy aquí, en la cumbre del poder absoluto que llena mi ego, mi vanidad.
En tiempos pasados me dañaron mucho y dañaron mi proyecto en aquél fraude del 2006, y antes lo hicieron en los fraudes de Tabasco cuando gané dos elecciones, pero ni el odio ni la venganza me impulsan, no son mi fuerte.
Me siento bien, sano, con mucha fuerza y sí, México está siendo recuperado por mi talento. Lo estoy salvando de la rapiña de los innombrables demonios del pasado, que por fortuna jamás regresarán porque habré de imponerme como guía moral y espiritual, como azote de los políticos voraces y corruptos que ya no existen en este sexenio de servidores públicos impolutos.
En mi gobierno nadie se ha manchado las manos ni de sangre ni de dinero mal habido.
Somos limpieza y transparencia, ejemplo de honestidad, de honorabilidad cabal, de respeto a las leyes que con mi actuar voy creando, no a las escritas en la Constitución porque esas no ya valen. Primero es la justicia que yo aplico.
¿Pero por qué tanto ataque?, ¿si en mi lenguaje no cabe la calumnia ni la difamación?
Jamás señalo. Jamás acuso y menos sin pruebas. Yo soy perfecto. No miento, no engaño.
Soy el iluminado que va creando día con día un nuevo paraíso llamado La Cuarta Transformación, que por cierto me digo a mí mismo, la gran mayoría de mexicanos aplauden y agradecen.
¡Sí, estoy muy satisfecho con tanto logro! Vamos bien. Cada vez mejor y así seguiremos sin cambiar ni mis leyes ni mis acciones ni mis discursos de amor, humanismo y unidad nacional; tampoco modificaré los abrazos que ofrezco aunque a otros les devuelvan balazos.
Pienso y creo que el periodo neoliberal y la oligarquía para fortuna de todos ya se acabaron, así como se acabaron la desigualdad, la impunidad, la pobreza, el influyentismo, la corrupción, la injusticia.
Al México que estoy dando nueva vida es de total hermandad, ya no tiene desempleo, no hay tanta delincuencia, no hay secuestros, no hay asaltos, no hay asesinatos y menos las masacres de antes; en cuanto a los servicios hospitalarios a cargo de mi gobierno, éstos se encaminan a superar ya los servicios médicos de Dinamarca.
Mmmmm… Mientras me hago el nudo de la corbata, pienso que ahora respetamos a las naciones del mundo como nunca antes, no intervenimos ni opinamos sobre la soberanía de otros Estados libres y soberanos, y hemos logrado la admiración, el respeto y el aplauso de los países de todos los continentes.
¡Respira Andrés! Sí, respira, respira este aire de tan majestuoso lugar con maderas finas y acabados de lujo que hoy es tu casa, tu hogar, tu oficina. Tu Palacio.
¡Bien merecido!, ¿qué no? ¡Claro que sí!
Pero debo detenerme un poco en mis monólogos para elegir bien una de mis lociones y oler como nadie frente a mis aplaudidores de las benditas redes sociales que mes con mes puntualmente centaveo, para que me vean superior a cualquier otro mortal.
¡Ay, pero qué bonito es vivir y despachar donde Juárez! Me encuentro en la cúspide del éxito, del reconocimiento generalizado. En la plenitud absoluta. ¡Qué maravilla!
Sí. He sacrificado mi salud por el bien de esta dolida nación que otros saquearon, pero gracias a mi inteligencia, yo la estoy sanando y salvando de todos sus males.
Lo poco podrido que aún tenemos, es por los gobiernos del pasado, donde los hijos, los hermanos, los primos, parientes y amigos eran beneficiados con negocios al amparo del poder, que hoy por fortuna hemos erradicado porque no somos iguales.
Sí, México es otro, no cabe duda, mucho mejor, tanto, que en otras latitudes del planeta nos piden la receta y quieren copiar nuestro modelo de desarrollo.
Soy la ley. Yo hago cambios y haré cambios en todo lo que se me ocurra, y exijo obediencia absoluta porque sin duda alguna sí soy yo la solución de este pueblo saqueado y oprimido. Así tiene que ser.
Por ejemplo, Benito Juárez nació un día 18 y no un día 21, porque así lo decido yo.
En los libros de texto, por fortuna ya se incluyeron el “sube para arriba” y “baja para abajo”, el “dijistes” y “trajistes” y el “es de que yo” y “es de que”, porque así hablo yo y así deben hablar todos.
¡Bendito país que todo me ha dado trabajando muy poco! ¿Pero qué debo aportar de mis fortalezas, sapiencia y preparación para devolver a esta tierra que ha sido tan generosa conmigo y mi familia?
La herencia cultural que sin duda recibí en las aulas que tanto aprecié, me permiten ser líder, estadista, profeta, político audaz y sagaz, intelectual, historiador, escritor destacado y futuro académico, para fortaleza y beneficio de cualquier universidad de aquí o más allá de nuestras fronteras.
¡Sí, soy todo en uno! ¡Soy éxito! ¡Soy triunfo! ¡Soy verdad! ¡Soy transparencia!
Ningún gobernante tan querido, tan amado como yo.
Ya me veo en la historia por encima de Hidalgo, de Morelos, de Juárez, de Madero, y aunque este pueblo que me idolatra quiera hacerme un monumento e incrustar mi nombre con letras de oro en los recintos del Poder Legislativo, mi humildad, mi serenidad, mi sencillez, mi sobriedad y discreción, no me lo van a permitir y tendré que rechazar tan merecido homenaje y reconocimiento.
México me ovacionará, me rogará regrese al poder, llorará mi ausencia, pero no podré sacrificar más mi vida y salud porque estaré en mi rancho cultivando mi enorme intelecto, para dejar testimonio en los libros que escribiré, sobre la fórmula para que un hombre humilde, limpio, honesto, decente, noble, austero, incorruptible y patriota como yo, se convirtió en ese semidiós que hoy soy.
Esos libros serán la revelación de cómo llegar a la perfección humana, casi divina que hoy me envuelve, para que todos aquellos que quieran un verdadero aprendizaje, puedan lograr vivir como yo, en un Palacio pero en completa austeridad franciscana.
Vivir aquí y gozar de todo lo que de aquí se deriva, ha sido el mayor de mis sacrificios. Pobre de mí, pero México, su unidad, su comunión, su hermandad, su armonía, su progreso y todo lo bueno que le he dado y ofrecido, bien valen la pena.
Aprendan a no robar, a no mentir y a no traicionar, para que se sientan tan felices, tan orgullosos y satisfechos como me siento yo en este próspero país, que dejaré a la cabeza de las naciones independientes y libres, para que otros la envidien y deseen emular y tener.
¡Soy México! ¡Soy la patria! Soy lo mejor que han tenido. Valórenme porque pronto me les iré.
¡Sí!, soy yo, Andrés Manuel López Obrador, el Narciso mexicano, no mitológico, no imaginario, el real, el verdadero, el alma, espíritu y cuerpo de la grandeza Veo la hora y observo que se hace tarde, entonces me digo: ¡Ya está bueno Presidente! Ya es hora, es momento de dejar mis vanidades y ego para salir y enfrentar mi magnífico espacio de todas las mañanas en las que manipulo a mis anchas información y ataco con talento a mis enemigos, adversarios y detractores.
Ay, qué bien me veo en el espejo, qué bien me siento.
¡Viva yo!
*Cualquier parecido con la realidad es una enorme coincidencia.
——-000——-
emiliotrinidad6131@gmail.com
emiliotrinidad61@hotmail.com
Twitter @emtrizal61