Por Katya Ortega
Después de que Estados Unidos diera inicio a la guerra contra Irán, tras bombardear instalaciones nucleares para frenar su avance armamentístico, el mundo entero contiene la respiración.
El escenario pinta bastante oscuro y la pregunta que todos tenemos en mente es:
¿Qué va a pasar?
Imaginemos una partida convencional de ajedrez: el objetivo es claro, hacer jaque mate al rey.
Pero hay otra pieza a la que todas las demás protegen sin admitirlo abiertamente.
Tiene movilidad limitada, pero controla una diagonal estratégica que atraviesa el tablero.
Y cuando la cruza, pone a temblar a los reyes.
El alfil.
En un tablero de ajedrez geopolítico, el Estrecho de Ormuz sería un alfil posicionado en una diagonal clave… pero con el poder de un rey escondido.
Mientras el mundo teme una guerra “convencional” —misiles, bombardeos, terrorismo, discursos diplomáticos fallidos—, una amenaza silenciosa duerme en el mar, una “pequeña” franja marítima, de apenas 33 km de ancho en su punto más angosto, que separa a Irán de Omán y conecta el Golfo Pérsico con el océano Índico, puede ser la clave para inclinar la balanza en esta partida.
El Estrecho de Ormuz no solo tiene importancia económica como vía comercial: es también una palanca de poder para Irán.
Cada vez que el régimen se siente acorralado, amenaza con cerrarlo.
Por ahí pasa alrededor del 20 % del petróleo mundial.
Casi 21 millones de barriles diarios.
Lo que lo convierte, literalmente, en el cuello por el que respira la economía global.
Cuando un alfil cruza todo el tablero sin ser detenido, no se convierte en reina…
Pero su sola presencia obliga al enemigo a mover su rey.
¿Qué pasaría si se cierra?
El impacto sería inmediato:
• Explosión en los precios del petróleo.
• Colapso de los mercados bursátiles, sobre todo en Asia y Europa.
• Inflación global acelerada, afectando desde alimentos hasta transporte.
Estados Unidos ha declarado en múltiples ocasiones que no permitirá que esa vía se bloquee.
Sin embargo, Irán ha intensificado sus ejercicios navales cerca del estrecho y ha advertido que, si sus instalaciones nucleares siguen siendo blanco, “responderá donde más duele”.
Ese lugar… es Ormuz.
Un bloqueo ahí no cobraría vidas, ni destruiría ciudades, armas o instalaciones; colapsaría mercados, economías y alianzas.
En esta partida de ajedrez global, las reinas ya han reclamado la vida de varios peones, los caballos saltan entre frentes, y las torres avanzan en línea recta hacia una guerra catastrófica.
Pero hay una pieza silenciosa que nadie quiere mover… y que todos temen perder:
el alfil llamado Ormuz.
kat.orthern19@gmail.com