Horizonte de los eventos.
Llamo la atención del rostro de nuestro régimen de gobierno, que ni nombre tiene, de Transición -no es, sino de paso-, carente de acuerdos prefundadores, en el que cada día es posible cualquier novedad y todo aceptamos porque todo el válido, incluso legal o ilegal.
Revisaremos condiciones fundamentales del chatarrizado Sistema Político Mexicano, cuya solvencia e institucionalización fue ampliamente “clonada” y emulada. Consta en los esfuerzos de Mitterrand y algunos laboratorios nacionales de Sudamérica y África, así como en bibliografía de primer orden europea, Duverger y otros.
Pues dichos acuerdos preconstitucionales son de los que emanan las condiciones, el ambiente espiritual hacia una nueva organización social, con propósitos nuevos y nuevas reglas y expectativas que requerimos y que sin ello, no. Lo que exige reflexionemos al respecto ¿Están de acuerdo?
Hace décadas avanzamos a esta caótica convivencia política, tan desordenada e ignorante, que apenas es consciente de su naturaleza animal. E ignora sobremanera, la verdad ética, axiológica y trascendente del objeto de la política y del Estado Moderno, el hombre y el establecimiento de un sistema político con un régimen de gobierno que garantice a todo individuo, el desarrollo integral de la gama infinita de su personalidad.
En México no reina una verdad distinta. La inmediatez y la carencia de imaginación y valores, han hecho un mercado fariseo, mitad centro cambiario, mitad rastro. Y por si fuera poco ¡Otra mitad son excesos, y otra mitad más, burdel! ¿Aparte de la pandemia, no hay más que procesos penales y prostitución?
Requerimos orden y para ello, un propósito común. Y en este país dividido y conflictuado -sugiero.
Me gustaría saber qué opina el Presidente al respecto. Por ahora, presento referencias a estructuras y condiciones de un sistema que nos es familiar pero desconocido, sólo para puntualizar lo que nos falta y necesitamos y cómo es que és:
El diseño de la forma de gobierno, construida por el revolucionario del s. XX, fue una obra de ingeniería constitucional avanzada, que alcanzó la consciencia colectiva y su organización social por varias décadas. Hasta nos supimos milenarios pero hoy, todo decantado por la inmediatez, lo superfluo y vulgar, nos carece de sentido.
Me refiero a la estructura temporal acabada, de los últimos sexenios del priismo-PRI y sus pilares, pronto sustituidos -entre otros, también-: el valor de los tiempos, que hoy es discrecional e institucionalmente inexistente.
El Sistema Político Mexicano reinó en la abstracción, al estructurar un sistema republicano, con periodos presidenciales sexenales y la formación de cuadros a cargo del Sistema, de los que accedían a la Presidencia de la República.
De la misma forma que se educaba y valoraba profundamente a quien fuera “elegido” para presidir los siguientes seis años -y para todos los puestos-, estuviera probado ya en una responsabilidad inmediata inferior, desde la remota infantería, en los puestos básicos.
Se integraba el directorio escrupulosamente. El Sistema Político Mexicano tenía un calendario sexenal para todo el aparato político nacional. Los tiempos del sexenio estaban agendados. Eran compromisos adquiridos por el ungido sexenal pero insisto, también los demás funcionarios, en lo económico, social y político (en lo deportivo, comercial, cultural, etc.), iban adquiriendo y sumando compromisos.
Será evidente para el lector, notar que tenemos décadas gobernados por una clase gobernante que obvia y desdeña la visión de largo aliento. Tenemos dos años en una verdadera sustitución de dicha camarilla de la Presidencia de la República, ciertamente neoliberal, bajo el liderazgo del Presidente López Obrador.
No obstante, el proceso de sustitución de valores y aspiraciones y comprensión de la sociedad y de la naturaleza del Estado, también convocada por él, no tiene rasgos y fronteras definidas, lo que propicia gatopardismo. Que compromete y obstruye el establecimiento, florecimiento y permanencia de la nación misma.
Incluida la 4T: No hay ni un padrón, para empezar. Y hasta ahora, tampoco quién comprenda y de la orden.
De todos los cimientos, pilares, muros de carga, vigas, tornillos de la estructura de ese fabuloso andamiaje que fue el sistema político priista, me refiero a uno de los muchos particulares del Presidencialismo Mexicano, pero al más extraordinario ¡la mágica facultad de designar al sucesor! Como el César, nomás que en vida.
El epítome del Poder del presidente fue la facultad metaconstitucional de designar el candidato presidencial que sería su sucesor. Que por sus tiempos tangibles -de precisión inverosímil, por exactos-, debía ser después del Quinto Informe, cuando es más poderoso el Presidente: lo requería para sacar adelante al candidato que postulaba: los grupos priistas eran tan poderosos que más de una decisión ganaron al Presidente, y esta decisión, la del Destape, era realmente peleada.
¿Qué tanto, que 24 años más tarde, con los principios y reglas más que relajadas, rebasados, un Presidente con mucho menos poder, conocimiento e hilos, no pudo hacer presidente a su candidato y se lo mataron, de la ya entonces falta de control?
Desde entonces, ningún presidente ha podido designar a su sucesor y sin la estructura que comprenda los tiempos, no se podrá hacer, pues es obra de Estados avanzados y no de estructuras políticas rupestres y salvajes, en las que hasta los caníbales son admitidos.
A fin de evitar repetir la historia, precisemos el proceso en que esta orquestación nacional y de Estado, una vez abstracta, tangible y milimétrica, fue pervertida hasta su renunciación y para siempre.
El Presidente requería de todo su poder para destapar al candidato e incluso, para someter a los que no lo apoyaren. Pues siempre en el camino lo podían tumbar -eso se aprendió en la Revolución y los Fundadores del Sistema lo sabían mejor que nadie en el país, pues eran los que estaban vivos: Los del general invicto, los vencedores, y sucesores -los demás murieron o fueron fusilados… Hasta Luis Echeverría. Allí comenzó el relajamiento y el Sistema Político Mexicano, minó.
Hasta entonces, al Presidente, que la mayoría de los hilos en sus manos, debían alcanzarle para que su candidato asumiera la Presidencia. Por eso, después del “Quinto” (Informe, el 1º. de septiembre) y antes del período de registro de candidatos, establecido en la ley electoral, fueron los extremos político y legal para destapar a la candidatura mayor.
Mención particular, merece la exactitud geométrica de los últimos cuatro destapes del Sistema, no deja lugar a dudas de lo bien aceitado y preciso de sus tiempos, que fue el Sistema Político Mexicano: José López Portillo, el 22 de septiembre. Miguel de la Madrid, el 5 de octubre. Carlos Salinas, el 4 de octubre: la media de los extremos entre el 22 y el 5, es el 28 a media noche. Y la media entre el 22 y el 4 también es el 28, al comenzar el día. La media de ambos períodos es el mediodía del 28 de septiembre ¿de acuerdo?
Ahora, en virtud de la reforma electoral de 1986, el Informe cambió al 1º. de noviembre. Por lo tanto, el último destape del Sistema Político Mexicano debía ser el 28 de noviembre de 1993, a las 12 del día, calculé y predije: el destape de Luis Donaldo fue el mediodía de ese día 28.
De esto nada hubo escrito ¡Qué maravilla! Hoy todo lo queremos en la Constitución, aunque tampoco se cumpla. Normas aprendidas por tradiciones aleccionadoras que eran recordadas, valga la redundancia, para no olvidar, para enseñarlas.
El desconocimiento y trasgresión de las reglas del Sistema Político que garantizaron el funcionamiento, vigencia y propósitos de la Constitución de 1917, propició que la inercia del Estado Revolucionario fuera en sentido de un espacio hostil a su existencia, de reglas, principios y consciencia de una clase gobernante que las ignoraba y se valió de él para hundirlo al apoyarse para posicionar sobre él, el nuevo Estado neoliberal.
Cambios que relajaron la estructura del Sistema, hasta integrar desde la más alta Magistratura, al pensamiento contrario, a sus ideólogos y líderes, de derecha e izquierda (continuará mañana, amable lector).