El Colegio de San Ildefonso en el Centro Histórico de la Ciudad de México y aledaño a los vestigios del Templo Mayor, es un referente ineludible no solo del esplendor que fue acento de la capital novohispana como centro neurálgico del Imperio Español, sino de la notable labor educativa desplegada por los seguidores de San Ignacio de Loyola en México.
Durante la República Restaurada, después de haber sido cuartel, Gabino Barreda fundó ahí la Escuela Nacional Preparatoria y después en el porfiriato, Justo Sierra hizo de San Ildefonso una de las sedes de la Universidad Nacional de México. A partir de entonces el inmueble ha estado unido al derrotero de la vida universitaria mexicana y no en vano durante la gestión de José Vasconcelos como Secretario de Educación, el antiguo colegio surgió como una de las cunas del muralismo mexicano, con frescos de Rivera, Orozco, Siqueiros y del francés Jean Charlot.
En días pasados y con motivo de la visita del Presidente de Singapur a México, se inauguró en San Ildefonso, la soberbia exposición temporal “Somos Pacífico”. La que versa sobre el Galeón de Acapulco, también conocido como Galeón de Manila o La Nao de China. La exhibición muestra cerca de tres centenares de objetos de gran valor provenientes de exposiciones previas así como de museos asiáticos, mexicanos, y de colecciones privadas en ambas orillas del pacífico, como la del anticuario y escritor mexicano Rodrigo Rivero Lake.
Más de allá de ser una muestra que permite apreciar óleos, tallas prehispánicas, esculturas, armas, utensilios, muebles, marfil, sedas, textiles, biombos, porcelana, plata, orfebrería, libros, mapas, documentos, dioramas y reproducciones entre otros, da sobre todo, cuenta de un momento crucial en la historia mundial y de la que fue considerada en su momento, sin temor a exagerar, la ruta comercial más importante de la humanidad.
El Galeón de Acapulco que navegó desde 1565 cuando Fray Andrés de Urdaneta descubrió el Tornaviaje, hasta 1815, año en que el General Morelos tomó el puerto de Acapulco, transformó en definitiva la vida y el paisaje en México. Las naos que hicieron por siglos del Océano Pacífico un lago español, dieron paso a nuestros antiquísimos lazos con China, donde los pesos de a ocho de plata mexicana, fueron un elemento fundamental para el comercio en el gigante asiático y la primera divisa global en circulación.
A su vez, Las Filipinas, que dependieron administrativamente de la Nueva España, conocieron el occidente a partir de lo que llegó de Acapulco, pero el intercambio fue mutuo y hoy en México subsisten las palmeras tropicales, los mangos y palabras en tagalo como “Parían” denominación para los mercados públicos que se alzaron en distintos sitios como en Puebla frente al Hospital de San Roque o el famoso mercado de la Ciudad de México, escenario de un violento saqueo en 1828.
De Asia también llegaron los rebozos, el mantón de Manila, las especias, las peleas de gallos y el vestido de la China Poblana, nuestro traje nacional femenino. China particularmente nos legó la pólvora para los fuegos artificiales, el papel que engalana nuestras fiestas populares, la porcelana que ha influido en la talavera tlaxcalteca y poblana, así como las ricas lacas que adornan las cajas, baúles, charolas así como los cuadros esgrafiados de Bernardo Rosendo en Olinalá, Guerrero. La gastronomía mexicana y la agricultura en regiones como Jojutla, Morelos, no se pueden entender sin la presencia del arroz, cuyas primeras semillas las trajeron las naos desde el Lejano Oriente.
Japón no estuvo exento de este intercambio comercial y cultural, primero de manera dramática, con el martirio de San Felipe de Jesús, joven platero criollo, proto santo de México así como Patrono de la capital mexicana, quien fue crucificado en Nagasaki en 1595, junto a otros franciscanos. Lustros más tarde, en 1614 atracó en Acapulco la embajada del Samurai Hasekura, quien recorrió México camino a ser recibido en audiencia por Felipe III.
Los japoneses tuvieron la intención de ofrecer tratos comerciales al monarca español, y a pesar de que fueron bien recibidos e incluso Hasekura se bautizó, su propuesta en la corte hispana no prosperó debido a la represión que entonces existía en Japón hacia los católicos. Después de un periplo por Europa, Hasekura regresó a su tierra natal cuatro años más tarde por el trayecto de Acapulco.
Como ya se mencionó, el General Morelos en 1815, tomó el puerto de Acapulco, interrumpiendo el intercambio entre Asia y México, fue un duro golpe para la economía española, pero también posteriormente para la del México independiente. En 1888 Porfirio Díaz suscribió el famoso Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Japón reanudando el comercio mexicano en el Pacífico. En 1972, los presidentes Mao Zedong y Luis Echeverría restablecieron las relaciones diplomáticas entre sus naciones. Ello ha derivado no solo en que China, hoy es el segundo socio comercial de México, sino en que también se logró saldar una añeja asignatura histórica y cultural, pendiente desde casi dos siglos atrás cuando el Galeón de Acapulco, dejó de unir a México con Asia.




