CUENTO
Caminando bajo el sol infernal de Yucatán, un gato va. Solo con sus pensamientos, arrastra su cuerpo por las calles vacías. Todos los demás gatos, hace tiempo que se han metido a sus casas. Gracias al surgimiento de un virus, llamado “Cat-View 27”, ahora todo el panorama se ve completamente desértico.
¡Pero este gato no lo puede ver! Porque entonces ¡está ciego! El pobrecito, gracias a que es diabético, perdió la vista en ambos ojos, hace ya unos dos años. Así que ahora, la mayor parte del tiempo se lo pasa sumido en la tristeza.
“Ay, ¡ay!”, se lamenta el gato, cada vez que sabe que nadie lo escucha ni lo ve. “¿Por qué descuidé mi salud? ¡Por qué no le hice caso a los consejos de los gatos-médicos!” Y, sintiendo mucho pesar, el gato con diabetes comienza a escuchar: “¡Cuídate mucho, Glance! Por favor, ¡ya deja de tomar muchas Gato-Colas!” Estos, y muchos consejos más le habían dado al gato los médicos donde iba a que le checasen su diabetes. Pero él, como siempre, enseguida los había desechado, como si de pedazos de papel higiénico se hayan tratado.
Y ahora, ciego de sus dos ojos, el gato con diabetes, tristemente va, de aquí para allá, arrastrando sus reclamos interiores: “¡¿Por qué no me cuidé?! ¡Por qué tomé mucha Gato-Cola!” Su dolor es muy grande ¿Y su vista?, totalmente oscura.
El gato Glance suspira, mientras se ha detenido a descansar bajo la sombra hermosa de una ceiba. “Ay, ¡ay!”, siente querer gritar. Pasa un rato así, sentado, cabizbajo, hasta que entonces, de repente, sin hacerle caso a eso “de no te toques los ojos, porque te puedes infectar de Corona-Vistas”, el gato con diabetes se lleva sus dos manitas sobre sus ojos, y entonces ¡se los empieza a restregar!
“¡Mi vista! ¡MI VISTA!”, también siente querer gritar. “¡Qué difícil y doloroso es estar así: ciego! ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuánto añoro poder ver, tan sólo una vez, el azul sobre de mí! ¡Ay! ¡Ay!”, continua lamentándose el gato Glance: “¡Y los arboles!…, y, y –va moviendo su cabecita, como si siguiese la trayectoria de una estrella fugaz en cámara lenta- ¡y la belleza de este árbol, bajo el cual ahora mismo me encuentro sentado, triste, solo; con el corazón completamente arañado”.
“¡Ay! ¡Ay!” Todo su ser experimenta un temor muy fuerte. De repente, el gato con diabetes ha pensado que podría sucederle lo peor: olvidarse de cómo son las cosas que él conoció cuando todavía veía. “¡No!”, se dice así mismo. “Eso ¡jamás me ha de suceder!” “¡Jamás!”, se vuelve a repetir. Aun así, su temor no se disipa.
Y, con el corazón compungido por su perdida, el gato ciego se voltea hacia el tronco del árbol. “¡Jamás”, ¡jamás!”, se le escucha decir, con pesar, mientras que con sus dos manitas va reconociendo el tronco de la ceiba.
FIN.
Anthony Smart
Abril/06/2020