GONZALO GARCIA RAMIREZ
Lo recuerdo como si hubiera sido antier. Esa mañana, del mes de enero del 2019, mi amigo me alertó vía telefónica: “No hay gas por ningún lado; está agotada la gasolina magna y también la premium”, me quiso asustar. La verdad, a eso que él me platicó le di poca importancia. Debió ser un miércoles, jueves o viernes. En esas horas, hablando con mi amigo acerca del tema, la constante siguió siendo la misma: “no he conseguido cargar gasolina en todo el día; ya traigo nada más la reserva”, me escribió en su último mensaje de Whats app. Llegaría el amanecer de ese sábado primero del mes de enero. Fui y me formé a esperar a que llegara un camión repartidor de Pemex y no tuve suerte para conseguir combustible. Serian las 7 am en que llegué y me formé en mi auto, como muchos otros ilusos capiruchos. Varios, estábamos estorbando la entrada al garage de algunas viviendas aledañas. Eso no nos importaba. Dieron las 9 am y nada. Ya para las 11 am, aquello era más que una escena apocalíptica, de esas en donde todo se ve en despoblando, en donde no se ve la luz de la esperanza por ningún lado.
Y el golpe de suerte nunca llegó. Dieron casi las 12 del día y los 3 a 5 conductores que quedábamos decidimos renunciar a la ilusa idea de que llegaría la dichosa pipa. Fueron prácticamente cinco horas de infructuosa espera. Casi el equivalente a una jornada de trabajo que dejó, al final, un sabor a frustración y de sentirse solo en medio de la nada. Únicamente atiné a verificar que los despachadores seguían también esperando, pues sin el producto energético no venden y no ganan propinas. Nada para nadie. Fue entonces, ya para las 2 de la tarde de ese sábado que decidí entrar a las redes sociales. En toda la CDMX y en la zona metropolitana del valle de México lo que se estaba viviendo era casi lo mismo. Miles y miles de personas buscando dónde conseguir “gas para su nave”. Fue entonces en que grabada quedo, en la mente, la imagen de un luchador social venido a menos; fue entonces en que como si lo tuviera frente a mí, le dije a López Obrador: señor presidente, ¡así no!
Es de todos conocidos que, a menos de 100 días de comenzado su gobierno, AMLO decidió que se daba fin (en la teoría claro está) al reparto de gasolina vía ductos. Se anunció que comenzaba así el reparto únicamente en pipas. Por esos días recuerdo la frecuente aparición en los medios de comunicación del canciller Marcelo Ebrard. Honestamente no registré en mi mente cuántas pipas dijo que se comprarían, pero que en cuanto llegara dicha flota, la escasez en las estaciones se iría resolviendo. A la distancia, la cantidad de pipas que se obtendrían por adjudicación directa es un número que no me importa; ni buscar, ni recordar. Me convertí ese sábado de enero en un ciudadano al que no le interesan los números. Solo le importa recordar la amarga experiencia que significa esperar horas y horas y que esas horas hayan sido horas perdidas en vano.
No sé, ni me interesa recordar si en su conferencia mañanera, AMLO habló una y varias veces de ese tema en esos días cruciales de enero. En mi mente y en mi claro recuerdo de esa espera, solo había una frase dirigida al jefe del Ejecutivo federal: ¡Así, no!, presidente. De esa manera, no nos debe dar respuesta un gobierno legalmente elegido y constituido. En eso no quedamos, pá pronto.
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Honestamente, tampoco quiero analizar a los cuántos meses de arrancado su gobierno de la 4T es que comenzó la escasez de medicamentos controlados contra el cáncer en los hospitales.
Leí hace pico a un twitero, que recordó que hace algunos ayeres, cuando se generaba una protesta colectiva, la clave era realizar un mitin y cerrar calles y avenidas. Acto seguido, algún funcionario en turno salía y lograba lo que se conoce como gestión gubernamental. Si corría con suerte, se levantaba el mitin y se daba fin el bloqueo vial.
En algún momento, lo recordaremos, se realizaron protestas en el AICM precisamente debido a la falta de medicina en hospitales, útil para niños con cáncer. Y por segunda vez, recordé que me gustaría decirle al presidente originario del estado de Tabasco: Señor presidente, así no… Así no nos deben brindar servicios gubernamentales y atender las necesidades de la población. Así no, carajo.
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A poco de haber arrancado la “cuatroté”, tengo en mi mente, fijamente, el día en que tuve que acudir al IMSS a actualizar mis datos como derechohabiente. Para no variar, obtuve mal servicio y hasta pensé en ir a las oficinas centrales para ver si podía exponer mi queja ante el recién nombrado nuevo titular de la dependencia, Zoé Robledo.
Me enteré, por esos días, que Germán Martínez Cazares acababa de renunciar al cargo. Acto seguido, descarté la posibilidad de ir a la matriz de ese organismo gubernamental pues siempre he visto capacidad política en Germán Martínez y tal vez en ese Instituto tuvo colabores más eficientes que los trajo consigo Robledo. Eso pensé y mejor no fui. Sin embargo, para algunos como yo, ciudadano de a pie, integrante de la llamada “sociedad un poco mas politizada”, era una mala señal que Germán, ahora senador, dijera que dejaba el cargo por incompatibilidad con algunos otros jerarcas ahí en esa dependencia. En pocas palabras, que se iba porque no se iba a prestar a ciertas componendas e imposiciones venidas de las más altas esferas del poder.
Entendía yo que, ideológicamente, no debió ser fácil para AMLO que Germán se incorporara a su equipo, sabiendo que había sido dirigente nacional del PAN. Recordé entonces que en tiempos de campaña de ese 2018, así como este distinguido panista, los dirigentes del también Partido Encuentro Social anunciaron su adhesión a la alianza de López Obrador. O AMLO los invitó a su equipo, qué se yo. Recordé que vi mal esta componenda política. Recordé que hubo un señalamiento sistemático hacia López Obrador, precisamente por eso, porque parecía mandar el mensaje, en tiempos de campaña, de que no importaba la filiación partidista, que lo que importaba era llegar al poder, alzarse con la victoria en alianza o como fuera.
Ya para 2018 no eran rechazadas entre el electorado las alianzas partidistas. La primer gran alianza que marcó un cambio de paradigmas en México fue la que impulsaron Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo y demás dirigentes de izquierda en 1987, a su salida del entonces poderosísimo PRI. En 1994, Cárdenas también fue candidato presidencial en alianza y en el 2000, Fox llegó a la presidencia junto con el partido del tucán, ese de su fundador Jorge González Torres, padre. En el 2006, lideres del PRD y del PT aceptaron el reto de AMLO de tomar reforma luego de acudir a las urnas. Luego entonces, en esas carpas instaladas en Paseo de la Reforma, pulularon dirigentes, de menos, de esos dos partidos. Y en las elecciones federales del 2012, las alianzas partidistas fueron tema en todos los estados del país.
Entonces, no era extraño que AMLO haya aceptado en 2018 hacer campaña junto a representantes de otras ideologías, incluso si alguna de ellas era casi antagónica a la famosa “izquierda” de México.
Luego, vino la integración del equipo de gobierno de AMLO desde el 1 de dic de ese 2018. Ya para ese mes de diciembre, era inocultable el peso político de aliados a López Obrador y para quienes había que cederles espacios de gobierno. Sabíamos desde 2017 –y solo por mencionar tres casos—que AMLO se alzó con el triunfo, apoyado por las huestes del ex priista y líder minero Napoleón Gómez Urrutia; que fue apoyado por algunos ex panistas afines a Germán Martínez Cázares y respaldado por líderes y militancia del PES. Hoy en día, la pregunta que queda es: ¿Con cuánto de ese apoyo aún cuenta el presidente López Obrador?
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Para este texto, prefiero no ahondar en lo referente a temas tales como el Tren Maya, pues ello implica hablar de AMLO y su cercanía con Carlos Slim. Prefiero dejar ese tema para un siguiente comentario. Pero ahora que doy mi punto de vista acerca de las acciones de gobierno que ha implementado este gobierno (sin juzgar si son buenas o malas) no pasaré por alto hablar del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles y de la refinería de Dos Bocas
Hablar de esa refinería me remite en automático a recordar las horas que perdí tratando de conseguir gasolina. Cuando se anunció esta magna obra, a cargo de la secretaria de Energía Rocío Nhale, muchos (miles creo) entendimos que lo sufrido en enero de 2019 tendría a futuro como un tipo premio, que fuera el que México –según—comenzaría a reducir sus importaciones de gasolina y que ésta se elaboraría en Dos Bocas. A la fecha de hoy, lo único que me queda claro es que y se terminó la primera etapa de esa mega obra, pero nadie sabe, creo yo, si para el 2024 nuestro país tendrá otra realidad respecto a las importaciones del energético, comparadas con diciembre de 2018.
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Sé que a muchos nos resulta desagradable hablar del AICM, aludiendo a dos asuntos: Uno) que la terminal 2 debe ser remodelada y que ese ahora minúsculo aeropuertito (el AICM) es y ha sido insuficiente desde hace ya varios años, incluso antes del 2018. Dos) que ha sido el último recurso para padres y madres con niños con cáncer para ir a protestar contra el gobierno de AMLO por la falta de medicamentos. Es de muchos conocido que ya se le adjudican a este gobierno de la 4T las muertes de esos niños, precisamente por eso, por no haber obtenido sus medicamentos en los hospitales públicos.
Como capitalinos y como habitantes de las ciudades periferias a la capital del país, habemos muchos que vemos más desventajas que ventajas respecto al aeropuerto Felipe Ángeles. Una de ellas es lo referente a la transportación terrestre para llegar a Santa Lucia. Cabe recordar que en el gobierno de la CDMX, entre los años 2011 al 2013, es decir entre la salida de Ebrard y la llegada de Miguel Ángel Mancera, se implementó una ruta de metrobús para conectar la zona del Zócalo-San Lázaro y el AICM. Es decir, se diseñó una ruta “alimentadora” que hacía falta en esas llamadas conexiones casi locales. A decir verdad, esto se lo debemos agradecer al gobierno saliente de Marcelo Ebrard.
Hoy en día, es un dolor de cabeza para la transportación a Santa Lucía en lo que respecta al servicio de traslado vía aplicación. Y de remate –otra vez en detrimento para miles de personas—recientemente se informó que se aplicarían multas “millonarias” para quien trate de llegar viajando al AICM en algún auto de aplicación, vía Uber, Didi y otras.
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Por lo anteriormente expuesto, vayamos a un resumen:
1) ¿Era necesario suspender de tajo e inmediatamente el reparto de gasolina vía ductos? ¿La medida pudo haber sido “suavizada” durante uno o dos meses? Durante el año que padecimos las consecuencias de la pandemia, se suspendió o se pospuso la verificación vehicular para todo auto emplacado en la CDMX. ¿por qué no haber hecho algo similar al momento de cambiar la forma y la logística del reparto de gasolina a nivel nacional?
2) Es normal, creo yo, que en todos los gobiernos del mundo haya cambios de “gabinete” por el motivo que sea. Es común enterarse de alguna renuncia aludiendo a “motivos personales”. Aquí cabe la pregunta: ¿es justificado, históricamente hablando, el hecho de llegar al poder gubernamental a costa de mezclar diversas ideologías partidistas, las cuales luego serán casi pisoteadas?
3) Fuerte y muy consolidado es el poder de las empresas farmacéuticas, aquí y en China. Existe en todo el mundo que ellas provean de servicios y productos a los hospitales por licitación o por adjudicación directa. ¿Por qué el grupo político y de asesores de Andrés Manuel López Obrador no optó por hacer la transición de compra a laboratorios en forma paulatina y sin llegar al “cero medicamento en existencia”?
Todo lo anterior, no ha creado más que mayor polarización nacional. Ya nadie sabe a ciencia cierta lo que queda del PRD que impulsó a Cárdenas, del PAN que llevo a Fox a la Presidencia o del PRI que marcó el regreso del PRI al poder. Los ciudadanos de a pie, que vamos a comprar gasolina, que vamos a un hospital, que vamos a viajar en avión, no nos interesan las componendas políticas en las altas esferas de quien toma decisiones de gran calado. Nos interesa ver con nuestros propios ojos, que si no estamos mejor, al menos que no estemos peor. Y peor es cuando hacemos filas y que al final digamos que sólo fuimos a perder el tiempo. Peor es que, humanamente, sabemos que el cáncer no desaparece pero si puede irse ir tratando. Mal y de malas es que solo nos quede la impotencia de no poder hacer nada. Y nada es nada ante ese mal irremediable. Peor es eso, ver y seguir enterarnos de esas malas acciones de gobierno. Claro que hacían falta cambios; claro que era necesario frenar actos de corrupción; claro que había que irle poniendo el sello de la 4T a todo esto, pero sostengo lo que dije al principio: ¡¡Así no!! señor presidente en turno.