Juan Luis Parra
El Estado mexicano ya no quiere curarte. Le estorbas, le cuestas. Si no tienes seguro privado o no puedes pagar un especialista, suerte con eso. Y mientras tanto, Walmart inaugura consultorios de especialidades médicas dentro de Bodega Aurrerá.
Esto no es modernidad ni innovación.
Es el síntoma más claro de una renuncia absoluta del Estado a su deber más elemental: garantizar el derecho a la salud.
Que una tienda de abarrotes tenga que asumir tareas médicas no es una genialidad de negocios, es una vergüenza nacional.
Pero claro, ¿qué se puede esperar cuando el gobierno decidió desmantelar todo lo que funcionaba a medias y reemplazarlo con discursos y ocurrencias? Desaparecieron el Seguro Popular sin tener listo nada. Luego inventaron el INSABI, que murió antes de gatear. Hoy juran que el IMSS-Bienestar resolverá todo, pero los hospitales siguen sin medicamentos, sin doctores y sin jeringas.
Mientras tanto, millones de niños no tienen acceso a vacunas ni atención médica básica. Las enfermedades prevenibles, como el sarampión y la tosferina, regresan como si estuviéramos en los años cincuenta. Pero no, estamos en pleno 2025, con presupuestos cada vez más recortados, hospitales colapsados y familias peregrinando entre clínicas buscando medicamentos que no llegan.
El gobierno no puede, o no quiere, brindar salud pública, los privados crecen. No por ambición, sino por vacío.
Ahí están Farmacias Similares, FEMSA con YZA, Grupo Salinas con su “Más Salud” y ahora Bodega Aurrerá con consultorios de especialidad. No es que estos negocios sean la panacea, es que son lo único que queda.
Y mientras tanto, ¿quién rinde cuentas? Nadie. ¿Cuántos niños han muerto por falta de tratamiento oncológico? ¿Cuántos adultos mayores siguen esperando una consulta que no llega? ¿Cuántas muertes evitables se acumulan cada semana? Nadie lo sabe. Y lo peor: no parece importarles.