Eduardo Sadot
Cuando inicia la lucha por la independencia de México, el entonces reino de la Nueva España tenía 6,122,354 habitantes, México que entonces no se llamaba México era la Nueva España, y el territorio abarcaba desde Panamá hasta lo que hoy son los estados de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, Colorado, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Montana, a diferencia de las colonias inglesas que llegaron a exterminar a su población originaria. En 1910, había 15 millones doscientos mil habitantes y en 2020: 26,014,024 habitantes.
La celebración por la independencia, evidencia la ignorancia de los mexicanos, cuando para las fiestas de septiembre, se visten de revolucionarios, una lucha cien años después de la independencia, otros sostienen, que por ser el tema de la mexicanidad, se vale, todo lo que evoque el orgullo mexicano, por eso hay quienes asumen símbolos de la revolución mexicana, aún cuando no son lo mismo.
Desde el inicio de la revolución en 1910 hasta el momento que esto escribimos, durante los últimos cien años, generaciones de mexicanos de una manera u otra forma, han contribuido con su experiencia y lucha a la formación del México que somos en los últimos años.
El país evolucionaba con la certeza de que íbamos en la ruta correcta, siempre evolutiva, la oposición durante los gobiernos posrevolucionarios, si bien pasó por etapas de endurecimiento y hasta de posturas claramente intolerantes el resultado final fue que se reconoció a la oposición y se terminó incluyendo medidas que engrandecieron a la democracia, las instituciones creadas, le dieron viabilidad sólida, por encima de caudillismos, personas y personajes, así se evitó la consolidación de intereses particulares, que pusieran en peligro la viabilidad de la nación.
De ése modo, las voces opositoras fueron escuchadas e integradas y muchas de esas propuestas contribuyeron a la consolidación del camino hacia la democracia. Pero nunca nadie imaginó, que llegaría un mexicano a utilizar las mismas herramientas de Goebbels el genio propagandístico de Hitler para aplicarlas en México.
La democracia mexicana de tan reciente aparición, ha sido como la construcción del automóvil, desde que a alguien se le ocurrió sustituir a los caballos por un motor y ruedas de madera por neumáticos y así, todas las innovaciones que contribuyeron a su conducción y transporte confortable, de conductor y pasajeros. Así se fue conformando la evolución del país.
Pero nadie imaginó siquiera que un día llegaría un conductor terco, corrupto, perverso e ignorante que dijera que él manejaba en reversa. Sí si quieren, en la misma ruta o dirección – más o menos – pero conduciendo con la incomodidad que significa manejar en reversa y por espejos, un vehículo, diseñado para avanzar de frente y a gran velocidad, alguien que sostuvo, que las grandes velocidades son de “fifís”. Con las consecuencias catastróficas que hoy vivimos.
Nunca nadie creyó, que la evolución y las instituciones democráticas, con la creación de los organismos autónomos se cancelarían algún día, con cualquier pretexto, pero con un mismo fin, consolidar en el poder al partido en el gobierno, destruir y aplastar el equilibrio de poderes y subordinar el Estado de Derecho a los caprichos del titular del Ejecutivo.
Hoy ya sin máscara MORENA, en el clímax de la euforia que produce el sabor del poder absoluto, es obvio traten de consolidar en el poder, al menos setenta años como el PRI, pero son otros tiempos y otro contexto.
Nada que celebrar, ante la corrupción y la vinculación con la delincuencia y el inminente descarrilamiento del país. La oposición debe sumarse a un proyecto democrático de recuperación nacional, integrado por ciudadanos universitarios y ciudadanos en general, oposición de todos los partidos y colores, todo apunta a ser el único camino. Cuyo único obstáculo – que no es un tema menor – son las vanidades y arrogancias de los líderes de oposición aspirantes a formar nuevos partidos, tema difícil, pero superable.
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