-Victor Roccas.
El lector estará de acuerdo que el kiwi es una fruta exótica deliciosa, y que ha tenido en últimos años una gran distribución en el mundo, prácticamente ya es conocido en todos sitios, este maravilloso fruto originario de la lejana China llegó hasta Nueva Zelanda en 1904 y desde ese lejano país a nuestro paladar en un viaje de aproximadamente 11,000 kilómetros.
Esta mañana he tenido en suerte desayunar un kiwi y disfrutar una de la frutas con mayor concentración de vitamina C, según algunos estudios reconocidos, al mirarlo entre tanto su sabor inquietaba mi paladar he pensado; “Carajo, un pinche kiwi tiene mas posibilidades de viajar con libertad entre continentes y países, es más, un puto kiwi goza de más libertades que un ser humano común en cualquier sociedad moderna de este páramo globalizado”…
Reconozco es un pensamiento desproporcionado, hasta febril y totalmente fantástico pero al analizar con mayor detenimiento tiene su gracia, o mejor dicho su desgracia, pues es triste mirar un mundo en donde el desarrollo de la humanidad y sus frutos (nuestros hijos) cada día pierden más libertades a pasos agigantados bajo el imperio del mercado, el crecimiento sostenido, la competitividad, las normas, las leyes, la moral y las creencias que nos subyugan hasta la esclavitud de actos y extinción del pensamiento, de la consciencia…
De poco en poco la libertad se constriñe hasta el ahogamiento, las restricciones son en muchos casos insalvables y solo para algunos pocos individuos cierta libertad es condición privilegiada de dinero y poder, pero para un kiwi no, ¡un cabrón kiwi cualquiera! puede llegar incluso a ser pie de una nueva cosecha en otro país como ya ha sucedido en Italia, Estados Unidos, Irán, Grecia, Turquía, Francia, etc, un triste kiwi no necesita dejar de ser kiwi para ser aceptado en otra cultura, tampoco aspira a cambiar la tonalidad de su cascara ni siquiera rasurar sus pelillos para no ser señalados como desalmados frutos terroristas de oriente, menos importa de donde procedan, su sabor y pulpa son esencialmente lo mismo sean de Irán o de USA, y lo mejor de todo, su descendencia ha conquistado el mundo entero sin violencia, sin mayor prejuicio que tal vez el de un limón, a un kiwi difícilmente le señalaran los grupos supremacistas como invasor o indiciado por los gobiernos de derecha como kiwis comunistas…
Total que un cabrón kiwi es objeto de trato más digno por los estados del mundo que la mayoría de los pobres en el orbe.
Un kiwi no necesita que otros kiwis le reconozcan algún logro ni ser objeto de merecimientos pendejos, de facto no hay nada más igualitario que un kiwi frente a otro kiwi.
A un kiwi no se le siembra con miedo, ni se le somete a una puñetera doctrina de paraíso e infierno, un kiwi no está sujeto a condicionamientos sociales morales, vaya pues que un kiwi puede descansar junto a una sandía y nadie elevará la ceja en señal de desaprobación, un kiwi no necesita de una naranja que le muestre el camino a la redención, es más un kiwi no odia a la pendeja naranja por no hablar el mismo lenguaje, ni la chingada papaya amarilla odia al kiwi por ser verde.
Porque permita el amable lector imaginar a un grupo de pepinos abusando de un pobre kiwi como sucede en las escuelas entre niños y jóvenes, la imagen de frutos amedrentando a otros es hilarante por lo caricaturesco pero una constante entre los hombres.
En muchos países un kiwi definitivamente elevara su valor 1000% por kilo, mucho más que la vida de un ser humano en algunos países democráticos por el mismo peso de humanidad.
Hasta el momento no imagino escuchar de un kiwi de izquierda o uno de derecha. Y aún cuando algún avispado lector me dirá ¿Y qué pasa con un Kiwi dorado? tampoco imagino alguna noticia de kiwis dorados invadiendo un campo de kiwis verdes ya sea por la fuerza o por dogma, me supongo podría ocurrir mediante hibridación natural o asistida, pero lo que no logro comprender es el porqué de un kiwi iniciando una guerra con estandartes verdes enfrentados a otros con banderines dorados.
Y por supuesto que usted querido lector jamás vera a un kiwi parasitando a otro kiwi con demagogia de centro izquierda o a un grupito de kiwis de derecha armados con ojivas nucleares acaparando todos los nutrientes hasta reventar de gordos, mucho menos a un kiwi explotando a otros kiwis para acaparar todas las semillas y jugar al precio de mercado o a otro kiwi liderando a millones de kiwis todos pendejos sin saber que decisión tomar, pues al final todos son solo kiwis.
Muchísimo menos fantaseo con un Kiwi “hipermegamillonario” gastando fortunas para salir del planeta, encontrar nuevos ambientes para mejorar el estrato y cultivar mejores kiwis, y entonces ser admirado, aplaudido por los kiwis más imbéciles del reino vegetal que serán abandonados a su suerte en esta pobre Tierra, y solo porque no hay un “archirrecontramillonario” pepino que pueda competir con el ego del kiwi.
No conoceremos a un kiwi depositado en el borde superior del barril de verduras hablándoles de sus méritos, sacrificios y actitud propositiva ante la vida a las frutas magulladas del fondo del barril y gracias a lo cual logró estar una posición cómoda y exitosa muy por encima de todas ellas, menos observaríamos a un “kiwi gurú” que desde arriba cobre diezmo por el secreto de su elevada posición a los kiwis del fondo, o a un “kiwi progresista” catequizando a los kiwis aplastados del fondo del barril sobre las virtudes y conveniencia de luchar para ser exprimidos por sus pares y no por cocos o sandías.
Nunca sabremos de un kiwi delatado por aguacates al ocultarse entre ellos, ni a un grupo de kiwis pidiendo sean reconocidos unos como plátanos, otros como bananas y algunos como pitayas.
Mucho menos atestiguaremos a kiwis con pancartas proclamando su derecho a germinar o no, mientras kiwis teologales les advierten que sus semillas pertenecen al Dios Kiwi.
Por fortuna no tendremos que atestiguar cada domingo a 200 millones de kiwis dando las gracias a un kiwicristo por ser kiwis y no ciruelas, mientras le besan el rabillo del tallo a un kiwi-papa agusanado envuelto en una hoja de oro.
Ni encontrará el amable lector un huacal lleno de kiwis con un letrero que reza “nos reservamos el derecho de admisión”.
Y ni hablar de la posibilidad de un kiwi podrido convocando a kiwis frescos para llevar a cabo elecciones donde los que ganan siempre son los kiwis podridos eligiendo como líder al kiwi más pinche de todos los kiwis que finalmente llevará a la pudrición a todos los kiwis frescos y sanos.
Pues al final el cometido de un kiwi es regresar a sus orígenes, germinar sus semillas, crecer en una planta, echar raíces, desarrollar sus flores, iniciar la polinización y ofrecer su fruto con semillas nuevas para reciclar la vida, abonar la tierra y engrandecer el sentido de la maravillosa naturaleza… Justo como debería ser para el ser humano.
Eso si, me gusta imaginar a un grupo muy reducido de kiwis filosofando sobre su existencia y destino entre tanto su ciclo de vida se repite una y otra vez sin mayor percance y mientras la evolución hace lo propio, aún a reserva de la lamentable posibilidad de imaginar kiwis optimistas que crean que un kiwi Mesías llegará a salvarlos de sus miedos y de si mismos, lo cual no pasará porque son kiwis.
Así la diferencia es mas que obvia entre un kiwi y un ser humano sin embargo me sigue pareciendo curioso que un fruto como el kiwi tenga un ciclo de vida más provechoso y relevante que millones de seres humanos todos arrogantes y pendejos con menos conciencia que un kiwi ya que en este mundo de pura rentabilidad económica, ganancias, plusvalía, un kiwi es, al igual que un ser humano, un bien de consumo…
-V.Roccas.