CUENTO
Hope se encontraba sentado en el vestíbulo del hotel. Esperaba pacientemente para ser llamado. Estaba aquí para ser entrevistado. Se sentía un tanto alicaído. En su mente solamente se veía así mismo abandonando este lugar. Corría a toda prisa hasta alcanzar la orilla de la carretera. Luego se detenía para después solamente ir andando hasta el pueblo. El hotel estaba situado a unos quince kilómetros de donde vivía.
-¿Hope Lost? –preguntó una voz. El joven, al escuchar su nombre, enseguida volteó a ver. Luego se puso de pie y caminó hacia donde estaba la mujer.
-Pasa –dijo ella, mientras sostenía la puerta de cristal-. Toma asiento.
El joven Hope se sentó y esperó a que la mujer hiciera lo mismo.
-A ver, a ver –empezó a decir ella, mientras acomodaba unas carpetas-. ¿Traes una solicitud de empleo?
-Sí, sí traigo- contestó el joven-. Aquí lo tengo. –Luego de sacarlo de la bolsa, donde siempre guardaba sus cuadernos y demás cosas, se lo extendió a la mujer. Ésta lo tomó para enseguida empezar a analizarlo.
-Veo que nunca has trabajado –dijo ella al mirar el área de “Lugares donde ha trabajado anteriormente”.
-No en realidad –contestó algo apenado Hope. Luego de mirarse los zapatos, añadió-: Pero he hecho esto y lo otro…
-Dime. ¿Qué significa “esto y lo otro? –preguntó la mujer, bajando sus ojos hacia él. Hope se sintió muy incómodo al instante de escucharla.
-Pues verá –empezó a tratar de explicar él-. Emm. Mire. Yo… -Pausa-. Le seré sincero. –Baja la mirada otra vez, y luego dice-: He estado enfermo…, así que… -Unos golpes en la puerta lo interrumpieron.
-¿Sí? –preguntó la mujer a la joven que había abierto la puerta. Ésta dijo:
-Siento mucho tener que molestarla, pero el jefe me ha mandado para preguntarle que si ya tiene todos las vacantes cubiertas.
-Precisamente en eso estoy ahora –contestó la mujer, dirigiéndole una sonrisa al joven sentado frente a ella-. Ya solamente me faltan tres puestos, ¡y listo! Los demás ya están ocupados. –Cuando la joven se retiró, la mujer preguntó:
-¿En qué estábamos? ¡Ah, sí! En que has estado enfermo. Continua, por favor.
Hope maldijo para sus adentros. Ya no quería seguir contando lo que le había sucedido. Le resultaba muy difícil tener que explicárselo a un completo extraño. Y aunque la mujer lo había tratado de manera muy amable, aun así sentía que no podía hacerlo.
-Verá –empezó él de nuevo-. Como ya le he dicho. He estado enfermo y… -De nueva cuenta se detuvo. Realmente no sabía cómo enfrentar su pasado. Todas las palabras relacionadas con su dolor las sentía como piedras gigantes. Le pesaban ¡tanto! tener que hablarlas, que al final él solamente optó por decir-: Será mejor que me vaya. ¡Siento mucho haber tenido que quitarle su tiempo!
Dicho lo anterior, Hope enseguida extendió su brazo y agarró la solicitud que minutos antes le había dado a la mujer. Luego lo metió en su bolsa de nailon, entre una de sus libretas, para después solamente apresurarse a abandonar este lugar. La mujer entonces también se puso de pie, y corrió hasta la puerta.
-Hope –llamó al joven, que ahora se encontraba traspasando la puerta-. ¡Hope! –Pero el joven no le hizo caso. Entonces ella decidió ir tras de él… De no ser porque el joven resbaló en el camino, ella nunca le habría dado alcance. Hope se salvó de aporrearse contra el piso, gracias a que había reaccionado a tiempo. Y este mismo incidente fue lo que le permitió a la mujer alcanzarlo.
-Venga esa mano –dijo ella, cuando estuvo junto a él. Hope asintió. Luego de levantarse y sacudirse el pantalón, le dio las gracias a la mujer. Esta le sonrió. Hope también hizo lo mismo. Hacía mucho tiempo que él no le sonreía a nadie. Después de verlo recuperar el aliento, ella sugirió:
-¿Por qué no regresamos a la oficina y terminamos la entrevista? –Hope no supo qué contestar. Se sentía un tanto nervioso. Entonces él pidió:
-¿Por qué no mejor me dice aquí mismo las vacantes que aún están disponibles? Así puedo decirle ahora mismo si estoy interesado o no.
-De acuerdo –replicó la mujer, mientras ella y el joven se sentaban en una de las escalinatas. –Mira –dijo-. En primer lugar está el puesto de…, y después el de… Y por último este… ¿Qué te ha parecido? ¿Estás interesado en alguno? –Hope miraba el folleto que ella le había dado. Allí iban escritos a detalle cada una de las vacantes. El joven, que aún seguía sintiéndose muy inseguro, solamente atinó a responder:
-Me interesa este, pero no creo tener experiencia para ello.
-No te preocupes. ¡No la necesitas! Es un puesto fácil. Lo único que debes de saber es como agarrar una esponja. Cosa que no creo que te sea muy difícil, ¿verdad? –Ambos rieron otra vez-. La mujer le dijo a Hope que si él quería podía empezar enseguida. Pero él le contestó que no, que lo mejor era esperar hasta el siguiente día. La mujer dijo estar de acuerdo. Hope entonces se despidió de ella para después regresar a su casa…
Al siguiente día Hope llegó muy puntual a su nuevo empleo. Y desde este instante lo amó. En el pasado habían quedado todos sus intentos fallidos. Ahora, mientras lavaba y enjuagaba platos, hacía cuanto podía por mantener su mente lo más lejos posible de sus sueños imposibles…
Los días pasaron muy rápido. Cuando Hope se dio cuenta ya habían pasado más de tres meses desde que se había convertido en un lavaplatos. Para este ahora, el resto de las aspiraciones que le quedaban ya habían expirado en su totalidad. Ya no sentía y mucho menos tenía anhelos de nada. Es por esto que cuando surgió una vacante para el puesto de mesero, y cuando le preguntaron si lo quería, él enseguida lo rechazó. Nadie excepto él pudo entender el motivo.
Después, al cumplir ocho meses en su trabajo, el joven finalmente pudo empezar a darse el lujo de escaparse a la ciudad cada vez que le tocaba descansar. Su paga no era mucho, pero cada quincena se las ingeniaba para no gastarlo todo y así poder ahorrar un poquito. Con el dinero ahorrado es que venía a la ciudad para asistir al cine.
Una vez y otra vez. Eran ya como seis las veces que Hope había venido al cine para mirar las películas que más le habían parecido buenas. Cada vez que la pantalla gigante se encendía, él siempre suspiraba. En el ayer habían quedado sus vagas aspiraciones de querer triunfar escribiendo un argumento para una película. Los recuerdos de su pasado y su enfermedad aun le seguían causando nerviosismo.
Por nada en el mundo quería regresar a todo aquello. Pero esto siempre le resultaba inevitable, más cuando miraba una nueva cinta. Las películas siempre habían significado un todo para él. Como si de una película su vida se tratase, él siempre quiso triunfar…, pero nunca pudo conseguirlo. Había estado muy enfermo como para luchar por ello.
Y ahora aquí estaba, ¡otra vez!, con su bolsa de palomitas y su vaso de refresco, sentado en su butaca, esperando… Después de mirar con indiferencia varios cortos, que a él le parecieron muy tontos, la pantalla se apagó, para luego nuevamente volver a encenderse. La película finalmente daba inicio.
Pasados unos veinte minutos de la cinta, Hope vino a darse cuenta de que la película que estaba viendo se parecía mucho a la historia de un cuento que él alguna vez había escrito. Sin duda que alguien había terminado robándose su idea. Pero esto a él… ya no le importó.
Hope siguió viendo la película hasta el final. Luego, al salir de la sala, no supo qué sentir, y mucho menos qué pensar.
No tenía fuerzas, y mucho menos ganas para demandar a las personas que le habían plagiado su historia. Pensar que después de todo, al final, sus ideas sí valían, ya no le importó. Así que regresó a la terminal de autobuses, compró su boleto para volver a su pueblo, y aquí se quedó, siendo lo que ahora era: El LAVAPLATOS del hotel Catherine Hills, anclado en el corazón de la ciudad antigua de Uxmal.
FIN.
ANTHONY SMART
Abril/24/2018
Mayo/24/2018