Ricardo Del Muro / Austral
Birmingham, la cuna del Heavy Metal, despidió a Ozzy Osbourne, fallecido el 22 de julio a los 76 años. Miles de seguidores se alinearon en las calles de la ciudad británica, especialmente en Broad Street, y acompañaron el cortejo fúnebre hacia el icónico Black Sabbath Bridge. La procesión estuvo encabezada por una banda estilo New Orleans, integrada con músicos locales de Bostin´Brass Band, que al ritmo de jazz tocaron éxitos de Black Sabbath.
Las crónicas y fotos del multitudinario cortejo fúnebre de este emblemático rock star se publicaron en los principales diarios del mundo, igual que se transmitieron videos en la televisión. Del minuto de silencio en el Senado mexicano, por respeto a Ozzy, es mejor no hablar, aunque sobrarían calificativos.
Días antes de su muerte, Ozzy Osbourne participó y fue homenajeado en un concierto de Black Sabbath, el 5 de julio en Birmingham, la ciudad natal del músico con un pasado ligado a la clase obrera, donde también participaron otros grupos metaleros como Metallica, Slayer, Tool y Guns N´Roses.
Osbourne fue algo más que una leyenda del rock duro y vocalista de Black Sabbath. Entre 2002 y 2005, el roquero británico se convirtió, gracias a The Osbournes, en una estrella de la televisión. Fue el patriarca de la familia real de la telerrealidad, que abrió camino a Paris Hilton y Nicole Richie, a las Kardashian e incluso a las Campos, un “docu-reality”, que se transmitió entre 2016 y 2018 en la televisión española (Telecinco), basado en la vida de la famosa periodista española María Teresa Campos y sus hijas.
The Osbournes, escribió Héctor Llanos en El País (23 de julio 2025), fue el primer reality que mostraba la vida familiar de un famoso. Y el que cambió las reglas del juego para la televisión del siglo XXI, batiendo récords de audiencia.
MTV había decidido abandonar los videos musicales por la programación basada en los realities. Había encontrado el éxito experimentando con anónimos, hasta que un día se les ocurrió seguir el día a día de un personaje famoso. El protagonista en cuestión debía ser alguien que encajara con la identidad MTV y que fuera lo suficientemente bizarro para que su vida ordinaria resultara interesante a la audiencia.
Le propusieron la idea a un icono del rock, Ozzy Osbourne, y a parte de su familia. Su esposa Sharon y dos de sus hijos, los entonces adolescentes Kelly y Jack, aceptaron formar parte de un formato inédito hasta el momento. Para la primera temporada, les pagaron en total 80 mil dólares por capítulo, 20 mil por cabeza.
De un día para otro, la familia Osbourne fue la obsesión de Estados Unidos. Fue el programa más visto de la televisión por cable, con ocho millones de estadounidenses siguiendo sus desventuras cotidianas. Después se transmitió al resto del mundo. La revista Forbes calcula que, entre el sueldo de la cadena y los contratos publicitarios derivados, la familia se embolsó 40 millones de dólares en cuatro temporadas.
A pesar de no ser una familia convencional – indicó Llanos -, Ozzy sorprendió a la audiencia revelándose como un padre cariñoso, protector y atento con Jack y Kelly. Mostrar el lado más tierno del músico no perjudicó su carrera como estrella del rock. Fue justo todo lo contrario. Le dio su primer número uno en el competitivo mercado británico cuando lanzó un dúo junto a su hija Kelly. Se trataba de la versión de uno de los clásicos que Black Sabbath popularizó 30 años antes, la balada Changes.
Una canción “desoladoramente hermosa”, como la calificó el crítico Barney Ross, incluida en las 12 canciones propuestas por Hank Shteamer, ex editor de la revista Rolling Stone, en un reciente artículo en el New York Times (22 de julio) sobre el legado musical de Ozzy Osbourne, que empieza con las clásicas de la década de 1970: Black Sabbath, War Pigs, Iron Man, Paranoid y Changes en 1972.
Tras su salida de Black Sabbath, el 27 de abril de 1979, Osbourne había asumido que su apogeo como estrella del rock había quedado atrás. Pero un encuentro casual con Randy Rhoads – un virtuoso de formación clásica, que tocaba la guitarra en Quiet Riot – pronto le dio un poderoso segundo aire, señala Shteamer.
Osbourne contrató a Rhoads tras una deslumbrante audición, y ambos se asociaron con el bajista y letrista Bob Daisley para componer “Crazy Train”, el primer éxito en solitario del cantante y posiblemente el himno que definió su carrera. La letra de Daisley aludía a la agitación política y a la amenza de guerra, pero combinada con la penetrante voz de Osbourne y los riffs de Rhoads, la canción sonaba como una manifiesto de una vida que estaba constantemente en peligro de descarrilarse.
“Suicide Solution” (1980) siempre será recordada como la canción que provocó una pesadilla legal y de relaciones públicas para Osbourne cuando los padres de un adolescente de California que se suicidó presentaron una demanda – finalmente desestimada – alegando que su hijo había sido influenciado por el tema, una profunda composición de Blizzard of Ozz, el debut en solitario del cantante.
Otras canciones emblemáticas que destaca Shteamer en su artículo del Times, son: Shot in the Dark (1986); Close My Eyes Forever, con Lita Ford (1988), una balada sobre una tortuosa relación amorosa, que le valió a Osbourne entrar por única vez en el Top 10 de la lista de éxitos en Estados Unidos; Mama, I´m Coming Home (1991) y Ordinary Man (2020), la canción que da título al duodécimo disco en solitario de Osbourne y sigue la línea nostálgica de Changes, en la que recuerda su época de fama con una mezcla de gratitud y melancolía. “No me olvides cuando se apaguen los colores”, canta. “Cuando se apagan las luces, solo queda un escenario vacío”.
Shteamer cierra su lista de canciones con Patient Numer 9 (2022), el último álbum de Osbourne que comenzó con lo que parecía la culminación de su carrera, devolviendo al cantante al conocido tema de la angustia mental, interpretando el papel de un narrador institucionalizado que proclama: “No saldré vivo”. El tema, dice Shteamer, muestra a Ozzy como un icono del metal melancólico y a la vez como un cantor irreprimible de voz pesada, que seguía sonando poderosa e inconfundible luego de más de 50 años de carrera.
Sin embargo, la última canción en el concierto despedida de Black Sabbath – y por tanto la última en la que se escuchó a Ozzy junto a la banda – fue “Paranoid”, un clásico del Heavy Metal, con el que el cantante acostumbraba cerrar sus conciertos. RDM