Héctor Calderón Hallal
Nuestro país necesita un liderazgo con capacidad de comunicación, que planifique, establezca metas y prioridades, que conozca sus fortalezas y debilidades así como las de su equipo y, posea una alta inteligencia emocional en el modo de apoyarse y conquistar a los demás.
Un liderazgo que además de lo anterior, piense y trabaje para el futuro; invoque con frecuencia bajo su lógica sociolingüística, construcciones discursivas donde haga alusión a la juventud mexicana y su problemática; a su realidad, a sus fortalezas y debilidades, también.
Que privilegie un espacio al tema de la niñez, al de las nuevas generaciones y a las del mañana; que planee presupuestal y políticamente en función de este sector poblacional, de suyo, imposible de postergar o soslayar.
Un liderazgo como el que se vislumbra con Beatriz Paredes Rangel, una mujer con valor… y con valores, en la Presidencia de la República.
En las últimas dos entrevistas televisivas (Tragaluz con Fernando del Collado y Entredichos con René Delgado), Beatriz ha mostrado ser una de las muy pocas figuras políticas que en la actualidad en México, posee una inteligencia emocional que considera este aspecto tan fundamental en un liderazgo funcional, moderno: Que sepa mirar hacia adelante.
A contrario sensu, que hagan memoria nuestros lectores sobre cuándo, el actual Presidente de México ha tenido a bien durante su soliloquio mañanero, dedicar tan solo una expresión o una frase, a quienes son portadores del futuro del país o del mundo, como lo son los jóvenes y la niñez mexicana… ¿Cuándo ha justificado alguna política pública culminada o iniciada durante su mandato, en beneficio de las futuras generaciones; pensando en su salud, en su sano desarrollo, en su estabilidad económica… en su felicidad?
Nada; el presidente ciertamente no es deshonesto; no engaña en la intencionalidad de sus construcciones lingüísticas: no promete ni anuncia nada para las nuevas y futuras generaciones… porque no tiene nada planeado para ellos.
Es tal el nivel de egocentrismo y culto a la propia personalidad, que los únicos jóvenes y niños en los que piensa, son en los de su propia descendencia.
Dicha honestidad, aunque moralmente válida, no deja de ser reprochable y hasta criminal, porque como autoridad, democráticamente elegida y que se ufana de ser justa y de procurar la igualdad entre los gobernados, está ignorando deliberada y dolosamente lo que es conveniente para este sector de la población … y está actuando en muchos ámbitos –si no es que en todos- sin medir las consecuencias de sus determinaciones: cítese el tema ambiental y energético, favoreciendo el uso de energías fósiles; el tema educativo, proponiendo un modelo educativo ideologizado y fuera del contexto de los estándares internacionales; en el tema económico, derrochando sin misericordia los fondos de estabilidad, lo que a corto y mediano plazo, amenaza con descarrilar la ruta económica estable y con crecimiento sostenido que habríamos tenido en años anteriores.
Porque cuando se arguye la honestidad para actuar con agravios contra otro, hallando justificación en esos hechos, se está ante un acto que es moral o jurídicamente deshonesto, que no puede volverse lícito, tan solo por la buena intención del sujeto. Se está ante la violación al derecho del otro, invocando el propio derecho… que tiene un límite y es precisamente donde empieza el derecho del sujeto agraviado.
López Obrador está cargado de rencores y resentimientos; solo piensa en el ayer… en los agravios y venganzas, cuya cobranza no tiene ningún sentido ya emprender; en los complejos propios de una ideología sustentada en la dominación de individuos que llegaron de fuera, de “allende las fronteras, para someter y abusar siempre de nuestros ancestros”… Solo piensa –absurdamente- en cómo componer el pasado, cuando la mejor forma de reivindicación que el hombre tiene en su vida, es la de construir un mejor presente y dejar los mejores cimientos para que se siga edificando en el mañana.
Beatriz en cambio propone, de llegar a la Presidencia, devolver la certidumbre al país en todos los órdenes; no quiere mexicanos con miedo. Pretende además garantizar la vigencia del estado de derecho y fomentar las inversiones para la creación de empleos bien remunerados en un plano de economía mixta, como la buena socialdemócrata que es.
Para armar desde la oposición una candidatura competitiva, Beatriz Paredes está consciente que es menester la experiencia; la comprensión y el conocimiento profundo del país; claridad sobre las cosas que hay que impulsar para salir adelante y lo que se nenecesita defender y ser una persona con acceso a todos los estratos sociales y con un gran equipo de trabajo, integrado por las y los mexicanos más brillantes y capaces, por supuesto, de honestidad acrisolada y de preparación indiscutible.
“Porque yo estoy decidida a participar en el proceso por la Presidencia de la República abanderando a la Alianza, para aportar y buscar ganar (…)tengo altísimas posibilidades”, atajó Paredes Rangel.
Es evidente, el crecimiento que registra la exgobernadora de Tlaxcala en las encuestas y en los sondeos de opinión que se realizan a menos de cuatro meses, de haber levantado la mano como aspirante presidencial. Sus definiciones, sus propuestas, sus conceptos y su claridad al exponer sus tesis, la han convertido en un personaje político muy atractivo para los principales analistas y comentaristas políticos del pais y eso tiene sustento en su honradez personal, en su valor como persona, su valentía y su patriotismo.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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