SALDOS Y NOVEDADES
329 Libre en el Sur
“Al escribidor no le han faltado amigos ni mucho menos noches para gastarlas; ha bebido del buen vino y también del agua buena de los amigos”.
POR GERARDO GALARZA
En este espacio el escribidor cree que ha dejado constancia de que lo significan los amigos para él.
Ya lo ha escrito, pero es necesario repetirlo: la vida le ha sido muy generosa a la hora del reparto de amigos.
Mis amigos, según los ha definido Joan Manuel Serrat: son unos atorrantes; muchos de ellos se han meado a media calle desde la banqueta o han palpado el trasero de algunas o muchas damas, los han corrido de fiestas a las que no estaban invitados o en las se emborracharon en demasía, aprovechando que la bebida era gratis; nunca han oído consejos de ningún tipo y se han burlado de las cosas importantes de la vida. En resumen, sólo le has faltado un grado –dice el escribidor-para ser calificados como malhechores, pero también son lo mejor de sus casas y siempre tienen abierto el corazón para cualquiera de sus amigos, porque “saben que la amistad es lo primero”.
Los amigos son aquellos (y aquellos incluye a aquellas, según la corrección política de hoy priva) quienes estamos juntos siempre, aunque puede ser que lejos físicamente, en cualquier circunstancia.
De un tiempo acá en cada julio, mes de su cumpleaños que es el mero día 20 de este mes, el escribidor ha dedicado como agradecimiento a las felicitaciones y parabienes del caso, una canción que proclama las bondades del vino para la amistad. Y aquí la “pega” para compartirla nuevamente: Gracias a todos los amigos y familiares: No ha sido un cumpleaños fácil, pero contra todo pronóstico: ha sido feliz. En muchos años, más de 40, Sonia no… | By Gerardo | Facebook .
Gracias a todos los amigos y familiares: No ha sido un cumpleaños fácil,…
Gracias a todos los amigos y familiares: No ha sido un cumpleaños fácil, pero contra todo pronóstico: ha sido fe…
“Brindo por los mujeres que derrochan simpatía: brindo lo que vuelven con las luces de otro día…; brindo por lo que tuve y porque ya no tengo nada”. Así entrada se canta y nadie puede negarse a brindar. Con todo derecho, los abstemios se la pierden, ni modo.
Ojalá se pueda oír y ver con esa liga o link según se dice; ya saben que este escribidor es un inútil en cuestiones tecnológicas.
Por lo pronto, tengo que reafirmar que brindo porque esta noche un amigo paga el vino…
Y es que para eso son los cumpleaños: para brindar con los amigos, con ese vino del que se bebe en la casa, del que bebe el que está limpio por dentro/y tiene brillando el alma/que nunca le tiembla el pulso/cuando pulsa una guitarra/que no le falta un amigo/ni noches para gastarlas, según proclamaba el bueno de Alberto Cortez.
El buen vino siempre va botella en botella, de copa en copa, de mano en mano con los amigos, los de a deveras que son los únicos, en cualquier caso.
Elías Chávez –uno de los reporteros emblemáticos, así se dice ahora, de la revista Proceso de Julio Scherer García, y que fue mi compañero de Redacción, de cubículo, mi amigo- sí sabe de vinos y además los hacía. En serio.
Los fines de semana recorría los viñedos de San Juan del Río y de Aguascalientes para comprar uvas, para hacer su propio vino, que luego compartiría con una bola de pelafustanes que nada sabíamos de ese arte.
Y un buen día, ya era más o menos tarde en realidad, compartiendo ese vino, Eduardo Valle, el mismísimo Búho, el mismo del 68 y del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), le preguntó:
A ver, Elías, tú que haces vino ¿cuál es el mejor vino?” (Hay un texto en El Universal dedicado por El Búho “A Elías que hace vino”).
Circunspecto, Elías respondió: “Hay excelentes y muy caros vinos en el mercado; cada quién sabe y disfruta de ellos, pero el mejor vino de todos es aquel el que a cada uno le gusta”.
Y todos gritamos de satisfacción.
El mejor vino de todos es aquel que nos gusta, el que bebemos. Olvidémonos de las uvas y su añejamiento y de las marcas y etiquetas. Y, sobre todo, de los precios.
¡Bien, Elías!, aplaudimos.
¡Chingao!
Faltaba más.
Porque el vino también es el motivo de muchas canciones que cantamos todos.
Quienes vivimos los años 70 del siglo pasado, uf, por simple ejemplo, podemos recordar a Luisito Rey, el mismísimo papá del mismísimo Luis Miguel, quien compuso y cantaba aquella de: “Frente a una copa de vino/Yo me río de mi/Me da una pena tan grande/Que me tengo que reír”.
Antes, Alberto Cortez había grabado un poema que suelta dos o tres o más verdades:
“Sí, señor, el vino puede sacar/Cosas que el hombre se calla/Que deberían salir/Cuando el hombre bebe agua (…) Cosas que queman por dentro/Cosas que pudren el alma/De los que bajan los ojos/De los que esconden la cara”.
Pero, “¡qué lindo es el vino!/El que se bebe en la casa/Del que está limpio por dentro/Y tiene brillando el alma”… “Que bebe el vino por vino/Y bebe el agua, por agua”.
O “Cuatro copas” de José Alfredo Jiménez, el poeta guanajuatense, porque, aunque otro poeta pedía vino del bueno para olvidar, él cantaba que también hay otro bueno para recordar:
“Quién sabe cuántos años han pasado/La vida nos dejó las almas rotas/Y estamos recordando nuestra historia/Nomás mientras tomamos cuatro copas
“Me invitas a una copa/O te la invito”
Ya se ha dicho: al escribidor no le han faltado amigos ni mucho menos noches para gastarlas; ha bebido del buen vino y también del agua buena de los amigos.
Aquella tarde, el buen de Elías Chávez, -quien, por cierto, nada más, por cierto, celebra su onomástico, el día de su santo, pues, el mismo 20 de julio,- todavía nos haría mucho más felices.
Nos tenía una sorpresa mayor, cuando todos brindábamos por el vino que decíamos que nos gustaba, el mejor, pues, de acuerdo con lo que nos había dicho. Cuando éramos felices con nuestra propia copa, incluida la del vino producido por él, Elías advirtió serio y solemne:
–¡Hay un mejor vino del que le gusta a cada uno!
Nos quedamos estupefactos, perplejos, más bien pendejos, como se dice en mexicano.
¿Cómo? Ya habíamos quedado en algo y `ora resulta que no.
¡No chingues, Elías!
–¿Cuál?, le preguntamos de todos modos.
Muchos pensamos que diría una marca, una etiqueta, de esas cuyo precio está en miles de pesos.
Pero no.
Dijo con gran sonrisa:
–¡No hay ningún mejor vino que el que se bebe con los amigos!
Y entonces Elías, puesto en pie, levantó su copa y desde su gran altura dijo: ¡Salud!
Mayor verdad sobre el mejor de los vinos y la amistad no la hay. Ni la habrá.
¡Salud!