CIUDAD DE MÉXICO, 29 de junio (AlmomentoMX).- La educación superior no puede pensarse al margen de las tensiones internas, que plantean desafíos capaces de significar puntos de inflexión delicados por ser las universidades las grandes educadoras y el barómetro moral de México, afirmó el doctor Luis Montaño Hirose, profesor de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el Coloquio Actualidad del 68. Universidad, juventud y política, 50 años después, el investigador describió las presiones que las instituciones han afrontado a partir del movimiento estudiantil de aquel año del siglo pasado que constituyó un parteaguas y describió los modelos de organización en los que se han desarrollado.
El punto fundamental surgió entre la institución y la organización, debido a que la primera es concebida como un anhelo social, mientras que la segunda representa un medio para el logro de fines sociales, aunque entre ambas no existe total coincidencia, lo que conduce inexorablemente a que haya siempre lugar para el desencanto.
Una segunda presión se dio entre las instituciones de educación superior y la empresa, ya que para algunos críticos la comercialización del conocimiento es incompatible con la filosofía de la universidad basada en la difusión abierta del saber y esta relación crea una especie de ciclo que se cierra y vuelve a iniciar cuando una compañía se vuelve o deja de ser referencia central en la vida universitaria.
La autoridad académica colectiva se plantea como una modalidad pertinente, que permite enfrentar una tensión más: la diversidad, sea geográfica, académica o de los miembros de la organización, pues permite la incorporación de actores representativos, de tipos de conocimiento y sectores diversos.
Otro tipo es la proveniente de la acumulación de funciones históricas diversas; la universidad en tanto institución puede ser entendida como un espacio social siempre en resistencia que ha atendido distintos desafíos.
El docente del Departamento de Economía refirió que el rápido crecimiento de la matrícula durante los años posteriores a 1968 también implicó cambios importantes al interior de las escuelas en términos de gestión, ordenación y métodos de enseñanza, así como en el ámbito del aparato público burocrático.
Para hacer frente a un modelo burocrático surgieron los de tipo colegiado y político como reacción ante la centralidad administrativa, abundó el doctor en ciencias de las organizaciones.
El primero, que asume que el control de pares es el más adecuado, rechaza abiertamente la incorporación de formas de organización provenientes del sector público y privado; coloca en el centro del funcionamiento a la comunidad y rehúye la jerarquía burocrática.
En este esquema la coordinación debe lograrse a través de la dinámica del consenso y es concebido como una manera de regresar a lo simple de la vida comunitaria.
En tanto que el modelo político da cuenta de la diversidad de grupos que operan en el interior de las universidades y sus lazos con grupos externos, además, analiza las estrategias de las agrupaciones por ocupar posiciones de poder y presenta un nivel más bajo de idealización al considerar comportamientos organizacionales distantes del anhelo institucional y la responsabilidad social.
El cuarto modelo es el que considera que las universidades son anarquías organizadas y sostiene la existencia de una alta complejidad, ya que sus tecnologías, preferencias y esquemas de participación resultan ambiguos y contradictorios, con un alto grado de diversidad y autonomía interna, lo que lleva a cuestionar la racionalidad de los procesos de decisión y su aceptación homogénea.
Un tipo más que apareció recientemente es la universidad corporativa, que nace en el contexto de la globalización, la economía del conocimiento, el retiro del Estado del financiamiento de la educación superior y la masificación de la matrícula a nivel mundial.
Esta modalidad es la que más tensión genera ya que se confronta con principios y valores que dieron sentido a su desarrollo histórico, además de presentar consecuencias negativas como la pérdida de sentido social, el desprendimiento del ámbito institucional y el deterioro del tejido social interno, concluyó el docente.
AM.MX/fm
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