The Exodo
CABORCA, SONORA, 12 de marzo (AlmomentoMX).- Son cientos, tal vez miles de migrantes centroamericanos y mexicanos esperando que los grupos de la delincuencia organizada, principalmente dedicadas al narcotráfico, den la orden de que pueden cruzar hacia Estados Unidos. Aquí nada pasa sin su salvoconducto, su visto bueno, su cobro de piso que pueden ser miles de dólares o bien trabajar como “burreros o mulas” para llevar mochilas con droga al vecino país.
Melvin tiene ya dos meses y medio en Caborca, en espera de que los grupos de traficantes de indocumentados permitan el cruce hacia Estados Unidos. El hondureño, es nativo de un pueblo montañoso llamado “La Esperanza”. De ahí salió a principios de diciembre del 2017. Llegó a este municipio sonorense en la víspera del año nuevo.
Tiene 22 años y ya logró cruzar con vida todo México, a pesar de varias persecuciones de agentes migratorios, dos asaltos donde lo despojaron de 1,500 dólares que tenía para el viaje y casi un mes de aventones, subirse al tren a escondidas y mal comer.
En la fila hay más de 200 hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y mexicanos. Todos esperan a en las vías del tren a la señora Laura Elena Ramírez Gálvez, quien con el apoyo de vecinos del lugar y de algunos migrantes que viven en Estados Unidos, les da diariamente de desayunar.
“Estamos aquí parados, ya sin dinero, desesperados y sólo comiendo con el favor y la bendición de doña Laura. No hay luz verde para cruzar para el otro lado. Hasta que los “coyotes” nos digan cuándo, por cuánto y por dónde. Los que traen dinero pueden pagar los 5 mil dólares que en promedio cobran por cruzar sin problemas. Los que no, como yo, esperamos que nos den chance aunque sea llevando una mochila cargada”, indica Melvin, quien se oculta en una sudadera con capucha del frio y del miedo.
Organizaciones defensoras de migrantes en Sonora reconocen que el tráfico de migrantes ya es un “negocio” controlado por los grupos dedicados al narcotráfico, quienes deciden si cobran en dólares o con el trabajo de “mulas o burreros” a los centroamericanos y mexicanos que buscan llegar a Tucson.
José Luis, un viejo “pollero o coyote” hidalguense, que por años llevó miles de migrantes desde Ixmiquilpan a la frontera entre Sonora y Arizona, indicó a The Exodo que ahora el “negocio” lo tiene controlado el narcotráfico. “Tiene que transar con ellos, negociar. Puedes hacerlo por “pollo o migrante”, por semana o por mes. Ellos -los narcotraficantes- prácticamente “rentan” franjas fronterizas por donde puedes pasar a los migrantes. “Esto ya se conoce como el negocio del “narco-coyotaje”, apuntó.
El investigador y académico de la Universidad Iberoamericana, Javier Urbano, en la Universidad Iberoamericana, expone que los grupos de la delincuencia organizada, principalmente los cárteles de la droga, son quienes ya controlan el tráfico de migrantes en México.
Advierte que la ruta más peligrosa para los centroamericanos es la del Golfo, donde operan Los Zetas y el Cártel del Golfo, que han hecho del negocio migrante un mercado alterno al tráfico de drogas. Quienes caen en sus manos se convierten en piezas del crimen organizado.
Las mujeres que cumplen con el estereotipo que buscan dueños de bares y antros en México son vendidas como mercancía. Las hondureñas son las más cotizadas: pagan hasta 5 mil dólares por ellas; una guatemalteca tiene un precio de 300 dólares. Otras son obligadas a trabajar en el campo. No hay escapatoria: deben pagar deudas interminables con su cuerpo.
Howard Campbell, profesor de Antropología en la Universidad de Texas en El Paso, expone que ante el riesgo de que sus cargamentos de droga, y por ende su inversión, sean interceptados en la línea fronteriza, los cárteles del narcotráfico se han ‘diversificado’ con el negocio del transporte de inmigrantes indocumentados.
El Diario de Juárez publicó recientemente que “la mano de los cárteles ha sido detectada en recientes aseguramientos de inmigrantes que venían ocultos en tractocamiones descubiertos en retenes carreteros y en estacionamientos de centros comerciales en ciudades como San Antonio, Texas”.
“Hace 20 o 30 años el coyotaje no era un negocio grande porque se cruzaba a los amigos o conocidos y no cobraban mucho a los indocumentados, pero con el tiempo el crimen organizado empezó a apoderarse de todas estas operaciones en la frontera”, expuso Campbell.
Por su parte, el Semanario Zeta de Tijuana, destacó que la organización liderada por Héctor Iván Portillo Pérez, del Cártel de Sinaloa, se le atribuyen casi la mitad de los cruces de personas indocumentadas en Tijuana.
Sus ganancias en lo que va del año, de acuerdo con investigadores estadounidenses, se calculan en 2 millones de dólares. En los más de 40 kilómetros lineales que componen la frontera entre Tijuana y San Diego, hay un rincón en el que el muro se acaba. Justo ahí, en la colonia Nido de las Águilas, un asentamiento sobre valles y cerros empinados, donde las casas casi topan con la barda de metal, opera el traficante de personas más buscado por las autoridades estadounidenses.
Desde 2011 el representante de la Oficina de las Naciones Unidas para el Control de las Drogas y la prevención del Delito, Antonio Mazzitelli, denunció que el tráfico de inmigrantes es mucho más lucrativo en México que el tráfico de drogas. Tan sólo en 2010 el tráfico de indocumentados en la frontera con los EE. UU. dejó ganancias de 6.600 millones de dólares, lo que supera considerablemente los beneficios del narcotráfico.
El especialista calculaba que en el 2011 cada migrante mexicano pagó entre 1.000 y 2.000 dólares por cruzar la frontera norte. En la actualidad los cruces superan los 5 mil dólares y si se trata de centroamericanos que tienen que cruzar por México la cifra, a la que se le añaden extorsiones, asaltos, pago de derecho de piso, se puede duplicar o triplicar, señalan organizaciones defensoras de migrantes.
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