FRANCISCO RODRÍGUEZ
Antes de que el “caudillo” tocara el tema, miles de mexicanos y extranjeros indignados ya habían calificado la situación imperante en el sexenio de la Cuarta Decepción, complicitada con las grandes mafias del poder de matar, como un auténtico narcoEstado. Ni siquiera eso es nuevo en materia de declaraciones y voladas.
Esta supuesta primicia le fue arrebatada al mandarín de turno por miles de navegantes en redes sociales, por analistas de seguridad nacional, por gente del pueblo y hasta por el embajador gabacho Cristopher Landau, recién desempacado en nuestro país. El fenómeno no lo veía sólo aquél que no lo quería ver.
Eso es lo que pasa cuando los secretos de Estado son convertidos en las “mañaneras” en chismes de burlesque, en dimes y diretes entre actricitas ofendidas recíprocamente, a veces revelan amargas verdades que pegan directamente en las guarniciones del acusador. Todo se sabe, y no de la mejor manera.
López Obrador Vs. Calderón, vergonzosa riña de burlesque
El más reciente conflicto entre Andrés Manuel López Obrador y Calderón, cuyo fondo de acusaciones de presidir narcoEstados debería ventilarse en tribunales públicos, ha pasado a ser un pleito de cabaret, un desaguisado de opereta bufa, un pleito de comadres que deja a los dos muy mal parados. Se comprueba que ambos se han dedicado en su respectivo tiempo a proteger las actividades delincuenciales de El Chapo Guzmán y sucesores.
Con el añadido que perjudica frontalmente al actual, el de proteger también a los carteles del Pacífico, a los Zetas y al Cartel Jalisco Nueva Generación, encubriendo olímpicamente todas las actividades formales e informales, públicas y privadas, de sus integrantes, como si se tratara de revelar lo que de verdad son:
Ejércitos en toda forma, al servicio y bajo la complicidad del régimen, quintas columnas y formaciones de sicarios prestos para brindar cobijo a las giras del Jefe de Estado, contra los vituperios y ataques verbales de la población indignada que lo espera a la salida y lo hace correr a salto de mata por atrás de las zonas militares de provincia.
Triste espectáculo de un régimen encuerado, de un gobierno incapaz de solucionar uno solo de los problemas a que se comprometió en campaña, de un pobre presidente ignorante, ajeno a las responsabilidades esenciales, vencido por el peso de la opinión popular. Decadente, ennegrecido, fracasado.
Liberación del narcojunior, apapachos a la narcoabuela
La liberación de Ovidio Guzmán por el temor a que diera a conocer videos en su poder que retrataban los precisos momentos en que le entregaba los recursos a los miembros de la familia feliz del Palacio Nacional, más las reverencias a la abuelita el día que el narcojunior cumplía años, fueron la gota que derramó el vaso.
Casi la prueba concluyente, el testimonio de la sociedad establecida entre las dos familias, una en Palacio Nacional y otra en la operación de campo, y el consecuente permiso para matar que otorga a los delincuentes el uso y disfrute del poder supremo, aunque sea prestado por seis años. Aunque vaya a ser pasado por la degollina dentro de algunos meses.
El poder de matar… el único que verdaderamente existe
Por eso es por lo que nunca deben pelearse las comadres. La supervivencia del régimen unipersonal presidencialista se debió a taparse todos con la misma cobija. Por eso también se respetó durante mucho tiempo a los cuerpos castrenses oficiales, Ejército y Marina Armada.
Hasta que los mismos presidentes, incluido el actual, los convirtieron en guardias de cuerpo de las caravanas de narcotraficantes, y ahora, espectadores testimoniales de un poder de fuego moderno y sofisticado que deja a la población indefensa ante el poder de matar, el único que sí existe en este desafortunado país.
Desgraciadamente, desde hace mucho, sí es un narcoEstado
¿México es un narcoEstado? Ni duda cabe. El gobierno ha fallado en toda la línea, en todos los frentes habidos y por haber. Regentea un territorio en ruinas, atestado de males orgánicos, físicos y morales insolubles, mientras el “caudillo” es perseguido en todos los rincones de su geografía a mentadas y reclamaciones.
México es desgraciadamente un narcoEstado no por la expresión desafortunada e ingenua de un incapaz, sino porque todo el mundo lo sabe, porque el origen de los miedos del aparato gubernamental –de alguna manera hay que llamarlo– y de la población indefensa está en el terror que provocan las bandas delincuenciales empoderadas.
México es de facto y en la realidad un narcoEstado porque todas las actividades sustanciales del aparato son ahora dirigidas por las Fuerzas Armadas sometidas a los designios del narco, y porque nadie tiene para dónde hacerse, si no es obedeciendo la consigna de plata o plomo.
La economía nacional, el efectivo circulante en todas las actividades comerciales responden al mismo origen, ése que se gesta en la rapiña, el contubernio, el asesinato y el tráfico de estupefacientes y detonadores químicos. La mafia del poder, en la punta de la pirámide, responde a las mismas razones y exigencias.
Atender la delincuencia no es electoralmente rentable
El narcotráfico, el narcoEstado, la narcopolicía, las narcojudicaturas, la narcopolitica y el narcoEjercito, son como la culebra que se muerde la cola. Un torbellino inacabable de putrefacción y oprobio que resguarda intereses de poderosos y ungidos de ocasión.
Y el Presidente no está para atender asuntos tan poco rentables electoralmente, como la delincuencia organizada, los ajusticiamientos y ejecuciones que ya cobran casi un millón de muertos de Calderón para acá.
Lo suyo son los programas de asistencia que no han podido comprobar su destino, que no tienen reglas de operación, ni padrones comprobados, ni beneficiarios, ni requisitos. Que no se sabe hasta la fecha donde está el dinero, el Banco del Bienestar, quebrado. Pero eso es lo suyo.
Sin acciones de Estado, libres los culpables de la intranquilidad
Así es que adiós a la posibilidad de asustar a los enemigos, adiós a la responsabilidad de velar por la seguridad, por la convivencia y la salud, adiós a toda acción del Estado para detener o insultar a los agresores de la tranquilidad, a los verdugos de la integridad personal, nacional y colectiva.
Sólo nos queda esperar a que desde las “mañaneras” se ventilen los chismes de farándula, los oprobios entre los exquisitos, las reclamaciones boca a boca de los estultos, para que haya materia para seguir denigrando al país, para acabar de destruir lo que quede.
En las respuestas sangran las heridas de los verdaderos traidores a la patria.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En la “mañanera” de ayer martes hubo un reprise de la función anterior del burlesque. El presidente intentó desarticular el discurso crítico del calderonismo retando al exmandatario a confesar todo lo que sabe sobre Genaro García Luna y la protección que brindó al cartel de El Chapo Guzmán a cambio de “mordidas”. Además, le recordó que en su gobierno se permitió la entrada de armas de Estados Unidos a México de manera ilegal asegurando que convirtieron al país en un narcoEstado. También le dejó en claro que volvería a saludar a la mamá de El Chapo, “es una anciana,” y reconoció que él ordenó la liberación de Ovidio Guzmán a fin de no causar daños en la población. “El expresidente Calderón se enojó conmigo pero yo no tengo la culpa, García Luna fue su secretario de Seguridad… el pueblo se cansa de tanta pinche transa.” Luego celebró la orden de aprehensión contra 19 exfuncionarios públicos, entre ellos el ex titular de la policía de la CDMX, Jesús Orta, por corrupción.
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