CUENTO
Había una vez un niño que era muy pero muy flojo. No le gustaba hacer nada, sino que solo leer. Todo el tiempo se la pasaba leyendo. Y todas las mañanas, su mamá tenía que obligarlo para que él se levantara y para que fuese a la escuela. Y el niño flojo enseguida empezaba a lloriquear, y luego a patear las cosas que en su cuarto habían; una mesa, una silla, y los juguetes con los que nunca jugaba, porque hasta para jugar era muy flojo.
Lo único que al niño flojo le gustaba hacer era acostarse en su hamaca, o en el sofá de la sala de su casa, y sólo leer, ¡nada más! Al niño flojo le gustaba leer todo tipo de historias, sí, pero más que nada, le gustaba leer todavía mucho más, historias en los que aparecían niños, como él mismo.
Y el niño flojo iba a la escuela, pero nunca hacía su tarea, y tampoco nunca obedecía o hacía lo que su maestra le decía. Él solamente se la pasaba sentado en su silla, leyendo y leyendo sus historias de aventuras. Y así es como transcurría el tiempo y la vida del niño flojo, en pura lectura.
El niño flojo no tenía amigos, ni en la escuela ni en la calle, porque hasta para tener amigos era muy flojo. Después de todo, el niño flojo no necesitaba tener amigos, porque él ya tenía muchos. ¡Todos los niños que aparecían en sus cuentos eran sus amigos! Y ellos, a diferencia de los niños de la escuela, sí eran niños valientes. A ellos nada les daba miedo, a ellos nada los detenía.
Una vez, por ejemplo, el niño flojo había leído un cuento, en donde un niño gordo y feo se peleaba con otro niño, porque este niño siempre estaba burlándose y riéndose de él, porque era gordo y feo. Pero un día, el niño gordo y feo, cansado de las burlas que el otro niño le hacía, se dijo: YA NO PERMITIRÉ QUE ÉL NI NADIE SE VUELVA A BURLAR DE MI, NUNCA PERO NUNCA JAMÁS. Entonces el niño gordo y feo planeó una idea en su mente. Ya sé, se dijo así mismo, ¡ya sé qué es lo que haré la próxima vez que este niño se burle de mí!
Y un día, mientras el niño gordo y feo jugaba en el patio de la escuela, completamente solo, porque nadie quería ser su amigo, el niño que siempre se burlaba de él, lo vio y enseguida se le acercó para comenzar a fastidiarlo, y a burlarse y reírse de él. ¡La hora ha llegado!, dijo el niño gordo y feo, y enseguida empujó al niño, y éste cayó al suelo. ¡Ahora voy a demostrarte quien soy yo!, dijo el niño gordo al niño que siempre se burlaba de él… Ay, ¡cómo me gustaría ser así de valiente!, exclamó el niño flojo al leer esta parte de la historia.
Pero era tan flojo, que sabía que jamás podría hacer nada parecido. Y el tiempo siguió pasando.
Y un día, cuando el niño flojo regresaba de la escuela, se encontró en el camino a un grupo de niños, que formaban un círculo. Y aunque el niño flojo era muy flojo, esta vez su curiosidad fue más grande que su flojera. Por lo tanto, enseguida se acercó al grupo de niños, para ver qué era lo que allí sucedía. Y cuando estuvo cerca, el niño flojo vio que dentro del circulo había una niña, a la cual otro niño, más grande que ella, estaba fastidiando.
La niña decía: ¡Devuélveme mi zapato! ¡Devuélvemelo! Pero el niño que la molestaba solamente seguía y seguía burlándose de ella, mientras que con una de sus manos alzaba el zapato, donde ella no podía alcanzarlo, agarrarlo y así quitárselo. Y los niños que formaban el círculo, en vez de ayudar a la niña, reían y festejaban lo que el niño le hacía. Entonces el niño flojo, que lo había visto todo, abrió su boca y dijo: DEVUELVELE SU ZAPATO A ESTA NIÑA, ¡AHORA MISMO!
Pero el niño no obedeció, sino que solo se acercó al niño flojo, y le preguntó: ¿y tú quién eres? ¡Eso a ti no te importa!, el niño flojo le contestó. Ah, ¡con que eres muy valiente, eh! No, no soy valiente ni nada parecido. Tan solo te estoy pidiendo que le devuelvas su zapato a esta niña. Y el niño malo, al escuchar esto le dijo: ¡pues no quiero hacerlo! ¡Conste que te lo pedí!, dijo el niño flojo a éste, y lo empujo, como había hecho el niño gordo de la historia, y el niño malo cayó al suelo, como el niño malo de la historia.
Y el niño flojo, al ver al niño malo tirado en el suelo, enseguida se le tiró encima y comenzó a golpearlo, en su cara y en sus costillas. Y el niño malo, al sentir que los golpes del niño flojo le causaban dolor, empezó a llorar y a decir: ¡ya no me golpees más! ¡Por favor, ya no lo hagas! Pero el niño flojo no hacía caso a lo que le pedían. Ya no me golpees más, ¡por favor, ya no lo hagas! ¡Por favor, por favor, para ya…! ¡Ajá!, exclamó el niño flojo. Ahora ya sabes lo que esta niña ha sentido, cuando ella te pidió que le devolvieses su zapato. ¿Verdad que se siente muy bonito?, preguntó el niño flojo al niño malo. No, ¡no se siente nada bonito!, dijo el niño malo. ¡Pues entonces ya no vuelvas a quitarle su zapato! No, ¡te juro que ya no volveré a hacerlo!, dijo el niño malo.
Y todo el resto de niños que allí estaban, al escuchar esto empezaron a chiflar y a aplaudir lo que el niño flojo había hecho, DEFENDER A ESA NIÑA. Entonces el niño flojo se levantó del suelo, se sacudió la tierra de su ropa y luego se agachó para agarrar el zapato de la niña, que había quedado tirado a un lado de donde él había peleado con el niño malo. Toma, aquí está tu zapato, le dijo a la niña, cuando se lo entregó; este niño ya no volverá a quitártelo. Y la niña solo pudo gritarle GRACIAS, porque el niño flojo ya se había alejado de ella. Y el niño flojo siguió y siguió caminando de regreso a su casa. Ya no era más un niño flojo, porque por fin se había atrevido a hacer ALGO, ¡había actuado! Pero él no se había dado cuenta de esto, porque hasta para esto era muy flojo.
Y AQUÍ TERMINA LA HISTORIA DEL NIÑO FLOJO.
Anthony Smart.
Octubre/26/2016