Francisco Rodríguez
El domingo de Pascua de 2015 los católicos del exclusivo vecindario de Key Biscayne, frente a Miami, se sorprendieron de ver como un nutrido conjunto de oficiales del Estado Mayor Presidencial mexicano reservaban la banca delantera de la iglesia de Saint Agnes, para que la señora Angélica Rivera, su madre, hermana e hijas atendieran el servicio religioso.
No se fueron en blanco. Al término de la misa, antes de dar la bendición a su feligresía, el sacerdote les recetó una enérgica admonición: en la casa de Dios, les dijo palabras más o menos, no se apartan lugares. No hay lugares reservados. Todos los asientos son para los hijos de Dios, sin distinciones.
Y eso fue como un aliciente para que, a la salida del recinto religioso, no pocos de los asistentes también les reclamaran ya no sólo por haber apartado la banca, incluso por la guaruriza militar. Minutos después, cuando la familia Rivera acudió al brunch en un restaurante de la zona, los abucheos en su contra no cesaron.
Y es que, aunque lleva ya varios años residiendo ahí, en The Ocean Club –a la que se anuncia como “una impresionante comunidad cerrada en Key Biscayne, que ofrece 52 acres de residencias, parques, vías fluviales y, por supuesto, una playa de clase mundial. La playa de 1000 pies se asoma a las brillantes aguas del Océano Atlántico. Hay 11 edificios residenciales, con todo, desde lujosas torres de gran altura hasta villas íntimas”–, a La Gaviota, como la motejan, aún la ven como una nueva rica ostentosa, hispana y/o brown, que hasta hace poco estaba excesivamente protegida, hasta por agentes del Servicio Secreto estadounidense, a petición especial de Los Pinos al Departamento del Tesoro, para que vigilaran los dos únicos accesos al suburbio condominal.
La buena noticia para los habitantes de la Torre 1, donde se ubican los dos departamentos ocupados por la actriz –al vecino del piso de arriba lo corrieron a billetazos, para hacerse también de ese espacio– es que la señora Rivera y su parentela se van. Han puesto a la venta las unidades habitacionales 304 y 404, en poco más de 40 millones de pesos.
La mala, en contrapartida, es que está en tratos para comprar un penthouse ¡valuado en 21 millones de dólares! –algo así como 420 millones de pesos–, ahí mismo en Key Biscayne. Modesto. Cinco recámaras, siete baños, piscina al aire libre, en 766 metros cuadrados (8 mil 252 pies cuadrados). Casi las mismas dimensiones que un depa del Infonavit.
Su hermana Adriana, por su parte, también ha comprado otro departamento en el área. Dinero para ello también tiene, pues durante el sexenio de EPN, se le encargó organizar festejos, saraos y todo tipo de celebraciones a través de contratos sin licitar, y cuya empresa fuera señalada por la Auditoría Superior de la Federación por su actuación poco transparente.
¿De dónde tiene recursos multimillonarios La Gaviota para adquirir su nuevo y exorbitantemente caro y lujoso penthouse?
¿Todavía de su sueldo como actriz de telenovelas?
¿O por haber representado durante casi ocho años el papel de esposa de Enrique Peña Nieto?
¿Usted qué cree?
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