José Luis Parra
En estos días donde la política mexicana parece una mezcla de tragicomedia y narcofábula, desde Washington llega un mensaje claro, aunque disfrazado de diplomacia: Ronald Johnson ha sido juramentado como nuevo embajador de Estados Unidos en México. Aplausos, sonrisas y protocolo, sí. Pero detrás de la solemnidad hay una advertencia en mayúsculas: el imperio no observa, actúa.
El nuevo embajador no es un adorno institucional. Ni diplomático de carrera ni emisario de buenas intenciones, Johnson es una pieza del engranaje trumpista, apoyado por figuras tan reveladoras como Eduardo Verástegui y Sara Carter, la “zarina” del narcotráfico. ¿Mensajes? Todos. ¿Sutilezas? Ninguna.
Porque mientras algunos se entretienen debatiendo si Claudia dice “sí señor” más rápido que Xóchitl dice “cómo no”, en el norte ya se alinearon los cañones. El nombramiento de Johnson forma parte de una ofensiva más amplia: ya no basta con acusar a narcos mexicanos; ahora se busca procesarlos por terrorismo. Y como bien sabemos, en esa lista podrían terminar también los políticos locales que jugaron al olvido o al “no me di cuenta”. ¿Pruebas? Ellos tampoco las necesitan.
La reciente retirada de visas a gobernadores mexicanos es apenas el tráiler del largometraje que viene. La Casa Blanca lo ha dejado claro: se acabaron los abrazos, vienen los expedientes. ¿Nombres? Ya llegarán. Y si no, los fabrican.
La lucha contra el narcoterrorismo ya no es tema exclusivo del Congreso gringo. Se volvió herramienta de presión política bilateral. Una suerte de espada de Damocles sobre la cabeza de mandatarios estatales —sobre todo del norte del país— que jugaron a ser ciegos mientras las balas llovían en sus estados.
En el tablero geopolítico, los gobernadores ya no son figuras locales: son operadores de frontera. Y si uno de ellos falla, la factura la pagarán con sanciones, con aislamiento… o con tribunales internacionales.
La presencia de Sara Carter en la juramentación de Johnson no fue casual. La periodista es más temida que cien marines juntos. Su inclusión manda un mensaje brutal: habrá investigación, juicio y castigo. En inglés y en español.
Mientras la 4T busca un negociador “bilingüe”, Estados Unidos ya lo mandó. Uno con voz firme, amigos provida, y una lista de nombres que muy pronto podrían conocer el sistema penitenciario estadounidense. A veces sin pruebas, a veces con demasiadas.
Ya lo dijo el nuevo embajador: vienen por la seguridad, los valores y el comercio justo. Traducción libre: vienen por el narco, los políticos que se aliaron con ellos, y por quienes los dejaron actuar.
Así que sí, bienvenidos al nuevo virreinato.