Las últimas semanas no han sido afortunadas para la Presidenta de la República, si bien gobernar México nunca ha sido un paseo por el parque, en esta ocasión y sin ánimo de ser fatalistas, sus jornadas a la par del ajetreo cotidiano de la agenda habitual, son con toda seguridad muy complicadas.
A los amagos intervencionistas del presidente Trump y el gravamen a las remesas que increíblemente fue celebrado por los adeptos al régimen, se suman la cancelación de visas a gobernadores en funciones bajo la sombra de estar inmiscuidos en actividades ilícitas, así como una lista negra de políticos y personalidades públicas a quienes se les atribuyen relaciones con el narco. De igual manera surge en los potreros de nuestros ganaderos el problema del gusano barrenador, la violencia en todas sus expresiones no cede, y particularmente han sido asesinados dos importantes funcionarios del gobierno de la Ciudad de México, miembros del primer círculo de Clara Brugada, así como también candidatos y actores políticos al interior de la república.
De la misma forma brotaron las torpes declaraciones de un funcionario de Hacienda, que vive bajo el manto de privilegio de la burocracia dorada y afirma que en caso de una recesión, las familias mexicanas están preparadas para hacerle frente con sus ahorros, probablemente el señor, desde su burbuja de cristal, no ha reparado que la inmensa mayoría de los mexicanos, hacen malabares para llegar al fin de quincena. De igual suerte surge la prepotencia de quienes gozan de las mieles del poder, como el rocambolesco senador Fernández Noroña, habitúe al City Market de Cuernavaca, a las salas vip en los aeropuertos y a las cabinas de primera clase en los aviones. Recientemente humilló a un hombre con el que se hizo de palabras en una terminal aérea, obligándolo a pedirle una disculpa pública desde la tribuna del senado, en suma, un poderoso senador en contra de un ciudadano común y corriente.
Como si lo anterior no fuera suficiente el desafortunado accidente del ARM Cuauhtémoc ha enlutado al país, finalmente y en otro tenor, las chapuzas alrededor de los “acordeones” de la elección del próximo domingo, dan cuenta de que la mentada reforma judicial ya está viciada desde antes de su nacimiento, y para bailar con la más fea, el país es rehén de una organización al margen de la ley, como lo es la CNTE.
En descargo de la presidenta, se puede afirmar la notable labor de las fuerzas armadas en el rubro de seguridad, el trecho es muy largo y sinuoso, pero se ha avanzado más en los últimos seis meses, que en los seis años de la política de “abrazos y no balazos”. De igual forma, la presidenta se enfrenta a problemas no creados, sino heredados por su antecesor, pero eso no la exime de enfrentarlos y resolverlos.
Aquí es donde la presidenta, debe dar un golpe de timón, y tomar ejemplo de referentes históricos ocurridos hace casi cien años en nuestro país. Es bien sabido que quien pudo consumar la vena social de la Revolución Mexicana, fue el general Lázaro Cárdenas quien se constituyó en el líder moral del movimiento armado y social hasta su muerte en 1970. Los detractores del general Cárdenas le censuran su talante progresista, y sus apologistas es simplemente lo que le aplauden, hoy no en vano, la Cuarta Transformación se asume como heredera de su legado. Sin embargo, el general Cárdenas no la tuvo fácil para implementar sus políticas, debió sacudirse del general Calles y del Maximato instaurado por el sonorense.
Cárdenas asumió la presidencia en 1934, y debió aceptar en su gabinete a ministros callistas, a los hijos del Jefe Maximo como gobernadores de Nuevo León y Tamaulipas y a su yerno Fernando Torreblanca como subsecretario. El propio Calles tuvo entonces, la intención de seguir mandando como lo venía haciendo desde la muerte de Obregón. Cárdenas batalló mucho, pero no perdió el tino y la noche del 9 de abril de 1936, un piquete de tropas se apersonó en la residencia de Calles y lo trasladó al aeródromo de Balbuena de donde partió al exilio californiano, donde vivió hasta 1941.
A partir de entonces, se instituyó la regla no escrita, de que los ex presidentes no pueden interferir en el desempeño de sus sucesores. Hoy parece ser que vivimos la excepción a dicha regla y al igual que con el primer gabinete de Cárdenas enquistado de callistas, el gabinete de la presidenta Sheimbaum lo está de obradoristas. Tal como ocurrió con los hijos de Calles, hoy los hijos de AMLO interfieren en la administración pública.
Hace no mucho el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, genuino referente de la izquierda y hombre congruente, manifestó palabras más, palabras menos, que su padre nunca tuvo un ánimo personal en contra de Calles, su antiguo jefe, simplemente no le permitió tomarse atribuciones por encima de las que corresponden a la investidura presidencial. Oportuna será que la presidenta en el ejercicio de sus facultades constitucionales, mire hacia el espejo de la historia, tomé el ejemplo de Cárdenas y ejecute en bien del país y de su administración,el obligado deslinde, tal como ocurrió en 1936.