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El otro himno de González Bocanegra y el López del Siglo XIX

Redacción Por Redacción
16 agosto, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

En estos días, ante las “acechanzas” del exterior, un día sí y otro también, los líderes de la “izquierda” mexicana invocan y hasta recitan voz en cuello las estrofas del Himno Nacional cual si se tratara de la oración de La Magnífica. Ante tanta exhibición de patriotismo, este escribidor decidió irse a dar una vuelta por los tiempos en que nuestro sacrosanto Himno fue escrito, musicalizado y estrenado. En ese periplo, una vez más, encontramos cuán basta es nuestra ignorancia sobre algunos temas. Permítanos, lector amable, transportarnos hasta el periodo comprendido entre finales de 1853 y septiembre de 1854.

Desde marzo de este último año, en Guerrero, el grupo encabezado por Juan Nepomuceno Álvarez Hurtado, el cubano Florencio Villarreal e Ignacio Gregorio Comonfort de Los Ríos, se rebeló en contra de López de Santa Anna quien ejercía la presidencia de México por undécima, y última, ocasión. Ante ello, el veracruzano decidió irlos a apaciguar. Acorde con las crónicas de entonces, la acción militar fue todo un éxito y, una vez más, el guerrero inmortal de Zempoala logró someter a los insurrectos. Tras de ello, regresaba a la capital del país pleno de gloria. Vayamos a las crónicas que El Universal, nada que ver con el de ahora, publicaba.

Dado lo mencionado, el 14 de mayo de 1854, el gobernador del Distrito de México, Antonio Diez de Bonilla, emitió una serie de disposiciones para festejar el retorno, el día 16, de ese personaje tan preclaro. El fausto acontecimiento merecía solemnizarse de tal manera que la población manifestara “su júbilo por el feliz regreso de S.A.S, [Su Alteza Serenísima], y su gratitud por el empeño con que lo sacrifica todo para procurar a la nación cuanto considera que es necesario a su felicidad”.  Ante ello, disponía que el 16, no se abriera el comercio; que durante el periodo comprendido entre el 16 y 18, “adornen sus casas, las iluminen en las noches y hagan todas las demostraciones de alegría y contento que les dicten su afecto a S.A.S. y su interés por el bien público”. Asimismo, convocaba para que durante los tres días hubiera serenatas frente al Palacio Nacional y música en las glorietas del Paseo de Bucareli.

El retorno se dio entre arcos triunfales, calles atestadas de ciudadanos deseosos de expresar su reconocimiento al “héroe” y, por supuesto, no podía faltar un Te Deum cantado por quien desperdicio su inteligencia preclara poniéndola al servicio de las causas retrogradas, el arzobispo de Mexico, José Lázaro De La Garza y Ballesteros. El jolgorio continuó con el besamanos en Palacio en donde, el presidente del Consejo de Estado, Luis Gonzaga Cuevas, relató “la necesidad que obligó a S.A.S. a dejar las comodidades de la capital por las fatigas de la campaña; …de la facilidad con que se terminaría la guerra cuyo resultado sería el firme establecimiento del orden público, para que el país fuese definitivamente constituido”. En esto último tendría razón Cuevas, salvo que para darse habría de quitarse de en medio a aquel López. Pero no nos desviemos de la narrativa y volvamos a los festejos.

Para el 17, se dispusieron fuegos de artificio en la Plaza Mayor y, el 18, una corrida de toros en la Plaza del Paseo de Bucareli. Por la noche de ambas fechas, se darían sendas funciones en los Teatros Santa-Anna y de Oriente. La compañía lirica que laboraba en el primero de esos recintos, acorde con la crónica, “se ha empeñado en proporcionar al público un espectáculo digno de S.A.S., el presidente a quien va dedicado. En la función de esta noche, se cantará el himno nacional compuesto por el Sr. [Francisco] González Bocanegra, y a que ha puesto música el Sr. Bottesini; se pondrá en escena la Hija del Regimiento…”.

Por su parte, “la compañía de Oriente, que no quiere ser menos, ha dispuesto para mañana en la noche, [el día 18], su función dedicada igualmente al jefe supremo del Estado…” Pero este grupo no se  quedó en el enunciado simple, en el anuncio de la función, tras de colgarle todos los nombramientos de que se acompañaba el López del Siglo XIX, señalaban: “Nada hay más natural, ni más gustoso, que el que los artistas extranjeros a quienes el gobierno y la sociedad protegen y auxilian, dándoles seguridad y garantías, y tributándoles aplausos inmerecidos, procuren en días solemnes para la patria que les dispensa hospitalidad y favores, solemnizar sus altas glorias y tomar parte en el regocijo público que enajena[¡!] hoy a los mexicanos por el fausto, feliz y triunfal regreso de su digno presidente el Serenísimo Sr. D. Antonio López De Santa Anna”. Y por ahí seguían derramando melcocha en honor de sujeto tan execrable, pero que le vamos a hacer estaban en 1854. Acto seguido, procedían a mencionar el programa de la función aludida.

En la segunda parte, “se ejecutará por todos los artistas de la compañía y coro general un gran Himno Nacional, palabras del joven poeta mexicano D. Francisco González Bocanegra, al cual la compañía tributa las más expresivas gracias por haber se prestado gustoso con sus talentos. La música está compuesta expresamente, por esta ocasión, por el maestro director y compositor, el Sr. D. José Nicolao…”. Estamos ciertos de que usted lector amable, habrá de preguntarse ¿Cuál fue ese otro himno de la autoría de González Bocanegra?

El 21 de mayo de 1854, El Universal daba la respuesta y publicaba: “Himno. He aquí el compuesto por el joven González Bocanegra y que fue cantado hace tres noches en el Teatro de Oriente”. Antes de continuar, le advertimos que, si no es de estómago fuerte, mejor ni siga con la lectura. Para el valiente que ose aquí van las estrofas de la pieza.

“Las espadas en las manos! / ¡Un caballo y una lanza! / ¡Al combate, a la venganza! / 1Guerra y muerte a la traición! / Ve, Santa Anna, y dónde quiera / que la discordia se esconda, / a sus acentos responda, el acento del cañón!”

“Es la señal de la guerra / que suena en la montaña; / ¿Quién puede ya la saña / del bravo contener?”
“Cual bajan de los montes / los rápidos torrentes / mirad a los valientes /con furia cometer”.
“Mirad nuestros corceles / hollar al moribundo / que triste lanza al mundo / su aliento postrimer”.
“Y entre la espesa nube / de polvo y de metralla, / cuando el cañón estalla / ved al héroe vencer”.
“La victoria sus alas despliega, / de Santa-Anna cubriendo la frente; / siempre triunfa quien sabe valiente / por la patria y la ley combatir, / del Anáhuac el bravo caudillo, / lleva en pos por doquier la victoria: / ¡Salve al héroe, de México gloria! / por la patria juremos morir”.

Don Pancho, sin rubor, reafirmaba su condición de texto servidor, ya no necesitaba que su novia lo encerrara para que le llegaran las musas.  Recordemos que el 12 de noviembre de 1853, el López del Siglo XIX, a través del oficial mayor del Ministerio de Fomento, Miguel Lerdo De Tejada y Corral, lanzó la convocatoria para que “haya un canto verdaderamente patriótico que adoptado por el supremo gobierno sea constantemente el Himno Nacional…”. Finalmente, el 9 de febrero de 1854, El Universal publicó el comunicado que el día tres de ese mes emitió Lerdo De Tejada. Se leía: “sometidas al examen del Exmo. [Excelentísimo] Sr. D. José Bernardo Couto [Pérez] y de los Sres. Manuel Carpio [Hernández] y José Joaquín Pesado [Pérez], las veintiséis composiciones poéticas que se presentaron a esta secretaría… ha sido calificada de mayor mérito la siguiente, de la que resulto ser autor, al abrirse el pliegue cerrado que llevaba su epígrafe, el Sr. D. Francisco González Bocanegra”. A continuación, se reproducía la letra original del Himno una de cuyas estrofas, hoy escondida, se leía: “Del guerrero inmortal de Zempoala / Te defiende la espada terrible, / Y sostiene su brazo invencible / Tu sagrado pendón tricolor; / Él será del feliz mexicano / en la paz y en la guerra el caudillo, / por que él supo sus armas de brillo / Circundar en los campos de honor”.  Al texto de González Bocanegra le hacía falta la música, y se convocó al concurso respectivo, algo que se mencionó al final del comunicado que daba a conocer el ganador de la letra.

El 12 de agosto de 1854, nuevamente, a través de Lerdo De Tejada, se informaba que “habiéndose nombrado la comisión compuesta de los profesores de música D. José Antonio Gómez, D. Agustín Balderas y D. Tomás León, para que examinara las diversas composiciones que se presentaron…y calificara cual de ellas merecía la preferencia y pudiera adoptarse como himno nacional, se pasaron a dicha comisión quince, quedando depositados en el archivo y en riguroso secreto, los pliegues cerrados que contenían los nombres de sus respectivos autores. Verificados el examen y la calificación correspondientes, la comisión dio su dictamen, dando el primer lugar, por unanimidad, a la composición que llevaba el epígrafe Dios y libertad. En consecuencia, se procedió a abrir el pliego cerrado correspondiente, y resultando ser de D. Jaime Nunó [Roca]…” Y todo quedaba listo para que el 15 de septiembre de 1854, en el Teatro Santa Anna, se escuchara por vez primera el Himno Nacional que prevalece hasta nuestros días. Pero no era cosa de cantar y nada más.

El discurso oficial estuvo a cargo de quien lucía como el poeta favorito del régimen, Francisco González Bocanegra. Su perorata abarcó un recorrido amplio por lo que fuera la lucha por la independencia hasta que concluyó con estos dos párrafos: “¡Salve otra vez, querida Patria mía!  A la sombra de este hermoso pabellón tricolor que hoy felizmente sostiene el brazo invencible del héroe de Tampico, vienen tus hijos rompiendo las armas fratricidas, a jurarte ser dignos sucesores de los hombres de 1810”. ¿Pues en que mundo viviría don Francisco?  ¿Acaso no se había percatado de como las derrotas del quince uñas nos dejaron sin la mitad del territorio?  Pero aún le quedaba cuerda.

Para concluir, mencionaba: “UNIÓN, RELIGIÓN, INDEPENDENCIA será constantemente nuestra divisa. Míranos abrazados como hermanos, unidos al ilustre guerrero que hoy rige tus destinos para llevarte a la cima del poder y de la grandeza, y óyenos exclamar con la mismísima solemnidad y entusiasmo que el caudillo de Dolores la noche del 15 de septiembre de 1810: VIVA LA LIBERTAD. VIVA LA INDEPENCIA NACIONAL”. De haber vivido en estos días, González Bocanegra estaría, sin lugar a duda, como jilguero del Mesías. Sin embargo, en su tiempo pocos fueron los días en que pudo seguir derramando melcocha alrededor del López del Siglo XIX quien, el 9 de agosto de 1855, en medio de las sombras de la madrugada salió huyendo de la Ciudad de México. Esta es una versión apretada sobre la parte de la historia que rodea el origen del Himno Nacional que, si bien entonamos con orgullo, nos negamos a que lo utilicen como si fuera la oración de La Magnífica buscando con ello ocultar la incapacidad para lograr la unidad del pueblo mexicano y el respeto a la soberanía. vimarisch53@hotmail.com

 

Añadido (25.33.114) Apenas el sábado anterior mencionábamos en este espacio lo mal que se veía el Aeropuerto de la CDMX, y el domingo pudimos comprobar, a la distancia, que está peor de lo que pensábamos. Un logro más del líder que eligieron, en 2018, treinta millones de crédulos.

Añadido (25.33.115) El domingo10 de agosto, nos pudimos percatar de las bondades que se han derramado sobre el otrora Distrito Federal, hoy Ciudad de México, gracias a que durante 28 años ha sido gobernada por dirigentes emanados de la “izquierda” mexicana. En ese contexto, pudimos ser testigos de imágenes plenas de nostalgia que nos evocaban los inicios del Siglo XX cuándo, ante los encharcamientos de las calles, se generó el oficio de cargadores… de personas para cruzarlas de una acera a la otra. Ya entrados en esa añoranza, por un momento pensamos que iban a empezar a llegar, a la parte trasera de Palacio Nacional, las canoas y trajineras. ¿Cómo agradecer a la $-T que nos permita, en pleno Siglo XXI evocar, en vivo, lo que sucedía en los inicios del Siglo XX? ¿Qué otras sorpresas tendrán para hacernos retroceder en el tiempo?

Añadido (25.33.116) Estos creen que están en cantina de los sesenta y setenta y que el parroquiano va a sentirse satisfecho con puras botanas. Se les olvida que el comensal es de buen diente y quiere, como plato fuerte, algo suculento. ¿Acaso no encuentran chef que prepare el guiso o lo tienen, pero no hay mesero que esté dispuesto a llevarlo a la mesa y ser el primero en conocer la opinión del cliente con respecto a la sazón?

Añadido (25.33.117) Esas cifras de que disminuyó la pobreza en Mexico son una fantasía más de la otrora respetada institución que fuera el INEGI. El obtener mayores ingresos vía la dadiva no saca a nadie de la pobreza. Como se atreven a decir que el índice de indigencia se redujo cuando hay carencia de servicios médicos, desabasto de medicamentos, la educación de calidad está ausente, la vivienda digna es una quimera, la inflación continúa comiéndose a los incrementos en el salario mínimo, etc. Notas como esas son para el consumo de quienes solamente pueden aportar cinco por ciento de capacidad intelectual a la hora de desempeñar un empleo.

Añadido (25.33.118) ¿Será cierto que allá, lejos, muy lejos, hay quien acostumbra a desayunar diariamente un plato de soberanía acompañada de frijoles con gorgojo y un vaso de leche Betty?

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