Por: Héctor Calderón Hallal
Sí hay que ponderar la oportuna intervención de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Guanajuato en la reciente detención de José Antonio Yépez “El Marro”, el pasado domingo 2 de agosto pues, aunque en calidad de operativo coordinado con fuerzas federales, se hizo de forma expedita y eficaz, no sólo la captura, sino también la liberación de una empresaria secuestrada.
Y hay que agradecerle que haya actuado con transparencia y rápido, para adelantársele a un presidente que a lo mejor quería darle su abrazo y liberarlo, en una inexplicable aún, política en materia de seguridad.
Afortunadamente pues para el curso lógico y legal de las cosas, López Obrador no tuvo tiempo de liberarlo, como a Ovidio Guzmán en Culiacán el pasado 17 de octubre y ni la mamá ni la abuelita de “El Marro”, tuvieron tiempo de enviar sentida misiva al presidente para negociar nada.
En realidad, aquí hubo un rasero diferente al del multicitado y célebre operativo fallido en Culiacán el año pasado.
Como muchos criterios diferenciados que aplica este gobierno de la “Cuarta Transformación”, en su tratamiento a los problemas fundamentales del país.
No sólo se distingue un manejo discriminatorio para algunos temas y de privilegio a otros. Eso da la idea de una administración sin plan, ni orden. O lo que sería peor, en un franco despropósito, un gobierno deliberamente injusto.
Con toda esa secuela de acciones de su gobierno en los últimos 20 meses, Andrés Manuel López Obrador nos recordó sin embargo a todos los mexicanos, que como pueblo somos un conglomerado invencible, que nunca hemos necesitado que ningún gobierno nos marque el derrotero de nuestro camino en busca de progreso material, justicia, libertad y orden. Esa ha sido la historia de este país. Existe como pueblo y como nación libre y próspera a pesar de sus gobiernos.
Y aunque nuestro recorrido para consolidar a la aun joven nación mexicana, ha sido largo y tortuoso en ocasiones, nos hemos levatado y hemos recuperado el rumbo… a pesar de las tiranías y los gobiernos de mercaderes, despistados, improvisados y facinerosos a lo largo de la historia.
El mexicano bien nacido tiende por lo general a no interesarse en la política como actividad productiva o principal. Busca emprender, emplearse o explotar su profesión u oficio, antes de considerarse parte de esa especie de plaga en que siempre se ha etiquetado a la clase política, vergonzosamente.
Y sin embargo, a pesar de las decepciones a lo largo del tiempo, a pesar de las injusticias, del abuso y el robo inmisericorde a la población, siempre hemos sabido desde el fondo de nuestros corazones, que para México y su pueblo lo mejor está por venir.
El pueblo mexicano es más grande que su gobierno; siempre lo ha sido. Es más importante que su mal llamada “clase política”. Porque si se atiende al criterio etimológico, hace política un individuo que vive para servir. Y un gobierno o un grupo de gentes empoderados -democráticamente o no- que no vive para servir… no sirve para nada.
Sea por inexperiencia, falta de planeación y orden… o enmarcado en el afán de venganza y discriminación contra otros sectores de la población a los que considera adversarios políticos o de plano que no le sirven para sus fines utilitaristas de promoción, cuando busque el voto que los perpetúe en el poder.
Sirve y por ende hace política, a pesar de los momentos tan adversos que vivimos hoy por la pandemia, todo aquel individuo con vocación de servir al prójimo.
Esta mañana, aquella modesta maestra se sobrepuso a la impaciencia y al cansancio de tener que dedicarle más tiempo en la sesión virtual a aquel niño que lo necesita para aprender su lección, buscando elevar el nivel de aprendizaje de sus alumnos en este malogrado ciclo lectivo.
También esta mañana, aquel valeroso microempresario se sobrepuso a la tragedia de haber tenido que cerrar temporalmente por las cirisis sanitaria y económica y, convaleciente aún también del contagio, ya sin empleados ni ayudantes, levantó la cortina metálica de su negocio y sin sentir apetito ni sed, se puso a ofrecer sus productos para tener una justificación de dignidad ante sus familiares y dependientes económicos.
Del mismo modo hoy, mucho antes de que el sol salga, un agricultor sexagenario sin apoyos de ninguna índole, acompañado de su hijo, dotados de un par de palas y una gran fe, se dirigen a su parcela a realizar el riego y la canalización maual del agua a los surcos, en una empinada ladera de agostadero de la que habrá de obtener muy pronto, gracias al enorme esfuerzo y voluntad, los mejores cacahuates de exportación o el mejor ajonjolí de norteamérica y lo hará sin ningún apoyo o paliativo, porque este ciclo agrícola no hubo gobierno que creyera en ellos.
Tampoco ellos creen ya en ninguna autoridad, que sólo los busca para que cumplan obligaciones fiscales. No ocupan a ningún gobierno ni a ningún político, pues siempre han sabido que romperse la espalda paliando la tierra y el agua, tiene más valor que cualquier “palmadita” o rollo enardecido de “reivindicación campesina”.
Esta mañana también, un hombre y su esposa salen de su casa con su criatura en brazos, sorteando el frío y el aguacero, para llegar temprano a hacer cola por eneésima ocasión y esperar a ver si este día por fin, hay el medicamento para tratar el cáncer de su niña.
Sueño interrumpido esta mañana de la criatura y de los padres que, no obstante esta calamidad, no extinguen asímismo su otro gran sueño, que aún albergan en lo más profundo de su alma esos santificados padres de familia, porque llegue a extirparse el carcinoma en el cuerpo de su bebé y pueda ser una niña feliz y una adulta plena el día de mañana, aunque ellos no lo alcancen a ver.
Esta mañana también un hombre llegó a su casa después de completar una larga temporada durmiendo en casas de campaña, en el suelo y comiendo deficientemente; jugándose la vida defendiendo el orden y el estado de derecho en enfrentamientos contra delincuentes cobardes y sanguinarios, por un sueldo y una categoría que le fueron disminuido y degradada respectivamente, al hacer su cambio obligado del Ejército a la Guardia Nacional.
Él fue uno de los afortunados que pudieron volver con vida a casa y aunque trae mucho sueño esta mañana, tampoco abandona el sueño de ver reflejado algún día su proyecto original de vida en alguno de sus hijos, como profesionista exitoso y hombre de bien.
Se juega así el pueblo mexicano su destino, en un desafío deliberado a la adversidad. Arremangando materialmente contra la corriente. No conoce otra historia; no sabe de otro lenguaje.
Lo que sí sabe es que en lo que resta de este sexenio, tendrá un gobierno que seguirá perdiendo un valioso tiempo en el proceso de “prueba y error”, porque desconfió de personal formado en un servicio civil de carrera, al que ha venido echando a la calle para cubrir esos espacios con incondicionales ideológicos y operadores electorales.
Que es un gobierno que seguirá perdiendo tiempo valioso en tanto no reconozca que en lo que invierte el dinero no es socialmente productivo, sino una inversión electoral a corto plazo, porque está pensando en la próxima elección y no en la próxima generación.
Una sociedad que ya reconoció que este gobierno es uno que da un trato diferenciado a los diferentes sectores y estratos; que discrimina en pocas palabras… por resentimiento, por prejuicio ideológico o por incapacidad para asumir la tarea de gobernar incluyentemente.
Pues mientras invierte 2 mil millones de pesos recuperados por la FGR de un presnto fraude fiscal al Infonavit, a la rifa de un avión que ya se vaticina como un fracaso promocional, retira apoyos fundamentales para la atención de niños con cáncer, mujeres víctimas de la violencia y guarderías infantiles.
Mientras destina casi 600 millones de pesos a la compra de un estadio de béisbol en ruinas y al impulos a ese que es su deporte favorito, el sistema de suministro a la salud pública padece un terrible desabasto.
Mientras concentra este gobierno todo su esfuerzo en programas asistenciales dirigidos con toda claridasd a sus sectores clientelares, hay otros sectores poblacionales mayoritarios que están quedando materilamente descobijados.
Como ejemplos, el programa “jóvenes construyendo su futuro”, ha logrado a la fecha, que sólo el 22.4 % de los jóvenes inscritos en el programa se capacite o se quede en el centro laboral donde se capacitó o se acomode en algún otro empleo. Esto es, sólo 2 de cada 10 jóvenes logran su objetivo.
Por su parte, el programa “Sembrando Vida”, ha logrado hasta hoy que de una meta de 574 millones de árboles y plantas por sembrar, sólo se han sembrado 80 millones y no hay un padrón completo de los beneficiarios.
Un gobierno que no entiende que el primer paso para construir esa transformación que prometió, es lograr una reconciliación con todos, absolutamente, los sectores de la sociedad mexicana, en lugar de seguir discriminando, polarizando y agrediendo.
Porque en México, es el gobierno el que ocupa a la gente y no al revés. La población, como ya se ha visto, no ocupa al Gobierno. Siempre lo ha reconocido como una función meramente representativa o simbólica. Pocas veces ha sido factor de impulso a la economía, la democracia o la libertad. Especialmente en algunos gobiernos de tenue implicación al interior de la sociedad, como al parecer ya se vislumbra que terminará siendo este.
Pues no resuelve nada, no convoca, no une, no inspira confianza… no sirve.
Porque este es un gobierno que no es parejo con la población; marca sus difrencias al momento de atender sus necesidades.
Y marca sus diferencias, hasta para aplicar la pretensión punitiva, como facultad constitucional. Es el caso de “El Marro”, contra el de Ovidio Guzmán.
Hay diferencias… que ni qué.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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