Por Aurelio Contreras Moreno
Lejos de cerrarse las heridas, en Acción Nacional la fractura interna que, entre otras cosas, provocó su debacle electoral en prácticamente todos los comicios celebrados el pasado 1 de julio, parece hacerse cada vez más grande.
En lugar de servir como un ejercicio de autocrítica y reflexión tras su peor derrota en los últimos 40 años, la sesión del Consejo Nacional del PAN del pasado sábado sólo mostró que quienes dividieron al blanquiazul pretenden apoderarse de lo que quede de éste, así sea reducido a su mínima expresión.
A pesar de la espectacular derrota por más de 30 puntos respecto del ganador de las elecciones presidenciales, el grupo del fallido candidato Ricardo Anaya Cortés intenta mantener el control en el proceso de sucesión en la dirigencia nacional que todavía encabeza el gris Damián Zepeda.
La nada oculta intención de los anayistas es colocar en la Presidencia del CEN panista al diputado federal Marko Cortés, quien al igual que Damián Zepeda, sólo es una simple extensión del propio Ricardo Anaya y que, por consiguiente, daría los mismos resultados.
La oposición interna no se ha hecho esperar. El senador Roberto Gil Zuarth, allegado al ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y que también ha manifestado su intención por buscar la presidencia nacional panista, declaró que lo que ocurre en su partido es una especie de “negación psicótica”, pues la actual dirigencia hace como si no hubiera pasado nada el 1 de julio con tal de evadir su responsabilidad política e histórica.
“A la dirigencia actual no le interesa transformar el partido. Sólo quieren mantener la presidencia y seguir como estamos: en la peor derrota de nuestra historia”, subrayó Gil Zuarth, cuyo grupo político, el calderonismo, amenaza con renunciar por completo al PAN y construir un nuevo partido.
Más allá de su orientación ideológica, históricamente el PAN se había caracterizado por sus prácticas democráticas internas, que le confirieron autoridad moral para cuestionar al viejo régimen autoritario en los años de “gloria” del PRI omnipotente e imbatible.
Pero de un tiempo a la fecha, la colonización de ese partido por parte de empresarios sin escrúpulos y de ex priistas advenedizos minó ese espíritu alguna vez democrático y convirtió a Acción Nacional en una mera maquinaria de acceso a posiciones de poder, y para lo cual se echaba mano de las mismas prácticas autoritarias y desleales que antes criticaron y combatieron.
Desdibujado, desarticulado, carente de verdaderos liderazgos, el PAN recurrió a la fórmula de trabar alianzas electorales con partidos como el PRD, con el que no comparte prácticamente nada, más que la ambición por hacerse de cargos públicos. Y hasta el año pasado pareció funcionarle a ambos. Pero en el más reciente proceso electoral dicha fórmula quedó desfondada y ahondó la grieta interna que tiene sumido al panismo en la peor crisis de su historia. Hacia dentro y hacia afuera.
En Veracruz la situación no es muy diferente. El yunismo que hace dos años le arrebató al fide-duartismo la gubernatura usando al PAN, busca mantener el control de la dirigencia estatal de ese partido con todo y que sólo les duró un bienio el gusto de gobernar el estado, y que a pesar del brutal derroche de recursos, perdieron la elección de Gobernador.
Y es que al igual que a nivel nacional, en el estado también parecen padecer del mismo síndrome de “negación psicótica” descrito por Gil Zuarth. La autocrítica y la democracia tampoco son su fuerte. Todo lo contrario.
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