Emilio Trinidad Zaldivar
Como un globo sin aire, desbrujulados, sin rumbo y destino, los panistas de Puebla no se dieron cuenta que su propia actitud los atropelló, los hirió y los dejó en muy mal estado para acudir a la elección extraordinaria con un candidato robusto, que sume y represente fielmente lo que antes del 24 de diciembre tenían.
No habían terminado de asimilar la trágica muerte de su líder en la entidad y de su esposa que apenas iniciaba su sexenio, cuando en la confusión, desconcierto, incredulidad y enojo, empezaron a dar tumbos.
El ex gobernador Antonio Gali Fallad acababa de entregar el gobierno. Sabía que su tiempo había concluido y estaba desconcertado. Pensaba que por ello, otros deberían tomar la batuta y trabajar para cerrar filas y consolidarse como grupo político.
Luis Bank salió a dar mensaje y asumirse representante claro del legado de los Moreno Valle en el homenaje póstumo que les hicieron. Gali se atrevía a decir que eran momentos de profundo duelo y que habían perdido a dos grandes políticos, servidores públicos y seres humanos, pero no mostró músculo ni se asumió como líder que debió tomar las riendas de un PAN en la entidad que por el extraño accidente aéreo había quedado decapitado.
Pasó el tiempo. Seguían en duelo. Se dividieron, se debilitaron; algunas figuras del PAN o aliados quisieron surgir semanas después como emergentes, ya fuera para el interinato o para la elección que la circunstancia obliga a realizar.
Las diferencias internas -ya conocidas por muchos- no se hicieron esperar y terminaron siendo del dominio público. Las percepciones y los proyectos discordantes en vez de unir, alejaban. Las figuras en choque: Antonio Gali, Eukid Castañón, Luis Bank, Marcelo García Almaguer (que resultó siendo el más afectado y por ello el sacrificado), a los que se sumó, entre varios otros, Gerardo Islas. El que estaba encargado del despacho, Jesús Rodríguez Almeida, que ni del estado es, se encontraba ahí solo como figura decorativa. Ajeno a Puebla y al PAN y a sus cabezas.
El ex gobernador quería impulsar primero que a nadie a su hijo del mismo nombre. El eco fue más que escaso. No había manera de hacerlo crecer, era poco el tiempo.
Los jaloneos se trasladaron a la Ciudad de México. En las instalaciones del CEN del PAN con Marko Cortés al frente, se debatía que se debía hacer y qué rumbo tomar. Incluso el tema lo querían subir a la Secretaria de Gobernación para que se hicieran acuerdos y no creciera la confrontación entre Morena y PAN en la entidad.
Nada lograron. El actual líder del Partido Acción Nacional está y se ve alejado del PAN poblano. El tema no estaba en sus manos y la tardanza en reaccionar para que todos tomaran el mismo camino les parece hoy lapidaria. No entendieron en sus filas que lo que no suma resta.
No obtuvieron el interinato que al final recayó en Guillermo Pacheco Pulido, un priista de la vieja guardia que habrá de llevar en paz el destino de Puebla en algunos meses.
En el camino se quedaron regados, heridos, exhibidos y enojados, Eukid Castañón, Luis Bank y Marcelo García Almaguer.
El impulso que al final Tony Gali quiso darle a Gerardo Islas para que fuera él el interino se presentó tarde y muy mal armando. No tenía posibilidades, pero haber sido considerado en la terna le debe dar ánimo y lo coloca en posición de crecimiento. No le sirvió a Gerardo ni el empujón que le intentó dar Ernesto Echeguren en la entidad, ni lo que éste pidió al comunicador y titular del ramo en la Secretaria de Gobernación, Héctor Gandini, para que moviera sus hilos e influencia y los dados se cargaran a favor del diputado con licencia Gerardo Islas.
Hoy el panorama para el PAN en Puebla es tan malo, que los del PRI de ahí se quieren colgar para darle oxígeno a su moribundo partido.
Así es la política.
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