CUENTO
Sus hermanos se burlaban de él, ya que tenía le plumaje de distinto color. Mientras que ellos eran amarillos, él era de color cenizo.
Al poco tiempo de estar en el mundo, este patito se volvió un ser muy triste, solitario y –muchas de las veces- temeroso. Su dolor era tan grande que, hasta su propia madre lo rechazaba. Aunque no de manera muy directa, sino que de manera sutil.
A su hijo de color cenizo, ¡siempre le daba menos comida! Y a su ropa, cuando la lavaba, ¡nunca le ponía suavizante! Las trusitas, playeras y demás de este pato cenizo, nunca olían como las de sus demás hermanos.
¡Pobre patito! Tanto era su dolor por verse discriminado que, un día, mientras llovía con truenos y relámpagos, y mientras él esperaba debajo de un árbol a que la lluvia aminorase un poco, de repente, en una de esas, el cielo se abrió en dos y de aquí surgió una voz que le dijo, con voz estruendosa: “¡Eres un pato horrendo! Por eso tu madre y tus hermanos no te quieren…”
Dicho lo anterior, la voz desapareció, la lluvia cesó y el cielo nuevamente volvió a ser azul. El día se veía muy bonito. ¡Todo se veía muy bonito, excepto el rostro de aquel patito de color cenizo!
Desde aquel día él no pudo olvidar aquella voz. Desde ese día él y su mente quedaron muy traumados. Pasó el tiempo y todos crecieron; todos se fueron…
La mamá se quedó en su casa. A los pocos años de su primera vejez, ella murió gracias a un virus de nombre “Cobrid 21”. Ella no solamente padecía diabetes, sino que también de presión alta.
Los hermanos del patito “horrendo” se casaron, y luego se divorciaron. Algunos de ellos terminaron siendo alcohólicos. Ellos, que eran nueve en total, nunca volvieron a ver a su hermano de color cenizo.
Éste, lejos de su antiguo hogar, se volvió un narcotraficante, así como también uno de los asesinos más temidos de su país “Patoland”. Y, aunque ahora vivía en la abundancia de dinero y cosas materiales muy hermosas, muy a pesar de todo esto, él nunca pudo superar aquel trauma suyo de su infancia. En las noches de tormenta, su mente siempre volvía a escuchar esa voz que le decía… “¡Eres un pato horrendo! ¡No vales nada!”
FIN.
Anthony Smart
Junio/28/2021