Por José Alberto Sánchez Nava
“Cuando la conquista del espacio pone en jaque la seguridad en la Tierra, el vacío legal se convierte en una bomba de relojería.”
1. Introducción: Cuando el progreso espacial se convierte en lluvia de hierro
El 12 de abril de 2025, tres satélites Starlink —STARLINK 1035, 1346 y 5047— se desintegraron sobre el Pacífico mexicano, esparciendo escombros en un margen de 12 horas. Este evento no fue una excepción, sino la norma en un mundo donde 3 objetos artificiales caen a la Tierra diariamente, muchos sin control. La paradoja es clara: la tecnología que conecta al mundo amenaza con fracturar la seguridad global. México, con su posición geográfica bajo rutas orbitales críticas, está en la primera línea de esta crisis.
Pero México no está solo. En febrero de 2024, fragmentos de un cohete Falcon 9 de SpaceX cayeron en Polonia y Ucrania, mientras que en marzo del mismo año, un trozo de metal de 10 cm perforó el techo de una casa en Florida. Estos incidentes demuestran que la amenaza es global, pero México enfrenta un riesgo particular: su costa del Pacífico está bajo la ruta de satélites que orbitan a 550 km de altura, donde operan megaconstelaciones como Starlink.
2. La ilusión del control: Cálculos fallidos y responsabilidades evadidas
SpaceX diseñó su constelación Starlink para operar en órbitas bajas (LEO), donde la fricción atmosférica garantiza su autodestrucción en 5-10 años. Pero la realidad es más cruda: fragmentos de titanio, motores y tanques de combustible sobreviven a la reentrada a 27,000 km/h, transformándose en proyectiles capaces de perforar aviones o hundir embarcaciones.
La “ventana de error” de 6 horas para predecir impactos —como ocurrió en Colima— no es un margen de seguridad, sino una confesión de incapacidad tecnológica. Mientras empresas como SpaceX priorizan la rentabilidad, solo el 10% del costo de sus misiones se destina a mitigar riesgos de basura espacial.
Casos globales que alarman:
• En Kenia, un anillo metálico de 2.4 metros y 500 kg cayó en un pueblo remoto en 2024, aplastando árboles y sembrando pánico.
• República Dominicana suspendió 47 vuelos comerciales en abril de 2025 por riesgo de colisión con restos del Falcon 9.
• La Estación Espacial Internacional (ISS) ha realizado más de 20 maniobras desde 1999 para evitar escombros, incluyendo restos de un cohete estadounidense de 1994.
3. Derecho espacial: Un marco obsoleto en la era de las megaconstelaciones
El Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 y el Convenio de Responsabilidad de 1972 —pilares del derecho espacial— establecen que los Estados son responsables de los daños causados por sus objetos espaciales. Sin embargo, estos acuerdos no previeron la privatización masiva del espacio ni las megaconstelaciones de satélites.
Aunque la ONU aprobó en 2018 directrices para la sostenibilidad espacial —como desorbitar satélites en órbitas críticas o neutralizar restos de combustible—, estas son voluntarias y carecen de sanciones. La Comisión para la Utilización Pacífica del Espacio (COPUOS), creada en 1959, sigue operando con lógicas de la Guerra Fría, sin mecanismos para exigir transparencia en reentradas o penalizar negligencia.
El vacío legal en cifras:
• 60% de los desechos en órbita provienen de cuerpos de cohetes y satélites abandonados.
• La OCDE estima que $191 mil millones en activos económicos globales están en riesgo por colisiones espaciales, incluyendo satélites meteorológicos y financieros.
4. México: De víctima a arquitecto de la gobernanza orbital
México tiene 3.5 toneladas de basura espacial —restos de satélites como el Morelos 3 o el Ulises I— y enfrenta costos de lanzamiento incrementados en 18% por riesgos de colisión. Ante esto, debe trascender su rol pasivo y liderar en foros internacionales sobre los siguientes puntos:
1. Corredores aéreos protegidos: Zonas donde toda reentrada deba notificarse con 72 horas de antelación, detallando composición y trayectoria.
2. Responsabilidad extendida: Multas proporcionales al riesgo calculado y prohibición de lanzamientos para empresas reincidentes.
3. Aplicar el principio de “debida diligencia”: Penalizar daños causados por fragmentos, incluso si la reentrada fue “accidental”.
La Constelación AztechSAT podría ser pionera en adoptar estándares ISO de diseño sostenible —como satélites autodestruibles o materiales biodegradables—, un modelo para naciones emergentes. Además, México cuenta con la Red Mexicana de Meteoros, un proyecto científico que monitorea reentradas atmosféricas y podría integrarse a una red global de alerta temprana.
5. Conclusión: El espacio no es un bien raíz (ni un basurero
El síndrome de Kessler —una reacción en cadena de colisiones que inutilizaría órbitas clave— ya no es ciencia ficción: 34,000 fragmentos mayores de 10 cm orbitan la Tierra, y cada choque genera miles más. Si un barco derrama petróleo, paga; si una empresa contamina un río, indemniza. ¿Por qué el espacio sería la excepción?
México, con su vasto litoral y creciente industria satelital, no puede permanecer al margen, tiene la oportunidad de unir a países medianos en la COPUOS para exigir tratados vinculantes. Solo con regulaciones claras y sanciones efectivas —multas millonarias, prohibiciones de lanzamiento y responsabilidad penal de quienes pongan en peligro vidas— podremos evitar que nuestro espacio aéreo se convierta en un campo minado de fragmentos no identificados.
El cielo no es de Musk ni de Bezos: es un patrimonio común. Y como bien advierte la ESA: “La órbita terrestre podría convertirse en un campo de minas incontrolable”. La última frontera no está en Marte, sino en nuestra capacidad de legislar el vacío antes de que el vacío nos devore.
Fuentes:
1. [Convención de Basilea] – Regulación de desechos peligrosos y su aplicación a metales.
o URL: https://www.recyclingtoday.com/article/basel-convention-threatens-scrap-trade/
2. [Tratados ambientales internacionales] – Listado de acuerdos como el Tratado del Espacio Ultraterrestre y COPUOS.
o URL: https://archive.epa.gov/oswer/international/web/html/200610-international-chemical-hazards.html