Por José Alberto Sánchez Nava
“Un peso fuerte frente al dólar no enriquece a México; solo devalúa la realidad y encarece el futuro.”
- El aplauso fácil a la “fortaleza”
En los países subdesarrollados suele repetirse una escena tragicómica: se celebra que la moneda local “se fortalece” frente al dólar, como si el tipo de cambio fuera el termómetro del progreso. La gente sonríe, los políticos se presumen sabios y los noticieros aplauden… pero nadie se pregunta a quién beneficia esa supuesta fortaleza.
- El caso mexicano: un músculo de papel
En México el peso parece fuerte, pero es como esos músculos inflados con anabólicos: se ven grandes, aunque están huecos. Se presume que la fortaleza proviene de la libre flotación y de la confianza en los mercados. La verdad es menos épica: tenemos un exceso de dólares circulando —unos del narcotráfico, otros de remesas, y una buena tajada dormida en las reservas del Banco de México—.
- La trampa de la economía dolarizada
El detalle incómodo es que México tiene una economía dolarizada porque sus reservas están en divisa estadounidense. Dicho de otro modo: nuestro colchón económico no descansa en nuestra productividad, sino en la promesa de pago del Tesoro norteamericano. Guardamos dólares como si fueran lingotes mágicos, sin recordar que no son más que papel pintado con la cara de presidentes muertos. ¿El resultado? Engordamos la economía de Estados Unidos mientras nosotros seguimos esperando “el pago” de esa promesa.
- El espejismo cambiario
Como hay demasiados dólares flotando, su precio baja frente al peso y aparece el espejismo: un peso que parece fuerte. Pero esa fuerza no viene de nuestra economía real, sino de un desbalance que maquilla la dependencia. Es como presumir buena salud porque el termómetro marca 36 grados… después de meterlo en una taza de café.
- El campo que paga la factura
¿Y quién paga el precio de este autoengaño? El campo. Con un peso sobrevalorado, importar maíz estadounidense resulta más barato que producirlo en México. El resultado es grotesco: el país que inventó el maíz termina comprando transgénico subsidiado, producido en serie al otro lado del río Bravo. Mientras tanto, nuestros campesinos, sin precios de garantía ni apoyos efectivos, compiten con las manos atadas y se hunden en la miseria.
- El T-MEC y la desigualdad oficializada
El Tratado de Libre Comercio (hoy T-MEC) consagró este desequilibrio: Estados Unidos subsidia a los suyos, México abandona a los suyos. La cancha no está inclinada, está en picada. Y cada vez que aplaudimos el “peso fuerte”, en realidad festejamos que los agricultores de Iowa nos ganen la partida en la tierra del maíz criollo.
- El espejismo laboral: menos empleadores, más precariedad
Y mientras el peso se fortalece en los titulares, la economía real se desangra. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reporta una preocupante baja en el número de empleadores formales: 34 mil 385 patrones menos en los últimos dos años, al pasar de 1 millón 73 mil 736 en septiembre de 2023 a 1 millón 39 mil 351 al cierre de agosto de este año.
Según el diario Reforma, empresarios y sindicatos atribuyen la caída al encarecimiento del empleo formal derivado de recientes reformas laborales: más vacaciones, la llamada “Ley Silla” y los constantes incrementos al salario mínimo.
La ironía se cuenta sola: mientras presumimos un peso caro frente al dólar, la base productiva del país se encoge. Nos endeudamos más porque consumimos más de lo que producimos, y encima lo hacemos creyendo que ese “peso fuerte” es signo de bienestar.
El espejismo es idóneo para una tormenta perfecta: la moneda se fortalece, el campo se debilita y el empleo formal se desvanece.
- La victoria que es derrota
Lo más perverso es que se nos vende la sobrevaloración como una victoria. Aplaudimos al peso fuerte como si fuera prueba de modernidad, cuando es el veneno que mata silenciosamente nuestra soberanía alimentaria. Estados Unidos obtiene doble ganancia: nos vende barato su maíz y se beneficia de que nuestro peso caro abarate esas compras. México, mientras tanto, pierde soberanía, campo y futuro.
- La reflexión final
Un peso fuerte no siempre es motivo de orgullo. En el caso mexicano, es la ilusión más costosa: enterramos a nuestros productores con cada aplauso a la paridad. Creemos ganar en estabilidad, pero lo que perdemos es la capacidad de producir lo que nos da identidad.